El martes 12 de julio nuestro querido payador moderno escribió una nota, con mucha bronca, en Página 12, que vamos a repetir al final.
Mientras tanto queremos opinar sobre lo dicho y las repercusiones e insultos que se produjeron al respecto.
Primero y principal quiero destacar que adhiero en todo -soy vecino aledaño a veinte cuadras de la Gral Paz y receptor de sus basuras cotidiana depositadas en el CEAMSE-
Luego, quiero preguntarles a los porteños porqué se indignan que les digan cosas sobre su proceder, cuando desde su jefe comunal, hasta cualquier otro habitante anónimo se cansan de juzgar actitudes políticas, personales, deportivas, artísticas y hasta íntimas de otros ciudadanos del globo. (Pensemos en Berlusconi, Irán, Bin Laden, Bush, Obama, Fidel, Chávez, Hebe, Diego, Evo, la vecina de enfrente, etc.)
También que les asombre y tilden a Fito, cuando nadie se molesta por otros que hasta las mayúsculas les quedan grande (lanata, gelblum, morales solá, tenenbaum, aguinis, ruiz guiñazú, majul, bonelli, grondona,)
La hipocresía está instalada en la sociedad desde la época de la Colonia: Invasiones Inglesas en adelante donde la clase "principal" alternó con los piratas y casó a sus hijas con esos jovencitos bien entrazados, -la himnista oficial Mariquita, dos veces viuda de gringos, comparó y glorificó a las tropas gringas en desmedro de nuestros vecinos mal entrazados y feos- siguiendo por los comerciantes y contrabandistas que truncaron la Revolución de Mayo, hasta aquellos que aplaudieron las bandas macacas que hicieron flamear sus banderas por la calle Florida mientras pendían de los árboles de Palermo veteranos defensores de la dignidad nacional.
Es muy interesante que esa ciudad, Babilonia la llamó un esclarecido, que tiene el monumento más grande al genocida indígena, que sus calle más larga reivindique al primer negociado(r) de la deuda externa argentina y en paralelo a una cuadra, al coronel genocida obrero. Digo que es interesante que sus habitantes, en su gran mayoría descendiente de aquellas víctimas o de los barcos que trajeron a sus abuelos hambrientos hoy reivindiquen a otro farandulero contrabandista prototípico de los responsables de nuestra debacle del fin del siglo.
Aunque los desprecio en mi fuero íntimo, acato a quienes olvidaron las villanías de sus abuelos patricios y creen que la herencia da derechos. Pero me duele como a Fito, que mis compadres llegados a aquellas callecitas de tierra que fueran los arrabales, hijos y nietos de laburantes de fábricas, de carreros y camioneros, de ferroviarios y petroleros, de changarines y estibadores, de almaceneros y carboneros, de guitarreros y bailarines, de cafiolos y burreros, hoy lograda su casita o departamento, muchos construidos con aquellos planes Eva Perón, digo me duele que en esos barrios como Mataderos, Liniers, Palermo, Soldati, Barracas, La Boca, aquellos que les cantara Castillo y Manzi hayan votado así.
Y me duele porque haciendo la plancha, usufructúan de la bonanza nacional que no vino con viento de cola, sino por la inteligencia y dignidad del mayor ministro de economía que hemos tenido en toda nuestra historia, que no fue economista y sí presidente por sólo un 22% de los que le creímos esperanzados, pero, la desprecian con hipocresía, pienso .
Estoy, como Fito, caliente e indignado porque cuando los cacerolazos nos/los acompañamos y cuando el bicentenario o la muerte de Néstor nos/los abrazamos. Hoy, al compás de los medios hegemónicos bailan cumbia con globitos de colores como si estuviéramos carnaval
Esa mitad de porteños que Fito denosta es posible que no sea tal, sino un caudal de confundidos que el aluvión televisivo y mediático los embrolló a la hora de votar. Espero que me ayuden a revertir mi pesimismo revisionista, antimitrista, nacional y popular.
Don Singulario
Página 12 Martes, 12 de julio de 2011
La mitad
Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo, convertida en una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas, repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún disfraz progresista, como lo hicieron los que “no votaron a Menem la segunda vez”, por la vergüenza que implica saberse mezquinos.
Aquí la mitad de los porteños prefiere seguir intentando resolver el mundo desde las mesas de los bares, los taxis, atontándose cada vez más con profetas del vacío disfrazados de entretenedores familiares televisivos porque “a la gente le gusta divertirse”, asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en revistas de ¿moda?, sentirse molesto ante cualquier idea ligada a los derechos humanos, casi como si se hablara de “lo que no se puede nombrar” o pasar el día tuiteando estupideces que no le interesan a nadie. Mirar para otro lado si es necesario y afecta los intereses morales y económicos del jefe de la tribu y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.
Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo. Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no cabe otra. Dícese así: “Repulsión por la mitad de una ciudad que supo ser maravillosa con gente maravillosa”, “efecto de decepción profunda ante la necedad general de una ciudad que supo ser modelo de casa y vanguardia en el mundo entero”, “acceso de risa histérica que aniquila el humor y conduce a la sicosis”, “efecto manicomio”. Siento que el cuerpo celeste de la ciudad se retuerce en arcadas al ver a toda esta jauría de ineptos e incapaces llevar por sus calles una corona de oro, que hoy les corresponde por el voto popular pero que no está hecha a su medida.
No quiero eufemismos.
Buenos Aires quiere un gobierno de derechas. Pero de derechas con paperas. Simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina, que no van a entregar tan fácilmente lo que siempre tuvieron: las riendas del dolor, la ignorancia y la hipocresía de este país. Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing. Eso es lo que la mitad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires quiere para sí misma.
* Vecino de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
y que chiquitito es
PD: Comparto identicamente el parecer de otro grande:
PD: Comparto identicamente el parecer de otro grande:
-- El mié 13-jul-11, Prensa | Discépolo <prensa@discepolo.org.ar> escribió: De: Prensa | Discépolo <prensa@discepolo.org.ar> Asunto: Carta Abierta a Fito Paez (Norberto Galasso) Para: Fecha: miércoles, 13 de julio de 2011, 15:36 Estimado Fito: Comprendo tu reacción, tu bronca, tu explosión en caliente, propia de un artista. Pero así como la comprendo no la comparto. No me da ese asco ese 47% de votos macristas. Me da pena. En todas las grandes ciudades de América Latina y de cualquier otro país dependiente, las minorías privilegiadas utilizan todo su poder para dominar a los sectores medios, para ponerlos de su lado, para infundirle falsedades. Jauretche lo llamaba la “colonización pedagógica”. Igual que a vos le provocaba grandes broncas, pero distinguió entre los promotores de la mentira y los engañados. Quizás los primeros le dieron asco igual que a vos, los otros le daban pena y trataba de desazonzarlos. El fenómeno es semejante en Buenos Aires, como en Lima o Guayaquil y otras grandes ciudades. Hay que disputar la influencia sobre los sectores medios y destruir los mitos con los que quieren dominarlos. Desde los letreros de las calles y los nombres de los negocios (bastar darse una vuelta por la Av. Santa Fe), desde los cartelitos de las plazas y las estatuas de los supuestos próceres, desde las grandes editoriales y los “libros de moda”, convertidos en best sellers por los comentarios pagos, desde la prédica liberal en economía y la prédica mitrista en Historia, desde las geografías exóticas y los literatos que cultivan la evasión y lo fantástico, desde la TV farandulizada y superficial, con mesas redondas de bajísimo nivel político alentada por los dueños del privilegio, desde gran parte de los periodistas vendidos al mejor postor, y académicos y catedráticos tramposos, todo ese mundo domina el cerebro de amplios sectores medios que se suponen cultos, se suponen radicalmente superiores a los “oscuramente pigmentados”, se suponen ejemplo de moral (aunque evaden impuestos, se roban ceniceros de los bares y toallas de los hoteles). Sobre ellos recae también la literatura que Franz Fannon llamaba de “los maestros desorientadores”. Vos los conocés, los Marcos Aguinis, los Asís, los Kovaddloff, y las peroratas con latines de aquel viejo comando civil que se llama Mariano Grondona y tantos otros. Pobre gente, Fito. Con todo eso que le tiran encima a la clase media, una buena parte de ella termina votando a Macri. Están presos de un engaño enorme: creen que Macri gestiona (cosa que hace mal o simplemente no hace) y que Macri no tiene ideología (la tiene y bien de derecha). Por otra parte fue el responsable del contrabando de autos cuando dirigía empresas de su padre, además de las escuchas telefónicas, eliminación de becas y subsidios escolares, negociados con empresas constructoras (única explicación de las bicisendas), lo mismo que su molestia porque los hospitales de la ciudad atiendan a gente “morocha” del conurbano. Se trata además, que cierta parte de la clase media vive su pequeña vida: asegurarse las vacaciones para el verano, lavar el auto los domingos con más ternura que la que le dedica a la esposa, han mejorado su nivel de vida con los Kirchner y no quieren olas, que nada cambie y creen que algo habrá hecho Macri para esa mejoría que tuvieron. No les importa que el hospital público no funcione porque tienen medicina prepaga y han sido formados en el individualismo No les importa que en el Borda se mueran de frío porque tienen estufas de tiro balanceado, no les importa que en las escuelas públicas falten materiales porque sus hijos van a escuelas privadas donde, como “el cliente siempre tiene razón”, aprueban. Además, creen en el dios Mercado – no obstante que el mercado libre del menemismo a muchos los dejó deteriorados o fundidos- pero no comprenden a los sindicalistas y les eriza la piel cuando lo ven a Moyano. Y bueno, son así, Fito. ¿Qué le vas a hacer? Lo que no justifica su asco sino en un momento de bronca. En la vida es necesario a veces tener asco y tener odio también. Eso me lo enseñó el confesor de Eva Perón, el sacerdote Hernán Benítez. Me decía: Mire m’hijo. Hay que odiar. Hay que odiar a todos los que frustraron el país, lo entregaron, provocaron miseria y represión. Yo, todas las mañanas, me doy un baño, me tomo una taza de café caliente y después me siento en mi sillón y odio... Yo me asombraba y le decía: Pero, Padre, usted es un cristiano... Y el seguía: Sí, odio, (no asco, Fito). Odio a la oligarquía (ya lo dijo también ese talento que es Leonardo Favio en una canción), odio a Bernardo Neustadt, odio al almirante Rojas... Sabe después que bien me siento para el resto del día. Así hablaba un cristiano de la Teología de la Liberación. Por eso no hay que confundir al enemigo, Fito. Si hay que tener asco, tengámoslos a los responsables del aparato mediático y cultural, los que tergiversaron la Historia y la economía, los que robaron la capacidad de razonar a muchos compatriotas, no a éstos. A estos hay que convencerlos. Con la modestia que usaba Jauretche: Usted tiene que avivarse (vea 6,7,8, escuche a Víctor Hugo). Se lo aconsejo yo -decía-, que no me creo un vivo, sino apenas “un gil avivado”. Hay que ganarlos, Fito. No ratificarles que pertenecen al bando del privilegio donde está la Sociedad Rural (¿cuando vieron una vaca esos que votaron a Macri?, ¿qué saben de la renta agraria diferencial?), y decirles como operan las grandes multinacionales y ciertas embajadas y las corporaciones mediáticas. Los necesitamos, Fito. Comprendo tu bronca, la de un artista, Comprendéme a mí, desde la historia y la política. Te mando un fuerte abrazo. Y te digo: en octubre, ganamos lejos. Norberto Galasso Secretaría de Prensa Corriente Política Enrique Santos Discépolo NO HE ENCONTRADO COSAS INTELIGENTES ENTRE LOS QUE LO APEDREAN Y SÍ A MUCHOS QUE LO COMPRENDEN. HOY EL AMIGO MARCELO SIMÓN, AQUEL INTELIGENTE QUE NOS HIZO DISFRUTAR DESDE EL TUÉTANO AL COSQUÍN REAL Y PROFUNDO, AJENO AL MARQUETINERO DE MARBIZ. AHÍ VA: ¿Matamos a Fito Páez y a Borges? Por Marcelo Simón * Es curioso el efecto reaccionario que ha provocado el ¿exabrupto? de Fito Páez, un artista admirable. Para entrar en tema: como provinciano, crecí en el cuasi odio a los porteños que, luego de mi mudanza a la que ahora llamamos CABA, vi desaparecer, evaporado por la calidez de sus habitantes que, como dice Luis Landriscina, a lo mejor no ayudan, pero seguro que no obstaculizan. ¿Por qué nosotros, los que nacimos y crecimos en el país interior hemos detestado más o menos veladamente a Buenos Aires? Quien sabe, por la temprana lectura de Juvenilia, donde se dice que a los provincianos nos falta esa arenillla dorada que abunda en la Capital; o porque el modelo nacional fue el del puerto, la Argentina triangular denunciada por Scalabrini; o porque en la radio nos obligaban a hablar como porteños... Como quiera que sea, parecen desmesurados y sospechosos los rechazos a la posición de Fito después del último domingo en el que Filmus ayunó y los del PRO comieron, parafraseando al escritor que citaré líneas después. ¿Es tan espantoso que un artista admirado y querido, creador extraordinario como el que nos ocupa, haya dicho que la mitad del electorado carece de swing y es egoísta? ¿Se trata de un caso único, de un ciudadano desagradecido, que hay que mandar al paredón? ¿No se le puede hacer ninguna crítica a esta orbe entrañable, frente a un episodio que nos conturba? ¿Fito Páez merece nuestro desprecio porque se pronuncia contra la ciudad o parte de ella? ¿Debemos asaetarlo como hicimos con Georgie, mal argentino, que eligió irse a morir a Ginebra, pudiendo haberlo hecho aquí? ¿Y qué hubiera dicho hoy el poeta que en las viejas casas atisbó golosamente patios y muros, el que denunció la falta de la vereda de enfrente en la incipiente Gran Aldea, si ve que Jacinto Chiclana debe caminar ahora por Palermo Hollywood? En fin, igual que a Páez, ¿deberíamos hacer morir de nuevo a Jorge Luis porque confesó que a su ciudad no lo une el amor sino el espanto? Desde el nacimiento de la cultura de Occidente viene ocurriendo que los hombres y las mujeres de la democracia critican a mamá ciudad, lo cual no sólo no está mal, sino que francamente luce muy bien: la política comenzó en las polis, con sus habitantes manifestándose y no siempre a favor, desde la alborada helénica hasta el pedemonte cuyano. Jorge Marziali, cantor y periodista mendocino, describió alguna vez a su ciudad como “Individual, moderna aldea, fina y sensual y a veces fea, (que) camina lento con un lastre de moral de otros momentos”. Mujica Lainez contó –seguramente en base a las crónicas de Ulrico Schmidell– que en la naciente Buenos Aires sus fundadores incurrieron en episodios de canibalismo. Así es que déjense en joder estos más o menos espontáneos custodios de la moral pública persiguiendo a artistas que ejercen el derecho a la puteada. Miguel Cantilo canta: “Yo adoro a mi ciudad aunque su gente no me corresponda cuando condena mi aspecto y mis ondas con un insulto al pasar”. Da un poco de vergüenza ver tanta mojigatería. En este caso, los indignados parecen señoritas antañosas cuidando una virginidad apolillada que ojalá puedan entregar de manera más divertida. * Periodista especializado en música popular. Director de Radio Nacional Folklórica. Página 12, 15 de julio de 2011 |