Carta sobre política y derecho
Querido Raúl:
Quiero agradecerle su afectuosa respuesta y los elogios desproporcionados hacia mí que ella contiene. De paso, también debo agradecerle al editor que osó colocar mi fotografía al lado de la de Rudolf von Ihering. Ni siquiera he releído mi nota de opinión publicada por Página/12 el día lunes 5/9, que Usted contesta, pero intuyo por sus palabras que he exagerado el pesimismo teórico que me caracteriza y siempre he confesado. En el punto central de nuestras notas, la dependencia del orden jurídico de la política, estoy plenamente de acuerdo con Usted. Sucede algo similar a aquello que, quizás en contra de la opinión de quienes se sitúan como especialistas, pregonaban sobre la economía nacional quienes gobernaron nuestro país en la llamada “década ganada” o “década perdida”, según el grupo político al que pertenece el apodo. Ni vale la pena confesarle cuál es mi opinión, pues Usted la conoce: mientras los economistas tradicionales de nuestro país, el llamado establishment, estiman manejar una ciencia dura, casi una verdad matemática o lógica, pese a la experiencia histórica, y a suponer que sus instituciones básicas no son creación humana sino que responden –por copiar palabras de su respuesta– a la naturaleza de las cosas, yo estimo, como aquellos gobernantes del pasado, que, en un Estado soberano, la política debe dirigir o es presupuesto de las decisiones económicas. Con más razón aun el Derecho es política, como Usted lo dice bien. Eso quise decir al definir Derecho como poder, aun cuando reconozca que me pasé de la raya al ignorar toda su tradición política libertaria, humanitaria.
Reduciendo el ángulo de visión al Derecho penal, siempre creí y así lo indiqué por escrito que nuestra generación de juristas pertenece –esto es, tanto Usted como yo y otros más que no menciono– a aquella visión que observaba al Derecho penal como presidido por sus consecuencias, visión que significa exactamente lo mismo, según mi apreciación, que aquello que Usted indica para el Derecho en general: el Derecho es, ha sido y será política, si se quiere, formalizada, cristalizada en mandatos, prohibiciones, permisiones y sus efectos. Lo que conmueve mi ánimo no está representado por esta afirmación, con la cual coincido a pie juntillas, sino que se refiere, quizás sin demasiada claridad y, por supuesto, herido por mi pesimismo característico, a la práctica actual del Derecho o, si lo desea, a su aplicación por órganos predeterminados y a sus efectos en el mundo real.
El problema, ahora reducido, consiste en conocer o, como Usted dice, en saber qué ideal expresa el Derecho. Yo huelo que esa aplicación, que implica poder real sobre súbditos, carece hoy de límites precisos, conforme a los ejemplos que menciono en mi nota, los límites que, por ejemplo, yo procuro al leer su Derecho penal y que yo intenté descifrar en mi Dpp. De más está decir que acepto cierto ámbito de juego, opiniones disímiles respecto de algún punto, pero eso no quiere significar una franja tan amplia de interpretación que equivalga a expresar aquello que al intérprete se le ocurra por responder a su propio ideal, a su conveniencia o a su interés. Dije, quizás erróneamente, inservible, adjetivando al Derecho, pero inmediatamente corregí según recuerdo, servible para cualquier propósito? cabe preguntarse si inservible para algo o para alguien o servible para todo o para todos a voluntad no significan lo mismo. De todos modos, mis ejemplos aluden a casos en los cuales, precisamente, quienes aplican el Derecho, senadores, jueces, gobernadores, han utilizado institutos jurídicos delicados fuera de todo límite, sin reparar en interpretaciones cuando menos discretas. La prisión de Milagro Sala y de sus colaboradores de la organización Tupac Amaru a título de encarcelamiento preventivo, por varias razones, el juicio político brasileño a su presidenta, por los fundamentos del jurado, pero no sólo por ello, la derogación por decreto o agazapada detrás de ardides de leyes del Congreso de la Nación o de políticas públicas ya aceptadas por mayorías sin discusión, la increíble imputación del delito de traición a la patria, según Usted mismo lo explicó en otra contratapa de Página/12, son claros ejemplos de aquello que me perturba.
Ya ve Raúl, no me rindo pero lucho desigualmente cuando acepto proceder racionalmente, “conforme a Derecho”, frente a otros que operan libremente, dándole a las instituciones y a las palabras de la ley el significado que más les conviene. De todos modos Usted, como otros, me ayudan a vivir esperanzado en gozar de un mundo mejor, más igualitario.
Atentamente y con el cariño de siempre,
Julio Maier
Julio Maier
* En respuesta a la carta de Raúl Zaffaroni, publicada en la contratapa de este diario el 7 de septiembre.
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