…comerse al hijo…
-¡Hola don Singulario! Con ese título me
parece que vamos mal, aunque sea una metáfora, es de mal gusto. Además no creo
que tenga mucho que ver con el Bicentenario que festejaremos la semana próxima,
y que prometió seguir…
-Como siempre conversamos del sentido de las
palabras, esa alusión suya del mal sabor que podría tener un hijo, por ejemplo,
seguro que nos lleva por caminos muy desagradables.
-Déjeme que le cuente un
poco la génesis de esta nota y probablemente comprenda, aunque no me justifique.
Vamos a comenzar aclarando que la magna
Asamblea del XIII, pese a los muchísimos inconvenientes propiciados por los
factores de poder porteño, en su cometido fue colosalmente progresista si
consideramos por ejemplo, la cantidad de sanciones en defensa de los derechos
humanos que aún hoy nos rigen, aunque lamentablemente en muchos casos persisten
como rémoras: la tortura, la esclavitud, etc.
En ese orden de cosas me puse a buscar
antecedentes sobre los instrumentos de tortura que fueron “abolidos” entonces.
Por tener a mano el libro pensé que sería un buen lugar comenzar por Las Siete
Partidas (El Libro del Fuero de las Leyes) de Alfonso X El Sabio, que legisló
para la España Medieval y cuyos mandatos fueron muy tenidos en cuenta por los
conquistadores que trajeron a América sus lindezas y fealdades. Entre
paréntesis ¿se habría enterado de aquella Asamblea el Polo Lugones, hijo del
poeta, jefe policía de Uriburu, cuando se le dio por inventar la picana
eléctrica en los años ’30?
-No le encuentro gollete don que, para
hablar de torturas abolidas, vaya a buscarla con un gaita sabio del tiempo de
maricastaña, en vez de buscarla en escritos de la época, sabiendo que cuenta
con material muy interesante…
-Tiene un poco de razón, pero usted sabe
cuán disperso es mi marote. Permítame continuar ya que empecé. En la búsqueda
de las leyes que admitían los instrumentos de tortura, –donde se justificó la
temible Inquisición para su uso y perfección– me topé con algo que me
estremeció. Por no sufrirlo solo, quiero compartirlo en esta nota, alejándome
un poco de lo pactado..
Está en la Ley XI de la Partida 4ª: Por
qué razones puede el padre vender o empeñar su hijo.
-¡Pare la mano don! ¿Había una ley que
permitía eso con los hijos?
-Era por el 1200. Vea su texto:
«Quejado
siendo el padre de gran hambre e habiendo tan gran pobreza que no se pudiese
socorrer de otra cosa, entonces puede vender o empeñar sus hijos, porque haya
de que comprar que coma. [...] E aún hay otra razón porque el padre podría esto
hacer, pues según el Fuero Real de España, siendo el padre cercado en algún
castillo que tuviese de señor, si fuese tan cuitado de hambre que no hubiese el
qué comer puede comer al hijo, sin malaestanza, antes que diese e castillo sin
mandato de su señor. De donde si esto puede hacer por señor, guisada cosa es
que lo pueda hacer por sí mismo. [...]»
-¿Sabe don que me puso la piel de gallina
como en las pelis de terror? ¡Encima que especifique hasta la forma de
guisarlo…!
-¡No hombre! La expresión “guisada cosa” es del español antiguo y sería algo así como “de igual forma”.
Tome lo anterior sólo como una anécdota
macabra fuera de contexto. En cuanto a don Alfonso X, en su obra magna “Las
Partidas” señalaba que el «tormento es
una manera de prueba que hallaron los que fueron amadores de la justicia» «Cometen
los hombres a hacer grandes yerros e males, encubiertamente, de manera que no
pueden ser sabidos, ni probados. E por esto tuvieron por bien los sabios
antiguos que hiciesen tormentar a los hombres para que pudiesen saber la verdad
por tanto de ellos [...]»
-De
cualquier forma, sean
prehistóricas, mediavales o modernas no dejan de impresionar leyes tan
aberrantes…
-Lo que queda en claro que aquellos
instrumentos, como tantas otras cosas que nos legaron los conquistadores hizo
carne en la cultura de nuestra América mestiza. Los distintos gritos de
libertad que sonaron en distintas épocas, fundamentalmente luego de la revolución
francesa promoviendo los derechos del hombre por sus pensadores más preclaros
fueron escuchados en este continente, desde los Estados Unidos hasta el Plata.
En ese sentido un viernes 21 de mayo de 1813 como homenaje a la Revolución de
Mayo se dictó la ley que abolía y destruía en la emblemática Plaza de Mayo los
instrumentos de tortura. Vea su texto:
«La
Asamblea general ordena la prohibición del detestable uso de los tormentos,
adoptados por una tirana legislación para el esclarecimiento de la verdad é
investigación de los criménes; en cuya virtud serán inutilizados en la plaza
mayor por mano del verdugo, antes del feliz día 25 de mayo, los instrumentos
destinados á este efecto.- Firmado Juan Larrea presidente.- Hipólito Vieytes Secretario»
- ¿Sabe don? Todo lo que usted comenta como cosa del pasado, no me parece
tal. En nuestro país nunca se destruyeron realmente los instrumentos de
tortura, aún hoy se reciben denuncias de tales hechos aberrantes. Y si nos
vamos al plano internacional da un miedito bárbaro ver las fotos de los presos
de Guantánamo.
-Lo interesante de rebuscar historias viejas
tiene que ver cuán parecidas son a las actuales…
-Otra cosa son, según me cuenta mi nieto,
los escritores “iluministas” franceses como Voltaire, Rousseau, Montesquiu y otros
pregonando la libertad e independencia, los que de alguna manera inflamaron el
alma patriótica de Belgrano, Moreno, Castelli, Monteagudo y otros para que se
concretara esta Magna Asamblea
-Mi amigo, me reconforta escuchar como dialoga
con su nieto, un joven que piensa en cosas que hacen a la militancia
patriótica, aunque se intoxique con hamburger
y hot dogs.
-¡Qué vachaché! Para terminar don Singu,
resignificando el título me parece que aquella autorización de comerse a los
hijos, se fue transformando para apropiarse de los hijos de los otros. Cercana
y lamentable experiencia.
Tiene Ud. razón. La semana que viene, menos
tenebrosa, traeremos el bicentenario de un Belgrano traductor…
Nota: Cuando se transcriben documentos
antiguos del original, todo es sic
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