Este artículo fue publicado en el períodico Informaciones Semanales de San Martín (PBA) el sábado 21 de mayo de 2011
Libreta de Apuntes
-¿Cómo le va don Singulario? Hoy se vino con la libreta del almacenero, me parece…
-La semana pasada estuvimos comentando a don Raúl Scalabrini Ortiz con aquella genialidad del hombre esperanzado. Al releer su libro encontré un capítulo dedicado a sus apuntes, donde acota que «esto es más vida, porque es menos sistemático». Había volcado pensamientos y vivencias que probablemente anotara durante esos cortos treinta y tres años que llevaba al momento.
-¿Sabe que siempre me intrigaron esas libretitas que llevan ciert@s ñat@s y en cualquier momento anotan algo? Me preguntaba cuán interesante serían…
-Es, probablemente, la filmadora interior hecha papel. Descubren una maravilla cualquiera y no la quieren perder, la describen y la guardan. Con el tiempo desempolvan esa imagen y se dan cuenta que ya forma parte de sus rutinas. Si es escritor la vuelca en un texto, si músico, escultor o pintor en su obra, reformulada y ciertamente que fiel en el fondo.
-No se ponga a filosofar y vaya al grano ¿qué encontró en aquella libreta?
- Definiciones y enunciados de los más variados: sobre personas, situaciones, objetos, pensamientos, etc., en las cuales tomando como referencia una palabra o nombre, desarrolló sus opiniones. Comienza definiendo a Macedonio, como el primer metafísico de Buenos Aires y el único filósofo auténtico…
-Me imagino que se refiere a don Macedonio Fernández, que tanto nombra el gran Jorge Luis Borges…
-Esa calificación es suya. Borges y don Raúl fueron contemporáneos y admiradores del metafísico, sin embargo siguieron caminos muy diferentes y yo evoco al que me emociona. Aparece en su libreta el título “Amigos del arte” y dice «Son amigos del arte extranjero, por lo visto. Sus entradas y subvenciones las dispensan en onerosas conferencias de literatos extranjeros. Diez mil, veinte mil pesos a cada uno. Mientras tanto los escritores argentinos se mueren de hambre. ¿Cómo somos de rumbosos, no?»
-Don, Ud. nos contó que fue escrito hace ochenta años, sin embargo parece una crónica de la última Feria del Libro…
-Sigue escribiendo en su libreta “Sentido agropecuario”: «El dinero es respetable en sí mismo, pero no sus tenedores. “Hijo de bolichero”, “Hijo de ferretero”. A nadie se le ocurre menoscabar a un tipo diciéndole: “Hijo de chacarero” o “Hijo de ganadero”. El único dinero aristocrático es el agropecuario»
-A mi vieja le decían “la hija del aceitero” porque mi abuelo cortaba mezclas de aceite comestible…
-El escritor reflexiona «En los días de pesadumbre, esos días en que uno se derrite en una tristeza de rumiante, me gusta zambullirme, anegarme, en esa corriente humana que ambula por las calles, abandonarme a sus flujos y reflujos, a sus vaivenes: disolverme en ella» rotulándola “Me dijo el hombre”
-Eso sería en aquella época, ahora hay que andar con cuidado, es muy peligroso andar por la calle…
-Supongo que escucha radio diez o mira TN, piense en el bicentenario o la muerte del Flaco, millones caminando –alegres o tristes– por todo el país, ¿recuerda algún incidente?
Continúa cavilando con títulos como “Timberos”, “Estado de ánimo”, “Abstención”, “Arbitraje”. En “Simplicidad” opina: «Es difícil ser simple. El campesino enriquecido es el individuo más tontamente fastuoso. Su fasto es el afán de restregar su dinero en las narices de todo el mundo. [...] Reencontrar la simplicidad es la tarea a que se aboca el que ya encontró la opulencia. Simplicidad no es anemia, es una sinceridad que tiene los medios de expresarse. Todos los pobres son simples hasta que se enriquecen. Entonces se complican. Lo denotador de una grandeza es la simpleza en el poderío»
-¡Qué profunda reflexión don Singu! Muchas veces lo he pensado al encontrarme con esos pelagatos venidos a más en la época del “déme dos”. Carlitos –el bueno– cantaba “Farabute ilusionado por la mersa de magnates / que enfarolan su presencia con suntuosa posición”
-Mientras leía aquellas meditaciones, como usted, paseaba por mil distintas evocaciones… Déjeme que le lea esta otra sentencia «Es curioso. El cristianismo que fue religión de pobres y de sencillez ha terminado en religión de ricos, suntuosa y ornamental»
-Sin palabras, don, ¿qué título le puso?
- “Evolución”; justamente él, cuya prosapia viene de la alcurnia colonial por parte de su madre Ortiz, apellido que evoca conquistadores y fundadores de ciudades y de un padre de rancia aristocracia vaticana con un tío cardenal. Pero no se la creía. Sigamos con la libreta, en “Ataque” define: «El arquetipo norteamericano es un ser rudimentario y despreciable. Es un troglodita que anda en aeroplano». Y siguen “Trasnochada”, Creencia”, “Principios”, “Revisión”. Cuando aparece “Pasión” precisa: «Hay una pasión que nos ennoblece y agranda. No importa el objeto de esa pasión. Lo demás…lo demás es duro de calificar»
-¡Desde esa época ya se metían con los norteamericanos! Yo creo es por envidia, su tecnología sirve para cuidar al mundo de fanáticos como Osama. Y en cuanto a eso de pasión, pa’ mi rima con crispación…
-Ud. como muchos está entre los incalificables. Como se nos acaba el espacio enumeramos unas poquitas más: “Éxito”, “Soledad”, “Aviso”, “Desilusión”, “Inmigrantes”, “Delito” y nos detenemos en “Dogmas”: «No señores, nada de dogmas ni de teorías importadas. ¿Qué es eso de librecambio o proteccionismo? ¿Se piensa sacrificar la posible solución de un problema a una palabra?»
-Otro aserto que me lastima don, esas palabras que embadurnan y califican, pertenecientes a teorías y escuelas foráneas que repiten quienes las aprendieron en Londres, Moscú, París, Chicago o Harvard… Nadie recuerda ni estudia al Belgrano economista.
-El prócer me da pie para cerrar la nota con el final en mayúsculas de aquel capítulo del libro que nos ocupa, “El Hombre que está solo y espera”
«La historia argentina está llena de arquetipos maravillosos, en que el espíritu de la tierra se encarna sucesivamente. Hay uno, el más grande, en que la índole argentina es más neta. Fue débil para consigo mismo –era opiómano– pero en la tutela del espíritu de su tierra hizo proezas casi sin parangón en la historia universal. Era humano para juzgar y benigno con los demás hombres. Nunca tuvo ambición personal. Era sencillo y casi humilde. Renunció a la gloria en plena gloria. Fue glorioso sin proponérselo, resignadamente: porque el espíritu de la tierra se lo exigía. Se llamaba Don José de San Martín. De una vez por todas dio una orden que debemos acatar por siempre:
SERÁS LO QUE DEBAS SER
Y SI NO, NO SERÁS NADA »
La imagen de la tapa del libro corresponde a una impresión en tricomía, especialmente diseñada por José Sebastián Tallón, y es una magistral interpretación plástica del Hombre de Corrientes y Esmeralda
donsingulario@hotmail.com http://donsingulario.blogspot.com/
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