Don Singulario se complace en presentar, a los fines que no se pierda en la memoria, ni en los archivos, esta copia del Plan de Operaciones, que se encuentra publicado en Internet en el sitio http://lahaine.org/amauta/b2-img/Mariano%20Moreno%201810.pdf
Ya en otras notas que fueran publicadas en el periódico Informaciones Semanales de San Martín y que se han volcado en este blog en marzo de 2011 hicimos referencia sobre las distintas vicisitudes de este trabajo, que tan afanosamente la historiografía liberal se ha esforzado en afanárnosla.
MARIANO MORENO (1778-1811)
Plan revolucionario de operaciones /
1810
Fuente:
Mariano Moreno. Escritos políticos y económicos. Ordenados y con un prólogo por
Norberto Piñero. Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915.
Plan de Operaciones
Que
el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner
en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad e independencia.
Señores de la Excelentísima Junta Gubernativa
de las Provincias Unidas del Río de la Plata:
Volar
a la esfera de la alta y digna protección de V. E. los pensamientos de este
Plan, en cumplimiento de la honorable comisión con que me ha honrado, si no es
ambición del deseo, es a lo menos un reconocimiento de gratitud a la Patria;
ella solamente es el objeto que debe ocupar las ideas de todo buen ciudadano,
cuya sagrada causa es la que me ha estimulado a sacrificar mis conocimientos en
obsequio de su libertad, y desempeño de mi encargo. Tales son los justos
motivos que al prestar el más solemne juramento ante ese Superior Gobierno hice
presente a V. E., cuando, en atención a las objeciones que expuse, convencido
de las honras, protestó V. E. que nunca podrían desconceptuarse mis
conocimientos, si ellos no llegaban a llenar el hueco de la grande obra. En
esta atención y cumplimiento de mi deber, sería un reo de lesa patria, digno de
la mayor execración de mis conciudadanos, indigno de la protección y gracias
que ella dispensa a sus defensores, si habiéndose hecho por sus representantes
en mi persona, la confianza de un asunto en que sus ideas han de servir para
regir en parte móvil de las operaciones que han de poner a cubierto el sistema
continental de nuestra gloriosa insurrección, no me desprendiese de toda
consideración aun para con la Patria misma, por lisonjear sus esperanzas con la
vil hipocresía y servil adulación de unos pensamientos contrarios, que en lugar
de conducirla a los grandes fines de la obra comenzada, sólo fuesen causa de
desmoronar los débiles cimientos de ella; y en esta virtud, el carácter de la
comisión y el mío, combinando un torrente de razones, las más sólidas y
poderosas, uniformando sus ideas, me estrechan indispensablemente a
manifestarme con toda la integridad propia de un verdadero patriota. La verdad es
el signo más característico del hombre de bien; la resignación, el honor y la
grandeza de ánimo en las arduas empresas, son las señales más evidentes de un
corazón virtuoso, verdadero amante de la libertad de su patria; tales son los
principios que me he propuesto seguir para desenvolver el cúmulo de reflexiones
que me han parecido más conducentes para la salvación de la Patria, en el
presente plan, sin que preocupación alguna política sea capaz de trastornar ni
torcer la rectitud de mi carácter y responsabilidad.
El
emprendimiento de la obra de nuestra libertad, a la verdad, es tan grande, que
por su aspecto tiene una similitud con los palacios de Siam, que con tan
magníficas entradas, no presentan en su interior sino edificios bajos y
débiles; pero la Providencia que desde lo alto examina la justicia de nuestra
causa, la protegerá, sin duda, permitiendo que de los desastres saquemos
lecciones las más importantes. Porque aunque algunos años antes de la
instalación del nuevo gobierno se pensó, se habló, y se hicieron algunas
combinaciones para realizar la obra de nuestra independencia; ¿diremos que
fueron medios capaces y suficientes para realizar la obra de la independencia
del Sud, pensarlo, hablarlo y prevenirlo? ¿Qué sacrificios hemos hecho, en qué
emprendimientos, que sean suficientes para que podamos tributarnos loores
perpetuos por la preferencia de la primacía? ¿Qué planos y combinaciones han
formado más laboriosas áreas, para evitar que se desplome un edificio que sin
pensar en la solidez que debe estribar sus cimientos, queremos levantar con
tanta precipitación? Permítaseme decir aquí, que a veces la casualidad es la
madre de los acontecimientos, pues si no se dirige bien una revolución, si el
espíritu de intriga y ambición sofoca el espíritu público, entonces vuelve otra
vez el estado a caer en la más horrible anarquía. Patria mía, ¡cuántas
mutaciones tienes que sufrir! ¿Dónde están, noble y grande Washington, las
lecciones de tu política? ¿Dónde las reglas laboriosas de la arquitectura de tu
grande obra? Tus principios y tu régimen serían capaces de conducirnos,
proporcionándonos tus luces, a conseguir los fines que nos hemos propuesto. En
esta verdad las historias antiguas y modernas de las revoluciones nos instruyen
muy completamente de sus hechos, y debemos seguirlos para consolidar nuestro
sistema, pues yo me pasmo al ver lo que llevamos hecho hasta aquí, pero temo, a
la verdad, que si no dirigimos el orden de los sucesos con la energía que es
propia (y que tantas veces he hablado de ella) se nos desplome el edificio;
pues el hombre en ciertos casos es hijo del rigor, y nada hemos de conseguir
con la benevolencia y la moderación; éstas son buenas, pero no para cimentar
los principios de nuestra obra; conozco al hombre, le observo sus pasiones, y combinando
sus circunstancias, sus talentos, sus principios y su clima, deduzco, por sus
antecedentes, que no conviene sino atemorizarle y obscurecerle aquellas luces
que en otro tiempo será lícito iluminarle; mi discurso sería muy vasto sobre
esta materia, y no creyéndolo aquí necesario, no trato de extenderlo, pero
deduciendo la consecuencia tendamos la vista a nuestros tiempos pasados y
veremos que tres millones de habitantes que la América del Sud abriga en sus
entrañas han sido manejados y subyugados sin más fuerza que la del rigor y
capricho de unos pocos hombres; véase pueblo por pueblo de nuestro vasto
continente, y se notará que una nueva orden, un mero mandato de los antiguos
mandones, ha sido suficiente para manejar miles de hombres, como una máquina
que compuesta de inmensas partes, con el toque de un solo resorte tiene a todos
en un continuo movimiento, haciendo ejercer a cada una sus funciones para que
fue destinada.
La
moderación fuera de tiempo no es cordura, ni es una verdad; al contrario, es una
debilidad cuando se adopta un sistema que sus circunstancias no lo requieren;
jamás en ningún tiempo de revolución, se vio adoptada por los gobernantes la
moderación ni la tolerancia; el menor pensamiento de un hombre que sea
contrario a un nuevo sistema, es un delito por la influencia y por el estrago
que puede causar con su ejemplo, y su castigo es irremediable. Los cimientos de
una nueva república nunca se han cimentado sino con el rigor y el castigo,
mezclado con la sangre derramada de todos aquellos miembros que pudieran
impedir sus progresos; pudiera citar los principios de la política y resultados
que consiguieron los principales maestros de las revoluciones, que omito el
hacerlo por ser notorias sus historias y por no diferir algunas reflexiones que
se me ofrecen "acerca de la justicia de nuestra causa, de la confianza que
debemos tener en realizar nuestra obra, de la conducta que nos es más propicia
observar, como igualmente de las demás máximas que podrán garantizar nuestros
emprendimientos".
En
esta atención, ya que la América del Sud ha proclamado su independencia, para
gozar de una justa y completa libertad, no carezca por más tiempo de las luces
que se le han encubierto hasta ahora y que pueden conducirla en su gloriosa
insurrección. Si no se dirige bien una revolución, si el espíritu de intriga,
ambición y egoísmo sofoca el de la defensa de la patria, en una palabra: si el
interés privado se prefiere al bien general, el noble sacudimiento de una
nación es la fuente más fecunda de todos los excesos y del trastorno del orden
social. Lejos de conseguirse entonces el nuevo establecimiento y la
tranquilidad interior del estado, que es en todos tiempos el objeto de los
buenos, se cae en la más horrenda anarquía, de que se siguen los asesinatos,
las venganzas personales y el predominio de los malvados sobre el virtuoso y
pacífico ciudadano. El caso y la fatalidad son las disculpas de la indiscreción
y la flaqueza. El hombre animoso hace salir a luz los ocasos para utilizarlos,
y sus enemigos son los que se rinden al yugo de la fatalidad. El que tiene gran
corazón, espíritu y alma elevada, manda a la fortuna, o más bien la fortuna no
es sino la reunión de estas cualidades poderosas, pero como su brillo amedrenta
al vulgo y excita la envidia, será feliz quien pueda hermanarlas con la
moderación que las hace excusables.
No
admiremos la Providencia ni desconfiemos de ella, recordando que de las
fatalidades más desastradas, saca las grandes e importantísimas lecciones que
determinan el destino del mundo. La mano dio luz al sol y a los astros, y hace
girar los cielos, humilla a veces los tronos, borra los imperios, así como
desde el polvo encumbra a lo sumo de la grandeza a un mortal desconocido,
demostrando al Universo que los mortales, los imperios, los tronos, los cielos
y los astros, son nada en comparación de su poder. Sentemos ante todo un
principio: la filosofía que reina en este siglo demuestra la ridiculez de la
grandeza y las contingencias a que está expuesta.
La
insubsistencia perpetua y continuada de la corona de España, lo está
evidenciando; la familia real envilecida, había ya dejado de serlo y perdido
sus derechos; el 25 de mayo de 1810, que hará célebre la memoria de los anales
de América, nos ha demostrado esto, pues hace veinte años, que los delitos y
las tramas de sus inicuos mandones y favoritos le iban ya preparando este
vuelco. Por mejor decir, no se la ha destronado ni derribado del solio, sino
que se la ha hundido debajo de las plantas; y jamás pudo presentarse a la
América del Sud oportunidad más adecuada para establecer una réplica sobre el
cimiento de la moderación y la virtud.
La
familia de los Borbones estaba en el suelo, y ninguno de sus cobardes amigos
acudió a tiempo a darle la mano; no era menester más que dejarla dormir y
olvidarla. Así, pues, cuando las pasiones del hombre andan sueltas, ¡cuán
horrible, pero cuán interesante, es el observarle! Entonces sale a lo claro lo
más escondido de su corazón, entonces la vista puede seguir por las vueltas y
revueltas de aquel laberinto inescrutable los estragos del odio, los arrebatos
de la ambición, el desenfreno de la codicia, los ímpetus de vanagloria y los
proyectos de engrandecimiento. Hay hombres de bien (si cabe en los ambiciosos
el serlo) que detestan verdaderamente todas las ideas de los gobiernos
monárquicos, cuyo carácter se les hace terrible, y que quisieran, sin
derramamiento de sangre, sancionar las verdaderas libertades de la patria; no
profesan los principios abominables de los turbulentos, pero como tienen
talento, algunas virtudes políticas, y buen crédito, son otro tanto más de
temer; y a éstos sin agraviarlos (porque algún día serán útiles) debe
separárselos; porque, unos por medrar, otros por mantenerse, cuáles por
inclinación a las tramas, cuáles por la ambición de los honores, y el menor
número por el deseo de la gloria, o para hablar con más propiedad, por la
vanidad de la nombradía, no son propios por su carácter para realizar la grande
obra de la libertad americana, en los primeros pasos de su infancia.
A
la verdad, me rebajaría de mi carácter y del concepto que se tiene formado
hacia mi persona si negase los obstáculos e inconvenientes que atropellando mis
deseos desconsolaban mi ánimo, aunque concebía algunas veces medios para
allanarlos. Otros, en mi lugar, lejos de confundirse transformarían, como hace
la verdadera destreza, los obstáculos en medios, hollarían los estorbos, y aun
los procurarían para complacerse en superarlos; en fin, yo titubeé en medio de
las mayores dificultades, temiendo el empezar, y ansiando el acabar, excitado
por mi adhesión a la Patria, contenido por los escrúpulos y agitado entre la
esperanza del éxito y el temor del malogro. En esta virtud, habiéndome hecho
cargo de todo, resolví entregarme a la marea de los acontecimientos, porque las
empresas arduas siempre presentan grandes dificultades, y, por consiguiente,
grandes remedios; pues huir cuando se va a dar la batalla, no sólo es cobardía
sino aun traición; y en este estado me puse en manos de la Providencia, a fin
de que dirigiese mis conocimientos acerca de la causa más justa y más santa,
pues si se malograse el fruto de mis intentos, la recompensa, creo, quedaría
cifrada en la gloria de haberlos emprendido.
En
cuya atención y consecuencia, la sensibilidad y una extremada energía son los
elementos más grandes de la naturaleza y los más propios para realizar una
grande obra, porque entonces los ánimos generosos se desenvuelven en medio de
las más horrorosas tempestades, aumentando sus fuerzas a proporción de los
peligros que los amenazan, y consiguientemente unos hombres de este corazón son
capaces de las acciones más heroicas, y aun de conducir con su política las
tramas más largas y formales, donde se cifre la vida de un hombre y el destino
de un estado.
No
se me podrá negar que en la tormenta se maniobra fuera de regla, y que el
piloto que salva el bajel, sea como fuere, es acreedor a las alabanzas y a los
premios; este principio es indudable, máxime cuando se ciñe a la necesidad
absoluta como único medio para la consecución de lo que se solicita. Las
máximas que realizan este plan y hago presentes son, no digo las únicas
practicables, sino las mejores y más admisibles, en cuanto se encaminen al
desempeño y gloria de la lid en que estamos tan empeñados. ¿Quién dudará que a
las tramas políticas, puestas en ejecución por los grandes talentos, han debido
muchas naciones la obtención de su poder y de su libertad?
Muy
poco instruido estaría en los principios de la política, las reglas de la
moral, y la teoría de las revoluciones, quien ignorase de sus anales las
intrigas que secretamente han tocado los gabinetes en iguales casos: y,
¿diremos por esto que han perdido algo de su dignidad, decoro y opinión pública
en lo más principal? Nada de eso: los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que
se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice.
En
el orden moral, hay ciertas verdades matemáticas en que todos convienen, así
como todos admiten los hechos incontestables de la física. Pregúntesenos a cada
uno qué figura tiene el sol, y responderemos unánimes que redonda;
pregúntesenos también sobre los bienes de la esclavitud y males de la libertad,
y nos parecerán éstos preferibles a aquéllos, porque siendo poco numerosos unos
y otros, queremos naturalmente la mayor suma de bienes, de la cual sólo hay que
separar una cantidad pequeña de males.
Pero
cuando vengamos a los medios de formar la mayor suma de estos bienes, y la
segregación más considerable de estos males, entonces falta la unanimidad, el
problema divide las opiniones y los debates comienzan. Tal sería el estado en
que nos encontraríamos, si no nos uniesen generalmente los intereses de la
Patria; ¿y quién de vosotros, señores, sería capaz de poner en cuestión la
libertad y felicidad de ella, no teniendo sino unos conocimientos superficiales
de las causas secretas de la revolución? ¿ Acaso se necesitó más fortaleza el
25 de mayo de 1810, para derribar los colosos de la tiranía y despotismo; que
se necesita para erigir los cimientos de nuestro nuevo edificio?
Desembarácese
el suelo de los escombros, quiero decir; concluyamos con nuestros enemigos,
reformemos los abusos corrompidos y póngase en circulación la sangre del cuerpo
social extenuado por los antiguos déspotas, y de este modo se establecerá la
santa libertad de la Patria. Y en consecuencia creería no haber cumplido, tanto
con la comisión con que se me ha honrado, como con la gratitud que debo a la
Patria, si no manifestase mis ideas según y como las siente el corazón más
propias, y los conocimientos que me han franqueado veinticinco años de estudio
constante sobre el corazón humano, en cuyo, sin que me domine la vanidad, creo
tener algún voto en sus funciones intelectuales; y por lo contrario, si
moderando mis reflexiones no mostrase los pasos verdaderos de la felicidad,
sería un reo digno de la mayor execración; y así no debe escandalizar el
sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda
costa, aun cuando tengan semejanza con las costumbres de los antropófagos y
caribes.
Y
si no, ¿por qué nos pintan a la libertad ciega y armada de un puñal? Porque
ningún estado envejecido o provincias, pueden regenerarse ni cortar sus
corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre. Hablemos con franqueza: hasta
ahora sólo hemos conocido la especulativa de las conspiraciones, y como tal
cuando tratamos de pasar a la práctica nos amilanamos.
Pues
no; no son éstas las lecciones que nos han enseñado y dado a conocer los
maestros de las grandes revoluciones; fíjese la vista sobre los anales de las
historias del Norte, de la Francia, etc., y aun de la misma España, y se
observará las tramas y astucias políticas, únicamente dirigidas a conseguir por
todo camino aquellos fines a que han aspirado. Se ha repetido muchas veces, que
la necesidad es madre de la industria, y que su carácter halagüeño, pintado con
los bellos colores de una filosofía sutil, invierte su estudio y destreza por
medio de la seducción y la intriga, teniendo a veces su origen más o menos
noble, según las circunstancias.
Últimamente,
demos un carácter más solemne a nuestro edificio, miremos sólo a la Patria, y
cuando la Constitución del Estado afiance a todos el goce legítimo de los
derechos de la verdadera libertad, en práctica y quieta posesión, sin consentir
abusos, entonces resolvería el Estado Americano el verdadero y grande problema
del contrato social; pues establecer leyes cuando han de desmoronarse al menor
ímpetu de un blando céfiro, depositándolas dentro de un edificio, cuyos
cimientos tan poco sólidos no presentan aún más que vanas y quiméricas
esperanzas, exponiendo la libertad de la Patria, la impotencia, que quizá al
menor impulso de nuestros enemigos, envolviéndonos en arroyos de sangre,
tremolen otra vez sobre nuestras ruinas el estandarte antiguo de la tiranía y
despotismo; y por la debilidad de un gobierno se malograría entonces las
circunstancias presentes, y más favorables a una atrevida empresa, que se
inmortalizaría en los anales de América, y desvanecidas nuestras esperanzas
seríamos víctimas del furor y de la rabia. Y en consecuencia de todo lo expuesto,
pasando ya a la exposición de los artículos que contiene la comisión de mi
cargo, por el orden y según instruye su contenido, dice:
Artículo 1°- En cuanto a la
conducta gubernativa más conveniente a las opiniones públicas, y conducente a
las operaciones de la dignidad de este Gobierno, debe ser las que instruyen las
siguientes reflexiones:
1ª
Sentado el principio que en toda revolución hay tres clases de individuos: la
primera, los adictos al sistema que se defienden; la segunda, los enemigos
declarados y conocidos; la tercera, los silenciosos espectadores, que
manteniendo una neutralidad, son realmente los verdaderos egoístas; bajo esta
suposición, la conducta del Gobierno en todas las relaciones exteriores e
interiores, con los puertos extranjeros y sus agentes o enviados públicos y
secretos, y de las estratagemas, proposiciones, sacrificios, regalos, intrigas,
franquicias y demás medios que sean menester poner en práctica, debe ser
silenciosa y reservada, con el público, sin que nuestros enemigos, ni aun la
parte sana del pueblo, lleguen a comprender nada de sus enemigos exteriores e
interiores podrían rebatirnos las más veces nuestras diligencias; lo segundo,
porque además de comprometer a muchos de aquellos instrumentos de quienes fuese
preciso valernos ocasionándoles su ruina, también perderíamos la protección de
tales resortes para en lo sucesivo, y lo que es más, la opinión pública; y lo
tercero, porque mostrando sólo los buenos efectos de los resultados de nuestras
especulaciones y tramas, sin que los pueblos penetren los medios ni resortes de
que nos hemos valido, atribuyendo éstos sus buenos efectos a nuestras sabias
disposiciones, afianzaremos más el concepto público, y su adhesión a la causa,
haciendo que tributen cada día mayor respeto y holocausto a sus representantes;
y así obviaremos quizá las diferentes mutaciones a que está expuesto el
Gobierno.
2ª
A todos los verdaderos patriotas, cuya conducta sea satisfactoria, y tengan
dado de ella pruebas relevantes, si en algo delinquiesen, que no sea concerniente
al sistema, débese siempre tener con éstos una consideración, extremada bondad:
en una palabra, en tiempo de revolución, ningún otro debe castigarse, sino el
de incidencia y rebelión contra los sagrados derechos de la causa que se
establece; y todo lo demás debe disimularse.
3ª En todos los empleos medios, después que se
hallen ocupados por éstos, la carrera de sus ascensos debe ser muy lenta,
porque conceptuando que el establecimiento radicado de nuestro sistema, es obra
de algunos años, todos aspirarían a generales y magistrados; y para obviar esto
deben establecerse premios, como escudos, columnas, pirámides, etc., para
premiar las acciones de los guerreros, y adormecer con estos engaños a aquellos
descontentos que nunca faltan, y exigen por su avaricia más de lo que merecen.
¿Pues en qué se perjudica a la Patria que un ciudadano lleve el brazo lleno de
escudos, ni que su nombre esté escrito en un paraje público, cuando de ello no
resulta gravamen al erario? Y así con éstos debe ser la conducta según y como
llevo referido.
4ª
Con los segundos debe observar el Gobierno una conducta muy distinta, y es la
más cruel y sanguinaria; la menor especie debe ser castigada, y aun en los
juicios extraordinarios y asuntos particulares debe siempre preferirse el
patriota, porque, siendo una verdad el ser amante a su patria, es digno a que
se le anteponga, y se forme de él no sólo el mejor concepto, sino que también
se le proporcione la mejor comodidad y ventajas: es lo primero; y lo segundo,
porque aprisionando más su voluntad, se gana un partidario y orador que forma
con su adhesión una parte sólida de su cimiento.
5ª
Igualmente con los segundos, a la menor semiprueba de hechos, palabras, etc.,
contra la causa, debe castigarse con pena capital, principalmente cuando
concurran las circunstancias de recaer en sujetos de talento, riqueza,
carácter, y de alguna opinión; pero cuando recaiga en quienes no concurran
éstas, puede tenerse alguna consideración moderando el castigo; pero nunca
haciendo de éstos la más mínima confianza, aun cuando diesen las pruebas más
relevantes y aun cuando se desprendiesen de la mitad de sus intereses, hasta
tanto no consolidar nuestro sistema sobre bases fijas y estables; que entonces
sí, a los que se hubiesen distinguido con servicios particulares se les debe
atender, y, formando de ellos el concepto a que son acreedores, participarles
el premio.
6ª
En los mismos términos, como la conducta de estos segundos y su adhesión
contraria a nuestra causa es radicalmente conocida, sin embargo, el Gobierno
debe, tanto en la Capital como en todos los pueblos, a proporción de su
extensión, conservar unos espías no de los de primer ni segundo orden, en
talentos y circunstancias, pero de una adhesión conocida a la causa, a quienes
indistintamente se les instruya bajo de secreto, comisionándolos para que
introduciéndose con aquellas personas de más sospecha, entablando
comunicaciones, y manifestándose siempre de un modo contrario de pensar a la
causa que se defiende, traten de descubrir por este medio los pensamientos de
nuestros enemigos y cualesquiera tramas que se pudieran intentar; y a éstos
débese agraciarlos con un corto sueldo mensual, instruyéndolos como he
referido, bajo de ciertas restricciones que se les debe imponer; éstos no han
de obtener ningún empleo o cargo alguno, ni aun el de soldado, pues este solo
carácter sería suficiente para frustrar los intentos de este fin.
7ª Consiguientemente cuantos caigan en poder
de la Patria de estos segundos exteriores e interiores, como gobernadores, capitanes
generales, mariscales de campo, coroneles, brigadieres, y cualesquiera otros de
los sujetos que obtienen los primeros empleos de los pueblos que aún no nos han
obedecido, y cualesquiera otra clase de personas de talento, riqueza, opinión y
concepto, principalmente las que tienen un conocimiento completo del país,
situaciones, caracteres de sus habitantes, noticias exactas de los principios
de la revolución y demás circunstancias de esta América, debe decapitárselos lo
primero, porque son unos antemurales que rompemos de los principales que se
opondrían a nuestro sistema por todas caminos; lo segundo, porque el ejemplo de
estos castigos es una valla para nuestra defensa, y además nos atraemos el
concepto público; y lo tercero, porque la Patria es digna de que se le
sacrifique estas víctimas como triunfo de la mayor consideración e importancia
para su libertad, no sólo por lo mucho que pueden influir en alguna parte de
los pueblos, sino que dejándolos escapar podría la uniformidad de informes
perjudicarnos mucho en las miras de las relaciones que debemos entablar.
8ª
Últimamente la más mera sospecha denunciada por un patriota contra cualquier
individuo de los que presentan un carácter enemigo, debe ser oída y aun debe
dársele alguna satisfacción, suponiendo que sea totalmente infundada, por sólo
un celo patriótico mal entendido, ya desterrándolo por algún tiempo, más o
menos lejos del pueblo donde resida, o apropiándole otra pena, según la entidad
del caso, por un sinnúmero de razones que omito, pero una de ellas es para que
el denunciante no enerve el celo de su comisión, vea que se tiene confianza, y
se forma concepto de su persona.
9ª
En cuanto a los terceros individuos, también será de la obligación del Gobierno
hacer celar su conducta, y los que se conozcan de talento y más circunstancias,
llamarlos, ofrecerles, proponerles y franquearles la protección que tenga a
bien el Gobierno dispensarles, a proporción de empleos, negocios y demás, sin
dejar de atender a la clase de bienes que gozan y la cantidad de sus caudales y
trabas que los liguen, sin hacer nunca una manifiesta confianza hasta penetrar
sus intenciones y su adhesión, practicándose esto por aquellos medios que son
más propios y conducentes.
10ª
Asimismo la doctrina del Gobierno debe ser con relación a los papeles públicos
muy halagüeña, lisonjera y atractiva, reservando en la parte posible, todos
aquellos pasos adversos y desastrados, porque aun cuando alguna parte los sepa
y comprenda, a lo menos la mayor no los conozca y los ignore, pintando siempre
éstos con aquel colorido y disimulo más aparente; y para coadyuvar a este fin
debe disponerse que la semana que haya de darse al público alguna noticia
adversa, además de las circunstancias dichas, ordenar que el número de Gacetas
que hayan de imprimirse, sea muy escaso, de lo que resulta que siendo su número
muy corto, podrán extenderse menos, tanto en lo interior de nuestras
provincias, como fuera de ellas, no debiéndose dar cuidado alguno al Gobierno
que nuestros enemigos repitan y contradigan en sus periódicos lo contrario,
cuando ya tenemos prevenido un juicio con apariencias más favorables; además,
cuando también la situación topográfica de nuestro continente nos asegura que
la introducción de papeles perjudiciales debe ser muy difícil, en atención a
que por todos caminos, con las disposiciones del Gobierno debe privarse su
introducción.
11ª
Los bandos y mandatos públicos deben ser muy sanguinarios y sus castigos al que
infringiere sus deliberaciones muy ejecutivos, cuando sean sobre asuntos en que
se comprometan los adelantamientos de la Patria, para ejemplo de los demás.
12ª
Luego que algunos pueblos, tanto del Perú, como de la Banda Oriental hayan
sucumbido, se deben ocupar aquellos primeros empleos por sujetos que,
considerando en ellos alguna reputación y talento, podría servir de mucha
extorsión su asistencia en esta Capital; y por lo tanto debe separárselos con
esta política, a fin de obviar algunas convulsiones populares y mutaciones de
gobierno, a que está expuesta la Patria, por el partido de la ambición.
13ª También deben darse los grandes empleos,
como generales, etc., a sujetos en quienes puedan concurrir las mismas
circunstancias explicadas ya en la reflexión antecedente.
14ª
Asimismo, cuando los sujetos que empleados en los primeros cargos, como
gobernadores de los pueblos, jefes de divisiones, o generales, llegasen a
obtener una grande opinión y concepto, máxime los que gobiernan fuerzas, debe
precisarse con disimulo mandarlos de unos a otros o con cualquier otro
pretexto, llamándolos a la Capital, separarlos de sus encargos por algún
tiempo, haciendo variar sus comisiones después, a fin de que como son los que
manejan las fuerzas, ayudados de la opinión y concepto, no puedan cometer
atentados que comprometan la felicidad pública, de lo que causarían disensiones
intestinas y guerras civiles; lo mismo debe ejecutarse cuando la opinión y
concepto de los primeros empleados en todo ramo claudique en los pareceres
públicos, aunque sea sin causa verdadera, dándoles luego el Gobierno una satisfacción
secreta de las causas que han dado margen a retirarlos de sus empleos; y, sin
perjudicar su mérito, emplearlos en oportunidad con variación de destino.
15ª Siendo los magistrados, justicia,
tribunales y demás autoridades, el antemural y sostén de los respetos públicos,
donde algunas veces, cuando son ocupados por hombres corrompidos, y llenos de
vicios, se acogen los tumultuosos, prevaliéndose de la protección y respecto
para alguna trama, o deliberaciones; se debe precaver que dichos tribunales, justicias,
magistrados y demás empleos sean ocupados por personas de nuestra entera
satisfacción, quienes instruidos de nuestras ideas en la parte que les toque,
nos sean adictos para estorbar el apoyo de los ambiciosos y perturbadores del
orden público, y además prever cualquiera atentación contra las autoridades del
Gobierno, que resulte en perjuicio de la causa, observándose siempre la
política que debe guardarse con respecto a la reclamación pública, por opinión
y concepto; adoptándose, cuando no haya otro, el medio del mal el menos.
16ª A todos los oficiales y militares (no
siendo de aquellos muy conocidos que tengan acreditado ya su patriotismo), no
debe despreciárselos y acomodándolos despacharlos fuera de la Capital, a las
campañas del Perú, o la Banda Oriental.
17ª
En los mismos términos, débese sin recelo dar empleos a todos los extranjeros,
según el mérito o talento de cada uno, pues es creíble que éstos si no por
patriotismo, a lo menos por el interés que les resulte, serán fidedignos en la
confianza que de ellos se haga.
18ª
Por consiguiente, el Gobierno debe tratar, y hacer publicar con la mayor
brevedad posible, el reglamento de igualdad y libertad entre las distintas
castas que tiene el Estado, en aquellos términos que las circunstancias exigen,
a fin de, con este paso político, excitar más los ánimos; pues a la verdad
siendo por un principio innegable que todos los hombres descendientes de una
familia están adornados de unas mismas cualidades, es contra todo principio o
derecho de gentes querer hacer una distinción por la variedad de colores,
cuando son unos efectos puramente adquiridos por la influencia de los climas; influencia
de los climas; este reglamento y demás medidas son muy del caso en las
actualidades presentes.
19ª
En la misma forma debe tratarse sobre el reglamento de la prohibición de la
introducción de la esclavatura, como asimismo de su libertad, con las
circunstancias que tenga a bien establecerla, pero siempre protegiendo a
cuantos se acojan a nuestras banderas, declarándolos libres, a los unos, si sus
amos fueren del partido contrario, y a los otros, rescatándolos con un tanto
mensual de los sueldos que adquieran en la milicia, para de esta forma no
descontentar a sus amos, pues es evidente que tocando al hombre en sus
intereses claudica no sólo el patriotismo sino la buena fe y demás
circunstancias que lo adornan; lo que me franquea decir que si los fondos del
erario fueran suficientes para los gastos del Estado, hasta radicar su
establecimiento, yo respondería con mi cabeza de la seguridad de nuestra
libertad, en la mitad del tiempo que de otra manera necesitaremos.
20ª
Últimamente, el misterio de Fernando es una circunstancia de las más
importantes para llevarla siempre por delante, tanto en la boca como en los
papeles públicos y decretos, pues es un ayudante a nuestra causa el más
soberbio; porque aun cuando nuestras obras y conducta desmientan esta
apariencia en muchas provincias, nos es muy del caso para con las extranjeras,
así para contenerlas ayudados de muchas relaciones y exposiciones políticas,
como igualmente para con la misma España, por algún tiempo, proporcionándonos,
con la demora de los auxilios que debe prestar, si resistiese, el que vamos
consolidando nuestro sistema, y consiguientemente nos da un margen absoluto
para fundar ciertas gestiones y argumentos, así con las cortes extranjeras,
como con la España, que podremos hacerles dudar cuál de ambos partidos sea el
verdadero realista; estas circunstancias no admiten aquí otra explicación, por ser
muy extensa, y fuera del orden a que se propone este plan, cuyas máximas daré
por separado en otras instrucciones, luego que concluya la obra que trata de
éstas y otras, titulada: Intereses generales de la Patria y del Estado
Americano; además, que aun para atraernos las voluntades de los pueblos,
tampoco no sería oportuno una declaración contraria y tan fuera de tiempo,
hasta que radicalmente no sentemos nuestros principios sobre bases fijas y
estables y veamos los sucesos de la España la suerte que corren.
Artículo 2° - En cuanto al
medio más adecuado y propio a la sublevación de la Banda Oriental del Río de la
Plata, rendición de la plaza de Montevideo y demás operaciones a este fin, son
las siguientes:
1ª
En cuanto a los principios de esta empresa, son muy vastos y dilatados, no los
principios ni los medios, sino los fines de sus operaciones, porque, a la
verdad, es la plaza de Montevideo el único baluarte que considero se opondrá en
gran parte a nuestros designios, mediante a que no se logró ya el golpe premeditado,
conforme se proyectó el día 12 de agosto del presente año, bajo la dirección
del comandante de infantería ligera de aquella plaza, don Prudencio Murgiondo,
y máxime cuando no tenemos una marina capaz y superior a la que tiene la plaza
de Montevideo, que entonces bloqueándola por mar y estrechándola por tierra con
una fuerza suficiente, evidentemente aseguro que no necesitaríamos, en caso
semejante, más planes y combinaciones para su rendición; pero, como la suerte
no cuadra completa, es preciso no abandonándonos, premeditar los medios más
conducentes.
2ª
En esta inteligencia, sentado por principio innegable que una grande obra nunca
se comenzó por sus extremidades, y que cuanto más sólido es su cimiento, más
perfecta es su conclusión: en esta virtud, no es el golpe el que debe dirigirse
primero a la plaza de Montevideo, es realmente a los pueblos de su campaña, y
en esta suposición, es más fácil disuadir y persuadir a diez que a ciento, y
batir a veinte mil individuos detallados que a diez mil en masa; en
consecuencia de estas exposiciones, habiéndose comunicado ya a los Comandantes
militares y Alcaldes de los pueblos de la Banda Oriental el anuncio de la
instalación de la junta Gubernativa, a nombre del señor don Fernando VII, en
esta Capital, es preciso que se capte la voluntad de aquéllos y de los
eclesiásticos de todos los pueblos, ofreciéndoles la beneficencia, favor y
protección, encargándoles comisiones y honrándolos con confianza y aun con
algunos meros atractivos de interés, para que, como padres de aquellos pequeños
establecimientos, donde se han dado a estimar, hecho obedecer y obtenido
opinión, sean los resortes principales e instrumentos de que nos valgamos, para
que la instrucción de nuestra doctrina sea proclamada por ellos, tenga la atención
y el justo fruto que se solicita.
3ª
Además, debe pedirse a los alcaldes, comandantes y curas de los pueblos, unas
listas de los sujetos más capaces y de más probidad, talento y respeto, con las
demás circunstancias de sus caudales y clases de ellos, que sean capaces de
poderlos ocupar en asuntos del servicio, y en la misma forma a éstos se les
debe agasajar y atraer, despachándoles títulos de oficiales, y proveyendo en
ellos algunos cargos de los que se supriman a aquellos que no sean de la opinión
de los pueblos, pidiéndose al mismo tiempo a dichas justicias una relación de
todos los europeos, y sus circunstancias, los que obtienen encargos o no, y los
que son o dejan de ser del concepto y opinión pública.
4ª
Luego, inmediatamente, debe determinarse que los alcaldes, partidarios y demás
jueces de la campaña publiquen por bando, con toda forma la más solemne, que se
les remitirá de este Gobierno, la disposición de que todos los desertores, de
cualquier regimiento, tiempo y cualesquiera circunstancias que hayan precedido
al tiempo de su deserción, presentándose dentro de un término fijado, serán
indultados y perdonados, abonándoles su tiempo y borrándoles de sus filiaciones
toda nota, si quisieren continuar en el servicio; y para el efecto serán despachados
a esta Capital, con una papeleta, por el juez del partido donde se hubieren
presentado, costeándoles su viaje de los fondos de arbitrios de los mismos
pueblos.
5ª
En la misma forma, como he referido, debe irse haciendo publicar las demás
providencias con alguna lentitud, sin mostrar de golpe el veneno a los pueblos
envejecidos en sus costumbres antiguas; y así, luego deben de hacerse fijar
edictos en todos los pueblos y su campaña, para que cualquiera delincuente de
cualquiera clase y condición que haya sido su delito, y que hubieren causas
abiertas en los respectivos tribunales, presentándose y empleándose en servicio
del Rey, quedarán exentos de culpa, pena y nota, entregándoseles las mismas
causas para que no quede indicio alguno, bajo el concepto de que a cada uno se
le empleará conforme a sus talentos y circunstancias; y en este caso, se
previene a los alcaldes y demás jueces remitan una información del concepto que
entre la gente vaga y ociosa tiene cada individuo de éstos, igualmente de su
valor, influencia que tienen, talento y conocimientos campestres, para
distinguirlos en los puestos de oficiales y otros cargos; que a éstos y otros
muchos de quienes es preciso valernos, luego que el Estado se consolide se
apartan como miembros corrompidos que han merecido la aceptación por la
necesidad.
6ª Al mismo tiempo de darse estos pases, deben
mandarse algunos agentes a cada pueblo, de conocimiento y con las instrucciones
necesarias que sean del caso, sin que propaguen de golpe las especies de su
misión, mandándolos recomendados a las casas más principales, y de los jueces,
tanto para observar la conducta de éstos, como para sembrar la benevolencia y
buenas disposiciones del nuevo gobierno, lo justo de él, su actividad en los
negocios, los fines santos de conservar a nuestro Soberano el preciso destino
de la América del Sud, la felicidad que nos promete, la igualdad y demás
beneficios de un gobierno sabio y benéfico; pero al mismo tiempo pintándoles la
lucha de nuestra España, el gran poder de Napoleón, las pocas disposiciones y
recursos y la ninguna esperanza que le quedan a la infeliz España, de cuyos
resultados será indispensable su total exterminio; y que los debates de algunos
pueblos de lo interior con la Capital, son sólo procedidos de la avaricia y ambición
al mando, queriendo negarle un derecho tan antiguo y de preferencia; suponiendo
al mismo tiempo que se dirigían las miras de aquellos antiguos gobernantes
hacia la entrega a Napoleón, y esto siempre con Fernando en la boca, que
igualmente el haber quitado algunos jefes y castigándolos, es porque
habiéndoseles encontrado contestaciones con la Francia, trataban de intrigar y
adherir hacia las miras inicuas de Napoleón: y que relativo a estas
consecuencias, se había descubierto que las tropas que se habían desarmado en
el año de 809, fue ya con designio de apocar las fuerzas y extenuar el Estado,
con relación a las miras de entrega, cuyas tropas trataba el nuevo gobierno de
volver a armar bajo de mejor pie y disciplina; éstas y otras disposiciones políticas
daré por separado en la obra anunciada, pues éste sólo es un bosquejo de lo que
debe observarse, y a estos agentes debe señalárseles un sueldo competente para
la subsistencia, con la esperanza de atender sus servicios oportunamente.
7ª Puesta la campaña en este estado, y
surtiendo el efecto que se promete por el régimen de estas operaciones,
llenándola de papeles públicos, seductivos y lisonjeros, que deben remitirse
todas las semanas, y captados los ánimos de sus habitantes, sería muy del caso
atraerse a dos sujetos por cualquier interés y promesas, así por sus
conocimientos, que nos consta son muy extensos en la campaña, como por sus
talentos, opinión, concepto y respeto, como son los del capitán de dragones don
José Rondeau y los del capitán de blandengues don José Artigas; quienes, puesta
la campaña en este tono, y concediéndoseles facultades amplias, concesiones,
gracias y prerrogativas, harán en poco tiempo progresos tan rápidos, que antes
de seis meses podría tratarse de formalizar el sitio de la plaza, pues al
presente, para emprender estas ideas, no deben hacerse con una fuerza armada,
por lo que puede argüir la maldad de algunos genios, cuando esta empresa no
ofrece ningún riesgo y nos consta muy bien que las fuerzas de Montevideo no
pasan de ochocientos hombres, y que todavía allí no se han tomado providencias
para armar a sus habitantes, y que su gobernador es tan inepto, que ni aun es
para gobernarse a sí mismo, y que dicha guarnición no es ni suficiente para
guardar la plaza de los atentados que nuestro partido pudiera emprender, por
los recelos que deben causarle nuestras observaciones.
8ª
Además, teniendo, como he dicho, espías en los pueblos, comunicando éstos todas
las noticias particulares y verdaderas que ocurran de cualquiera clase que
sean, debe también tener el Gobierno en esta Capital seis u ocho sujetos que se
empleen en escribir cartas anónimas, ya fingiendo o suplantando nombres y
firmas supuestas, tanto para la plaza de Montevideo, como para la campaña, en
que su contenido, v. gr., sea el siguiente: Debe suponerse, en su sentido, que
se ha recibido cartas de alguien, a quien se contesta; en ellas se ha de
expresar el acuse de recibo de aquellas noticias que se han tenido verdaderas,
por los agentes, para dar un color sublime a la apariencia, suponiendo
igualmente diversidad de impostura, ya de que queda orientado, de que le
comunicará todas las operaciones públicas y secretas, o ya de que conoce su
patriotismo acerca de la causa de la Patria, de cuyo queda satisfecha el
Gobierno, o ya de ofertas que se suponga haya hecho, y otras cartas sean
mandadas por diferentes conductos, cuando se proporcione, con encargo reservado
de manifestarlas y hacerlas interceptar por los gobernadores, satélites y demás
justicias de Montevideo, ya porque por el tribunal de vigilancia o por el
gobierno, han de ser abiertas, las cuales con apariencias de unas
demostraciones tan convincentes, por muchas razones que expongan aquellos
sujetos a quienes se dirigen dichas cartas, y aunque juren no conocer semejantes
firmas, y protesten que son imposturas, últimamente, por muchos alegatos que
expongan, nunca podrá dejar el gobierno de parar su atención, y mirarlos como
sospechosos, cuando aparezcan a la vista comprobados unos datos tan positivos
con cosas verídicas, como, v. gr., el acuse de noticias y disposiciones que el
gobierno y las justicias han tomado de antemano, real y verdaderamente, siendo
conforme lo pintan las cartas; de aquí resulta además que por mucho que se le
oculte al pueblo, no puede dejar éste de trascender algo, y por cuya
combinación indisponemos de esta forma los ánimos del populacho con los de
aquellos sujetos de más carácter y caudales, a quienes se haya enviado algunas
de aquellas cartas, que podrían servir y ayudarles en su empresa y con sus
talentos o bienes, los que viéndose vilipendiados y calumniados, no harán una
mitad de lo que podrían hacer en favor de aquélla, y, tal vez, algunos,
enconados sus espíritus, abandonando o trayéndose consigo la parte de sus
bienes que puedan salvar, en las ocasiones que haya proporción, tomen el
partido de salirse afuera de la plaza, y venirse a nuestros territorios; de lo
que resulta infinidad de adelantamientos con esta propagación de imposturas, y
que cuantos más hombres de caudales y adictos tengamos, más recursos se nos
presentan, y a nuestros enemigos muchos menos. Para estos ardides nos franquea
un margen absoluto la diversidad de opiniones y divisiones en que están las
familias, pues unas son de un bando, otras de otro; y, por lo tanto, se deben escribir
las cartas de padres a hijos, de tíos a sobrinos, de mujeres a maridos, etc., y
además por este orden, con cuya idea no puede dudarse, logremos dividir los
ánimos e indisponerlos de tal manera que quizá causemos disensiones y
convulsiones populares, de que podemos sacar mucho fruto, sembrando entre ellos
mismos la semilla de la discordia y desconfianza.
9ª
Las cosas, en el estado que la antecedente reflexión menciona, presentan ya
ocasiones que no deben desperdiciarse, mandando inmediatamente a los pueblos
del Uruguay y demás principales de la campaña, una fuerza de quinientos a
seiscientos hombres con oficiales, sargentos, cabos y demás, para que sirviendo
de apoyo se vayan organizando en los mismos pueblos algunos escuadrones de
caballería y cuerpos de infantería, teniéndose presente el haberse atraído ya a
nuestro partido honrándolos con los primeros cargos, a un Barde, negro, a un
Baltasar Bargas, o a los hermanos y primos de Artigas, a un Benavídez, a un
Vázquez, de San José, y a un Baltasar Ojeda, etc., sujetos que, por lo conocido
de sus vicios, son capaces para todo, que es lo que conviene en las
circunstancias, por los talentos y opiniones populares que han adquirido por
sus hechos temerarios: y después de éstos aquellos de quienes se tenga informe
por los jueces, y lo que éstos mismos propongan, para que yéndose formando
algunos cuerpos de tropas e instruyéndose en el arte militar, mandándoles de
aquí todo lo que fuera menester, se alisten y comiencen a hacer algunas
correrías, y a hacerse obedecer a la fuerza, y no a las consideraciones.
10ª
Ya alarmados los pueblos y unidas las fuerzas en masa, mandando de aquí los
jefes y una mitad de oficiales, a lo menos, de los más instruidos, que se
hallan agregados en los tercios de esta Capital, uniformándolos y pagándoles
sus sueldos corrientes, se podrá comenzar a invadir y adelantar terreno hacia
la plaza de Montevideo, para ir alarmando, y protegiendo el sistema de aquellos
pueblos inmediatos que están bajo la garantía de aquélla, proveyéndoles al mismo
tiempo de trenes, tiendas de campaña y demás necesario.
11ª
Ya en este caso, ningunos podrán ser más útiles para los adelantamientos de
esta empresa, que don José Rondeau, por sus conocimientos militares adquiridos
en Europa, como por las demás circunstancias expresadas, y éste para general en
jefe de toda la infantería; y para la caballería, don José Artigas, por las
mismas circunstancias que obtiene con relación a la campaña; y verificándose
estas ideas, luego inmediatamente debe de mandarse de esta Capital el número de
tres a cuatro mil hombres de tropa arreglada, con la correspondiente plana
mayor de oficiales para el ejército, de conocimientos, talentos y adhesión a la
Patria, con el plan de combinaciones y operaciones militares que deben observar,
con las amplias facultades de obrar en todo lo demás según les pareciere más
adecuado a sus conocimientos y circunstancias. Nota. -Queda de mi cargo
presentar un plan de las instrucciones militares que deben regir las
operaciones de la campaña que se haga para la rendición de Montevideo, con
todas las circunstancias más posibles para asegurar toda su campaña a nuestro
favor en poco tiempo.
12ª
Los hacendados que por seguir el partido contrario abandonasen sus casas,
criados y haciendas, se les llamará por edictos públicos, y si a los terceros
no compareciesen, se considerarán sus haciendas, ganados, caballadas y demás
que sean de su pertenencia, como bienes legítimos de la patria y servirán para
la manutención del ejército en la dicha campaña.
13ª
Además, con las proclamas seductivas, halagüeñas y lisonjeras con las frases de
Libertad, Igualdad y Felicidad, se les estimulará a que concurran los vecinos
de la Banda Oriental con aquellos auxilios de carros, carretas, caballadas,
boyadas y otros que sean menester para el tránsito y conducción de las
divisiones del ejército en sus marchas, entusiasmándolos con papeles y
certificados de buenos servidores, que se les dará por los jefes de
destacamentos y demás oficiales a quienes auxiliasen, a nombre del Gobierno Superior,
mandándose de aquí en medios pliegos de papel, documentos impresos, dejándose
los correspondientes blancos para llenarlos con las correspondientes
circunstancias que sean del caso, y si se denegasen a prestar aquellos auxilios
correspondientes, se les hará comprender que se les tendrá por malos servidores
y sospechosos a la causa que se defiende.
14ª Luego, en el acto de rendirse la plaza de
Montevideo, todo buque grande y pequeño, y cualquier flotante de cualquier
clase y condición que sea, no siendo inglés, portugués, americano, o de otra
cualquier nación de las amigas o neutrales, o de individuos que tengan dadas
pruebas de adhesión a la causa, por hechos u otras circunstancias, aun cuando
existan dentro de la plaza de Montevideo, todos los demás serán confiscados a
beneficio del Estado, comprendiéndose asimismo todo buque español que se halle
en la bahía de dicho puerto, con sus cargamentos y resultados, aun cuando sean
sus dueños individuos que justifiquen no haber intervenido en favor ni en contra,
mediante a que son los principales enemigos contra quienes hacemos la guerra,
en defensa de nuestra libertad.
15ª
Todas las fincas, bienes raíces y demás de cualquiera clase, de los que han
seguido la causa contraria, serán secuestrados a favor del erario público;
igualmente los bienes de los españoles en quienes concurran las circunstancias
expresadas en la reflexión antecedente.
16ª
Igualmente deben ser secuestrados todos los bienes de todos los individuos de
cualquiera clase y condición que sean, que se hayan hallado dentro de la plaza
de Montevideo, al tiempo de su asalto o evacuación, exceptuando los de aquellos
que dejo explicados ya en la reflexión número 14; y en la misma forma será
exceptuada la parte de bienes que toque a los hijos o herederos forzosos de los
individuos que se hayan encontrado dentro de la plaza y que les quepa la fuerza
de la ley, si aquéllos han seguido nuestra causa, en servicio o no, habiéndose
hallado fuera de la plaza, dándoles y poniéndolos en posesión de la parte que les
toque, se confiscará la parte paterna o materna, y si madre o padre se hubiesen
hallado también fuera de la plaza, sólo se confiscará la parte que pertenezca a
aquella persona que teniendo derecho forzoso, se hubiese hallado dentro de la
plaza, y consiguientemente se deja entender que no podrán ser decomisados
ningunos bienes que estando dentro de la plaza pertenezcan a alguien que no
exista en ella, y los que hubiesen sido vendidos o embargados por el gobierno
de Montevideo, será nula y de ningún valor su venta, y serán devueltos a sus
legítimos dueños, sufriendo este quebranto el que hubiese comprado.
17ª Serán desterrados todos los españoles y
patricios y demás individuos que no hayan dado alguna prueba de adhesión a la
causa con antelación, y los extranjeros, si estando avecindados no justificasen
haberse mantenido neutrales, y serán conducidos a los destierros de Malvinas,
Patagones, y demás destinos que se paliasen por conveniente.
18ª
Todos los que después de sufrir la pena de secuestro en la parte que le toque
no quisiesen sufrir la de destierro, que será de quince años, y fuesen aptos
para servir a la Patria en los ejércitos, se les alistará, si voluntariamente
quisieren, teniéndose esta consideración con aquellos en quienes hayan
concurrido algunas circunstancias de atención, que con aquellos, en quienes no
concurran ningunos miramientos ni hayan concurrido, se les alistará en los
ejércitos, detallándolos en diferentes regimientos, y será por el término de
quince años el tiempo de su empeño. Los que no queriendo alistarse
voluntariamente de los ya referidos, siendo aptos, sin achaques, ni
imposibilidad alguna por edad ni otras circunstancias, serán destinados a los
trabajos públicos; y los que por imposibilidad, achaques o edad no fuesen
aptos, éstos serán conducidos a los referidos destierros para que cumplan
únicamente su tiempo, sin agobiarles con prisiones ni trabajo alguno y
manteniéndolos con la ración competente y demás necesario a las circunstancias
que han concurrido en sus personas, por cuenta de los fondos públicos.
19ª
Consiguientemente, con los gobernadores, jefes de la plaza, plana mayor y demás
magistrados y sujetos en quienes concurran las circunstancias expresadas en la
reflexión 7°, artículo 1ª, mediante a las causas que dicha reflexión instruye,
se procederá con arreglo a ella en todas sus partes.
20ª Después de tomar este orden los
acontecimientos, se pasará a tratar sobre las órdenes que sean concernientes
para aunar y tripular los buques que fueren aptos para respeto, defensa y demás
operaciones que fueren necesarias, no tripulándolos con marina española, para
precaver cualquier accidente; e igualmente se procederá por comisiones, que se
nombrarán por el Superior Gobierno, a la realización de los remates de bienes,
fincas, raíces, despachándose para el efecto noticias a lo interior de los
pueblos, de sus cantidades o especies, para los que quisieren entrar a los
remates, por pequeñas o grandes partes, exceptuándose esta cláusula con los
bienes que no sean movibles. En la obra anunciada daré más pormenores, otras
máximas de las que pueden ser conducentes a este artículo.
Artículo 3° - En cuanto al
método de las relaciones que las Provincias Unidas deben entablar secretamente
en la España para el régimen de nuestra inteligencia y gobierno, es el
siguiente:
1ª
Deben de recogerse por la Excelentísima Junta, tanto del Cabildo de esta
Capital, como de todos los de la Banda Oriental y demás interiores del
Virreinato, actas o representaciones que los dichos pueblos hagan a la
autoridad que actualmente manda en los restos de la España, en cuyas deben
expresar las resoluciones y firmeza con que, poniendo todos los medios
posibles, se desvelan para conservar los dominios de esta América para el señor
don Fernando VII y sus sucesores, a quienes reconocen y reconocerán fiel y
verdaderamente en vista de la peligrosa lucha, y que sus intenciones y fines
legítimos no son ni serán otros; que cualquier especie o informes dados por
algunos jefes, será una impostura que harán por fines privados; que el haberlos
suspendido de sus encargos ha sido por demasiado celo de los pueblos, a cuya
voz han tenido que sucumbir, considerándolos a éstos como miembros creados por
el antiguo gobierno corrompido, llenos de vicios y traidores, además de otros
justos motivos que les han asistido por incidentes y pruebas de infidelidad e
intrigas, de cuyos acontecimientos reservan, para su debido tiempo, documentos
justificativos y originales; que la América nunca se halló en tanta decadencia
como en el presente, por la poca energía y mal gobierno: que el haber desarmado
las autoridades de la Capital el año antecedente los cuerpos o tercios que se
hallaban sobre las armas de los europeos, bajo de otros pretextos que entonces
se fingieron, y retirado la mayor parte de las milicias que igualmente se
hallaban en servicio, ha sido descubierta esta trama, que no fue sino con
concepto hacia las miras capciosas que la autoridad reservaba, de entregar
estos países a Francia, según las correspondencias que se han descubierto con
ésta; que desde el gobierno del último virrey se han arruinado y destruido
todos los canales de la felicidad pública, por la concesión de la franquicia
del comercio libre con los ingleses, el que ha ocasionado muchos quebrantos y
perjuicios; que igualmente disensiones populares en algunos pueblos son
únicamente la causa de que dividiéndose las opiniones quieren negar no
solamente la obediencia a la Capital, sino aun a los mismos magistrados de sus
pueblos, por cuya circunstancia se han tomado las precauciones del envío de
algunas tropas a ellos para castigar a los rebeldes que, queriendo formar
partidos a la capa de los antiguos magistrados, siembran especies seductoras,
para perpetuar en el mando a sus favoritos; también debe hacerse presente
cuantos vicios y tachas hayan tenido los antiguos magistrados, exagerándolas en
la más debida forma.
2ª
En esta inteligencia, todas las representaciones de los cabildos, bajo éstas y
otras circunstancias de las cuales se les instruirá, deben ser todas unánimes y
conformes en el sentido literal de sus contenidos, con la diferencia de las
circunstancias que cada una de ellas tengan que añadir con respecto a la
conducta privada de sus gobernantes, sin omitir de instruir igualmente a todos
los cabildos de los papeles públicos que Liniers y Cisneros dieron a luz, en
los cuales se contenían aquellas proclamas que causaron tantas agitaciones;
como de todas las referidas tramas del referido Liniers, cuando la capitulación
con los ingleses, de las circunstancias precedidas con el emisario francés que
mandó Napoleón, y su correspondencia con éste por medio de don Juan Perichón.
En fin, debe ponerse en práctica cuanto sea concerniente a entretener y dividir
las opiniones en la misma España y haciendo titubear y aparentar por algún
tiempo hasta que nuestras disposiciones nos vayan poniendo a cubierto.
3ª
En los mismos términos, deben todos los cabildos hacer presente la energía y lo
justo del nuevo gobierno, el que se esmera en fomentar las artes, agricultura e
industria, para cuyo efecto se toman con la mayor actividad las providencias,
de cuyas se esperan sean muy felices sus resultados; que igualmente se va
creando un número suficiente de tropas bajo la exacta disciplina, a fin de
poner a cubierto estos preciosos países de alguna tentativa por el tirano de la
Europa, cuyo número de ellas no bajará de veinte a veinticinco mil hombres; que
asimismo se trata del fomento de los minerales de oro y plata, cuyos resultados
serán pruebas fidedignas, luego que se cubran los gastos que la mutación del
gobierno ha causado, mandando los socorros que sean posibles para ayuda de la
lucha contra el tirano de la Nación.
4ª
Estas y otras clases de exposiciones por diferentes estilos, de los varios
acontecimientos y casos que favorezcan nuestras ideas, deben ser pintadas y
expuestas con viveza y energía, doradas al mismo tiempo con el sublime don de
la elocuencia, acompañadas con algunos datos y documentos positivos, que
reunidas con la unión de votos e informes de unas tan vastas provincias, ¿qué
carácter no deben imprimir y qué fuerza no deben de hacer un cúmulo de
combinaciones con todas las formalidades del derecho?
5ª
En la misma forma y dirigidas al mismo fin, en iguales términos, deben
acompañar expedientes de cada pueblo, informados por treinta, cincuenta o cien
de los sujetos más conocidos y condecorados, ya por sus negocios, riqueza u
otras circunstancias, a que ninguno será capaz de negarse, cuando no hay un
principio conocido y radical de nuestro fin, cuando además el terror les
obligará a estas declaraciones, y reuniéndose todas estas circunstancias en la
forma expresada, deben mandarse por una comisión secreta de tres hasta cinco
individuos que sean de talento, que atesoren el don de la palabra, y
últimamente que sean adornados de todas las cualidades necesarias para que
presentados a la autoridad suprema que en la actualidad gobierna, representen
con el mayor sigilo los fines de su comisión y documentos que acompañen, y,
sorprendiéndola de esta suerte, conseguiremos que nuestros enemigos no
antepongan sus influjos y gestiones hasta que a lo menos hayamos sido oídos,
entreteniendo asimismo alguna parte del tiempo con la diversidad de opiniones y
conceptos que formarán.
6ª
Estas mismas negociaciones deben entablarse con el mismo fin, por diferentes
diputaciones, en el gabinete inglés y portugués, para que como aliados de la
España y enemigos de la Francia, vean que llevamos por delante el nombre de
Fernando y el odio a Napoleón, para que, junto con otras relaciones que debemos
entablar en estos gabinetes, no se nos niegue los auxilios que necesitemos
sacar de sus estados por nuestro dinero, como armas, municiones, etc., y a lo
menos que, suspendiendo el juicio mantengan una neutralidad, cuando además, a
unas distancias inmensas poco o nada podrán labrar, ni asegurar los papeles
públicos de nuestros enemigos, compareciendo igualmente los nuestros; y viendo
que todos aborrecemos a Napoleón y confesamos a Fernando, careciendo
precisamente de conocimientos interiores en la materia, resulta que no pueden
perjudicarnos sus juicios, respirando todos un mismo lenguaje, y hasta podrán
dudar por algún tiempo cuál sea el partido realista; no diré que estas tramas
no puedan descubrirse, pero poco cuidado debe dársele a la Patria, si se le
franquea tiempo para ir realizando sus miras, y estorbando que la España pueda
remitir algunas tropas en la infancia de nuestro establecimiento.
7ª
También será muy del caso que nuestra diputación, con la mayor reserva, seduzca
y atraiga de la España, algunos ofíciales extranjeros o nacionales, que sean de
talento, o facultades en alguno de los ramos militares, fundidores o que posean
algún arte de los que carecemos y nos son muy del caso, ofreciéndoles premios y
distinciones e igualmente el viaje hasta esta América. En la obra anunciada también
se comprenderán algunas reflexiones acerca de las relaciones que estos
diputados deben entablar en una clase de negociación, ya explicada en este
último artículo.
Artículo 4° - En cuanto a
la conducta que debemos mantener con Portugal y la Inglaterra, como más propia,
es la siguiente:
1ª
Nuestra conducta con Inglaterra y Portugal debe ser benéfica, debemos proteger
su comercio, aminorarles los derechos, tolerarlos y preferirlos, aunque
suframos algunas extorsiones; debemos hacerles toda clase de proposiciones
benéficas y admitir las que nos hagan; igualmente debemos proponerle a la
Inglaterra un plan secreto, que daré por separado, con consulta del Gobierno
Provisional, sobre algunas ideas, las cuales proporcionan verdaderamente
ventajas que su comercio puede sacar de estos preciosos países, las que no
puede dejar de admitir, siendo ventajosas a las conocidas ideas de un sistema
actual y a las que propenderán nuestros medios y esfuerzos, para que mire la
justicia de nuestra causa, los fines de ella, que son los que los papeles
públicos relacionan y manifiestan, las causales que nos han movido, cuyas son
las mismas que presentan los cabildos, gobiernos e informes de los pueblos;
asimismo los bienes de la Inglaterra y Portugal que giran en nuestras
provincias deben ser sagrados, se les debe dejar internar en lo interior de las
provincias, pagando los derechos como nacionales, después de aquellos que se
graduasen más cómodas por la introducción; últimamente, haciendo sacrificios,
debemos atraernos y ganar las voluntades de los ministros de las cortes aunque
sea a costa del oro y de la plata, que es quien todo lo facilita.
2ª
Persuadidos de que Portugal, por los distintos intereses que le ligan con la
Corona de España, tanto por la unión y alianza presente, el parentesco con
Fernando, y los derechos que tienen sus sucesores a aquella corona, cuyas
gestiones a esta América son bien notorias por la señora princesa Su alteza
Real Doña Carlota Joaquina de Borbón, hechas por su agente o enviado don Felipe
Contucci, es consiguiente que empeñada la plaza de Montevideo y puesta en
apuros, se den, a esfuerzos de dicha señora, los socorros de tropas y demás
necesario, y a pesar de las disposiciones que podamos poner en práctica para
estorbarlo, no debemos dudar se den aquellos auxilios; y en este caso es
preciso usar de toda la fuerza de la estratagema y el ardid para los diferentes
fines, y antes que las tropas lleguen, no debemos omitir tocar todos los
resortes que sean posibles en la corte de Brasil, con los primeros magistrados
y principalmente con el embajador inglés.
3ª
En esta suposición, en primer lugar, debemos ganarnos las voluntades con
dádivas, ofertas y promesas de los primeros resortes inmediatos al gobierno de
Montevideo, porque, como legos que son sus gobernantes, y que en nada proceden,
ni deliberan sin asesores, secretarios, y consultores, éstos con su influjo,
pareceres y consejos, empleando toda su fuerza con una política refinada, le
harán concebir al gobierno con las instrucciones que reservadamente le enviemos,
luego de asegurar su influjo: que Portugal procede de mala fe, que se mire a
los antecedentes de las reclamaciones que la señora princesa tiene hechas, no
sólo a la Capital de Buenos Aires, sino a la corte de España con relación a sus
derechos; que asimismo se premediten a fondo los autos y antecedentes remitidos
por el embajador Casa Irujo; de suerte que, reunidas todas estas circunstancias
unas con otras y demás datos que al mismo tiempo daremos nosotros por separado,
le inclinamos, cuando la plaza no se hubiese rendido ya, y los portugueses nos
apurasen, a que tratemos de un armisticio o composición; y últimamente el fin
es que nuestros influjos, exposiciones y dinero proporcionen enredar al
gobierno de Montevideo con el gabinete de Portugal, por medio de sus mismos
alegatos, indisponiendo los ánimos de ambos con las tramas e intrigas, que
éstas aquí no pueden figurarse, porque además que son susceptibles de variar
con los acontecimientos que vayan sucediendo, sería excusado exponer algunas de
ellas; pues el resultado es que a costa de proposiciones ventajosas y
sacrificios del oro y la plata, no dudemos que guiadas las cosas por el
embajador inglés, que es el resorte más esencial y principal que gobierna y
dirige, por sus respetos, las operaciones del gabinete del Brasil, alcancemos
cuanto queramos.
4ª
Los movimientos de las tropas, que según tenemos noticias extensas, han de
moverse de San Pablo, Río Pardo, y demás del Río Grande, en principios o fines
de octubre, bajo la dirección del Capitán General de la Capitanía de Río Grande
del Sud, don Diego de Souza, nos aseguran que tienen algunos fines, y que
nuestros cálculos por los informes no pueden fallar, y, cuando llegasen
probablemente a verificarse, debemos también con antelación tomar todas las medidas
conducentes a lo menos para entretener la morosidad de sus jornadas,
valiéndonos de quitarles todo auxilio de caballadas, ganados, carretas y demás
que puedan ayudarles a la rapidez de sus marchas. Consiguientemente, según las
noticias radicadas que tenemos por los agentes, y sujetos de nuestra
parcialidad, en aquellos destinos de Río Grande, sobre la conducta corrompida
del tal Souza, según cada uno la pinta indistintamente, como si todos de
mancomún acuerdo hubieran uniformado sus pareceres, nos dan margen a darles el
mayor ascenso, que el dicho Souza es, como nos dicen, lleno de vicios, mal
visto de todos, adusto y de poco concepto público, venal escandaloso, apegado
al interés y al negocio; de suerte que un hombre de estos principios no sirve
sino para descontentar los ánimos y hacer infructuosas las más de las veces las
diligencias de sus tareas, y por de contado un carácter como éste, es para todo
y capaz de todo; por el oro y otras consideraciones que se tengan con él,
cuando no en el todo de nuestras intenciones, lo podemos atraer, a lo menos en
alguna parte que nos sea ventajosa, concurriendo igualmente las circunstancias
del crédito que tiene y goza en la corte con los primeros ejes de aquella
monarquía, cuyos motivos le amplían y franquean todo procedimiento que pueda
usar bajo la garantía que disfruta, por la que y con sus informes como jefe del
ejército, los que deben ser atendidos, por la confianza que de él se haga,
pueden ser causales, y de las más principales, para coadyuvar a las miras de nuestros
intentos, cerca de nuestras reflexiones.
5ª Últimamente, cuando hay poca esperanza de
éxito de un negocio es máxima de los más grandes talentos arrojarse a una
deliberación la más arriesgada; y en esta inteligencia debemos proponer a la
Inglaterra que, para que mantenga su neutralidad y la corte del Brasil abandone
la causa de Montevideo, la persuada con pretextos que se hacen a su autoridad y
respetos, por algún gobierno de Montevideo (que un gran talento acompañado de
dignidad y concepto, es capaz de hacerse concebir semejantes ideas) que
igualmente, con reserva y sigilo, se nos franquee por la corte de Inglaterra
los auxilios de armamentos, y demás necesarios por los justos precios; que bajo
el respeto de su bandera se conduzcan nuestros diputados a los parajes de
ultramar donde se les destine; asimismo siempre que por el Río de la Plata
tengan nuestros diputados o comisionados que desempeñar algunos encargos o
conducciones de municiones, armamentos o caudales de esta Capital a la Banda
Oriental; y en la misma forma cuando necesitemos sean conducidos bajo su
bandera diputados nuestros, que se dirijan a la plaza de Montevideo con algunas
proposiciones o avenencias, mediante a que nosotros no tenemos marina alguna, y
nuestros enemigos tienen inundado todo el Río de la Plata y sus canales
infinidad de buques, los que pudieran las más de las veces interceptarnos
nuestros recursos; y ésta bajo la protección de un disimulo político.
6ª
En la misma forma debemos solicitar de la Inglaterra, transando la cuestión por
principios combinados, que declare públicamente aquel gabinete que por ningún
pretexto se halla obligado a aquella corte, a pesar de la liga ofensiva y
defensiva, contra el tirano de la Europa, a sostener en las disensiones
domésticas una parte, o partes de la monarquía española, contra otras de la
misma, por diferencias de opiniones, del modo cómo deben ser reglados sus
respectivos gobiernos, siempre que no desconozcan a Fernando, y al mismo tiempo
acrediten por obras y palabras el odio al tirano de la Francia.
7ª
Y en consecuencia de las varias exposiciones propuestas, benéficas y
ventajosas, que nuestros agentes deben entablar en aquel gabinete, como un
tratado reservado debemos proponerle también, y obligándonos en toda forma, a
que siempre que la España quedase subyugada por la Francia, y aun cuando no la
subyugase (cuyo caso está muy remoto por las apariencias) y aquel gabinete nos
protegiese reservadamente, con los auxilios y demás circunstancias que
graduemos, para el efecto de realizar nuestra independencia, haremos entonces
una alianza ofensiva y defensiva, protegiéndonos mutuamente en aquellas
circunstancias con toda clase de auxilios, y ésta a lo menos por el término de
veinte a veinticinco años; por condiciones que entonces se tratarán entre ambos
gabinetes, bajo un acomodamiento o proposiciones más adecuadas, propias y
benéficas a los intereses de ambas naciones, haciéndole al mismo tiempo señor
de la isla de Martín García, cuyo plano debe mandarse sacar con todas las
circunstancias de su magnitud interior, extensiones, aguas, frutos y calidad de
su temperamento y puerto; para que, poblándola como una pequeña colonia y
puerto franco a su comercio, disfrute de ella como reconocimiento de gratitud a
la alianza y protección que nos hubiese dispensado en los apuros de nuestras
necesidades y conflictos.
Artículo 5°- En cuanto a las
comisiones que deben entablarse por nuestros agentes en lo interior y demás
provincias dependientes de este gobierno, para consolidación de nuestro
sistema, son las siguientes:
1ª
En cuanto a este artículo, creo que tengo dado ya algunas ideas de los fines y
comisiones que nuestros agentes deben desempeñar en lo interior de las
provincias del Virreinato, pero añadiré que, como sus comisiones en los pueblos
que estén a nuestra devoción no necesitan ser ocultas, aun cuando algunos de
sus fines lo sean, deben observar éstos, con particularidad y atención, la
conducta de los nuevos gobernantes y empleados, como la opinión del público,
con lo demás que sea del caso poner en la noticia del Gobierno, para su
inteligencia y deliberaciones, reservando aquellos puntos en que se les
instruya por separado en las instrucciones secretas o públicas; al mismo tiempo
supliendo con su energía y talento la falta de imprentas en aquellos pueblos,
circulando por papeles manuscritos algunos periódicos alusivos al sistema, a
fin de que con esta política se atraiga con la nueva doctrina, y se excite a
sus habitantes a abrazar deliberadamente la causa de la libertad de la Patria;
estos agentes necesitan ser hombres de algún talento, ilustración e instruidos
en las historias, y que juntamente atesoren el sublime y raro don de la
elocuencia y persuasiva, y además adornados de cualidades y circunstancias que
los caractericen, para que se forme concepto y respeto de su persona; y a éstos
se les debe pasar estas especulaciones.
2ª
En los pueblos enemigos que aún no hubieren sucumbido, donde tengan que
mantenerse bajo el pie de unos simples comerciantes, será de su conato, siempre
que haya ocasión, participar todos los resultados (sin comprometerse a sí ni a
ninguno) de aquellas comisiones ocultas que se les confiera por medio de las
instrucciones que se les dé, pero como los acasos son derivados unos de otros,
después de algunas reflexiones generales que tengo ya hechas, no me es posible
proponer los que las ocasiones deben facilitar.
Artículo 6°- En cuanto a
los arbitrios que deben adoptarse para fomentar los fondos públicos luego que
el Perú y demás interior del Virreinato sucumban, para los gastos de nuestra guerra,
y demás emprendimientos, como igualmente para la creación de fábricas e
ingenios, y otras cualesquiera industrias, navegación, agricultura, y demás,
son los siguientes:
1ª
Entremos por principios combinados, para desenvolver que el mejor gobierno, forma
y costumbre de una nación es aquel que hace feliz mayor número de individuos; y
que la mejor forma y costumbres son aquellas que adopta el mismo número,
formando el mejor concepto de su sistema; igualmente es máxima aprobada, y
discutida por los mejores filósofos y grandes políticos, que las fortunas
agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un estado, no
sólo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil, cuando no
solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un estado, sino
cuando también en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos
miembros de la sociedad; demostrándose con una reunión de aguas estancadas,
cuyas no ofrecen otras producciones sino para algún terreno que ocupan, pero si
corriendo rápidamente su curso bañasen todas las partes de una a otra, no
habría un solo individuo que no las disfrutase, sacando la utilidad que le
proporcionase la subsistencia política, sin menoscabo y perjuicio.
2ª
También sentaré el principio, para después deducir, que cuando se proyecta una
negociación reflexionando su origen, medios y fines, e igualmente combinando
sus resultados bajo de datos positivos comprobados, de cuyos cálculos resulta
evidentemente una cierta y segura utilidad, sería un entendimiento animado de
la torpeza, aquel a quien proporcionándosele todos los recursos necesarios para
una empresa semejante, no la emprendiese por falta de ánimo y nimiedad de
espíritu, y en consecuencia de ambos axiomas, contestando a la primera
proposición digo: ¿Qué obstáculos deben impedir al Gobierno, luego de
consolidarse el Estado sobre bases fijas y estables, para no adoptar unas
providencias que aun cuando parecen duras en una pequeña parte de individuos,
por la extorsión, que pueda causarse a cinco o seis mil mineros, aparecen
después las ventajas públicas que resultan con la fomentación de las fábricas,
artes, ingenios y demás establecimientos en favor del Estado y de los
individuos que las ocupan en sus trabajos?
3ª
Consiguientemente deduzco, que aunque en unas provincias tan vastas como éstas,
hayan de desentenderse por lo pronto cinco o seis mil individuos, resulta que
como recaen las ventajas particulares en ochenta o cien mil habitantes, después
de las generales, ni la opinión del Gobierno claudicaría ni perdería nada en el
concepto público cuando también después de conseguidos los fines, se les
recompense aquellos a quienes se gradúe agraviados, con algunas gracias o
prerrogativas. Igualmente deduzco también de qué sirven, verbigracia, quinientos
o seiscientos millones de pesos en poder de otros tantos individuos, si aunque
giren, no pueden dar el fruto ni fomento a un estado, que darían puestos en
diferentes giros en el medio de su centro, facilitando fábricas, ingenios,
aumento de agricultura, etc., porque a la verdad los caudales agigantados nunca
giran ni en el todo, ni siempre y, aun cuando alguna parte gire, no tiene
comparación con el escaso estipendio que de otra manera podría producir el del
corto derecho nacional, y tal vez se halla expuesto a quiebras, lo que en la
circulación del centro mismo del estado no está mayormente expuesto a ellas; y
resulta asimismo, además de lo expuesto, que haciéndose laboriosos e instruidos
los pueblos de una república, apartándolos del ocio y dirigiéndolos a la
virtud, prestan una utilidad con el remedio de las necesidades que socorren a
los artesanos, fomentando al mismo tiempo cada país.
4ª
En esta virtud, luego de hacerse entender más claramente mi proyecto, se verá
que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el
centro del Estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación,
etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso,
sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la
conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que,
siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben
evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que
pesan; pero como esta materia no sea de este tratado, paso a exponer los medios
que deben adoptarse para el aumento de los fondos públicos.
5ª
En consecuencia, después de limpiar nuestros territorios totalmente de los
enemigos interiores y asegurar nuestra independencia, tanto para cubrir los
empeños del Estado, como para nuestros emprendimientos y demás que sean
necesarios, débese, tomando las providencias por bandos, papeles públicos y
beneplácito de todos los pueblos por sus representantes, proponiendo los fines
de tal emprendimiento, manifestando las ventajas públicas que van a resultar
tanto al pobre ciudadano como al poderoso, y en general a todos, poniendo la
máquina del Estado en un orden de industria que facilitará la subsistencia a
tantos miles de individuos, y es que después de estas precauciones políticas,
se prohíba absolutamente que ningún particular trabaje minas de plata u oro,
quedando el arbitrio de beneficiarla y sacar sus tesoros por cuenta de la
Nación, y esto por el término de diez años (más o menos) imponiendo pena
capital y confiscación de bienes, con perjuicios de acreedores y de cualquier
otro que hubiere derecho a los bienes de alguno que infringiese la citada
determinación o mandato, para que con este medio no se saque, ni trabaje
ocultamente en algunos destinos ninguna mina de plata u oro, y además los
habilitadores, herederos y acreedores que tengan derecho a los bienes de algún
individuo, lo estorben, celen, y no lo permitan, pues sin otra pena más, les
cabrá la de sólo perder la acción que hubieren a ellos por haber infringido
aquéllos esta ley, incurriendo en un delito de lesa patria; pues quien tal
intentase, robará a todos los miembros del Estado, por cuanto queda reservado
este ramo para adelantamientos de los fondos públicos y bienes de la sociedad.
6ª
Además, para este efecto, tanto en el Perú, como en los demás parajes de minas
concedidas que se han trabajado hasta aquí, debe obligarse a todos los mineros
a que se deshagan de todas los instrumentos, vendiéndolos al Estado por sus
justas tasaciones, igualmente los repuestos de azogues y demás utensilios.
7ª
En este estado ya, y habiéndose con antelación tomado las medidas capaces para
proveernos de azogues, por mano de alguna nación extranjera, débese asimismo
tratar de la creación de las casas de ingenios, creando todas las oficinas que
sean necesarias, como laboratorios, casa de moneda y demás que sea del caso,
donde no las hubiese; omitiendo toda explicación por no ser de mi conato, y
proveyéndolas de buenos ingenios mineros, trabajadores, directores, etc.
8ª
Asimismo debe tratarse por comisiones de hacer nuevos descubrimientos
minerales, mandando al mismo tiempo a todos los dichos de plata y oro
comisiones para acoplar todo el tesoro posible; y en menos de cuatro años
podremos, sin duda, adquirir fondos para la realización de los nuevos
establecimientos.
9ª A la nueva moneda, dadas tales
circunstancias, con arreglo al valor que ahora tiene, se le debe mezclar una
parte, tanto al oro como a la plata, que le rebaje de su ley un 15 ó 20 por
ciento, con cuya utilidad debemos contar anualmente, pues siendo la moneda,
como es en todas partes, un signo o señal del premio a que por su trabajo e
industria se hace acreedor un vasallo, como igualmente un ramo de comercio, que
probablemente se creó para el cambio interior con las demás producciones de un
estado, es arbitraria su alteración cuando las circunstancias la requieran, y
cuando se combine por un sistema ventajoso; véanse las historias antiguas de la
Grecia, y se encontrará que en una de sus épocas, no sólo desterró Licurgo en
Lacedemonia (uno de sus establecimientos) toda moneda de oro y plata, para
refrenar la codicia y ambición, sino que introdujo monedas de fierro, que para
llevar una sola necesitaban un carro (que son cien pesos nuestros). Estos
calcularon mejor que nosotros los principios de la política sobre esta materia;
cuando es notorio y evidente que el rey más poderoso tiene más enemigos, que
por todos modos acechan para su ruina y que sólo la exportación y el cambio de
los frutos es la única necesidad que tiene un estado para su completa
felicidad, bien claro manifiesta esta máxima el buen régimen y costumbre del
grande Imperio de la China. Trato de cortar este punto, porque siendo por otros
principios más dilatado, nada diríamos, aun cuando dijésemos algo que sea capaz
de iluminar las razones que hay para adoptar este sistema; y también son de las
que hablaré por más extenso en la obra anunciada.
10ª
Además, es susceptible que, muchos europeos, cuya estirpe es la que en todas
estas provincias obtienen los gruesos caudales, no adaptándoles el sistema,
traten de emigrar llevándoselos al mismo tiempo o remitiéndolos por otros
conductos que los pongan a salvo, vendiendo asimismo sus fincas y
establecimientos, lo que causaría una grande merma a la circulación del Estado
este grande cúmulo de exportaciones tan poderosas. En esta virtud debe
nombrarse, en cada pueblo, una comisión de cuatro a cinco sujetos, a proporción
de la población de cada uno, para que, en un término fijado, formen un estado de
todos los caudales, bienes, fincas, raíces y demás establecimientos, con
especificación particular de los de cada uno y lo presenten en dicho término al
Superior Gobierno, quien inteligenciado de todos sus pormenores, debe mandar se
publique por bando con la mayor solemnidad, irrevocable en todas sus partes,
sin admisión de recurso alguno en la materia, constituyéndolos al mismo tiempo
no sólo por sospechosos, sino por reos del Estado; y es que, en término de
quince o veinte años, ningunos establecimientos, fincas, haciendas de campo, u
otra clase de raíces puedan ser enajenadas, esto es, vendidas a ninguno, cuando
no concurra la circunstancia evidente y comprobada que se deshace de alguna
parte de sus bienes o del todo por una absoluta necesidad que le comprometa,
pues en tal caso el que comprase dichos bienes sin el conocimiento del Gobierno
y verificase la emigración de aquel que vendió y exportación de sus valores,
aunque sea pasado cualquier término, les serán decomisados para los fondos
nacionales los mismos establecimientos, o sus justos valores; sobre este punto
instruirán las restricciones o artículos que deben estipularse hasta fenecido
el término de este mandato, sobre las ventas, compras y demás concernientes a
la materia.
11ª
Que igualmente todo negociante europeo, por el mismo término no podrá emprender
negocios a países extranjeros, con el todo de su caudal, ni hipotecando
establecimientos o raíces algunos, en cambio de otros frutos movibles, sin el
completo conocimiento del Gobierno adonde competa su jurisdicción, pero si de
hecho resultase algún fraude será nula y de ningún valor la referida hipoteca;
pues cuando más, y eso con las imposiciones que hubiere a bien establecer el
Gobierno, sólo podrá girar con la mitad de su referido caudal que obtuviese,
para que circulando la otra mitad en el centro del Estado, sea responsable y
fiadora de aquella parte que extraiga con semejante fin.
12ª
En los mismos términos, no podrá hacer habilitación o préstamos a nacionales,
ni extranjeros si no es en la misma forma, y bajo las condiciones que para ello
se impondrán, para que bajo de fraude alguno no puedan trasponer sus caudales a
reinos extranjeros, ni disminuir de este modo el giro del centro del Estado.
13ª En la misma forma, si de alguna negociación en reinos extranjeros resultase
alguna grande o total pérdida de aquellos fondos que extrajo, deben con todos
los requisitos que se les obligue en las instrucciones que para estos fines se
establecerán, probarlo ratificadamente y en la más debida forma, para levantar
la responsabilidad a que estén sujetas las demás partes de bienes que quedaron
a su fianza. Sobre estos puntos ya referidos hablaré extensamente en la obra
anunciada, como sobre los medios que deben adoptarse en el establecimiento de
la casa de seguros nacionales, que debe crearse para las negociaciones a países
extranjeros, de que podrán resultar grandes ingresos a los fondos públicos;
como igualmente los casos en que el Estado será acreedor a heredar y recuperar
las riquezas que salieron de su centro, de los que murieron sin herederos en la
América, aunque en otros reinos los tengan; circunstancias y demás requisitos
que deberán concurrir que, sujetados a ellos, podrán también forzarlos aun
cuando sean extranjeros. 14ª Puestas las cosas a la práctica con la eficacia y
energía que requiere la causa, hallándose con fondos el Estado, debe procurar
todos los recursos que sea menester introducir, como semillas, fabricantes e
instrumentos, y comenzando a poner en movimiento la gran máquina de los establecimientos
para que progresen sus adelantamientos, han de señalarse comisiones para cada
ramo separados, sin que los establecedores de una clase de ingenios, tengan que
intervenir en otra, sino cada tribunal atender al ramo sobre que le amplíen sus
conocimientos, y de esta suerte detallándose los negocios, y atendiendo
igualmente a todos, todos tendrán un igual movimiento, aunque unos sean más
morosos que otros en la conclusión de su establecimiento, y establecidos ya se
disolverán las comisiones particulares, creándose entonces un tribunal, que
bajo de sabias disposiciones y leyes, abarcando todos los ramos, tenga
conocimiento en su fomentación y recursos que deban adoptarse para gobernarlos
y dirigirlos a la consecución de su grandeza y felicidad pública. Mucho podría
haber dicho aquí sobre ésta y otras materias; pero como sus ideas están
concebidas y arregladas para la obra que débese presentar al Superior Gobierno
y por no repetir, me es indispensable el suprimirlas en este plan.
Artículo 7° - En cuanto a
las relaciones secretas que nuestros agentes y enviados deben desempeñar en los
países extranjeros, como en Portugal e Inglaterra, son las siguientes:
1ª
En cuanto a este punto debo de decir que, incluyéndose algunas reflexiones
sobre las comisiones que deben entablar nuestros agentes en los países
extranjeros en el artículo 4°, que trata de la conducta que debemos observar
con estas dos naciones, añadiré que tanto el desempeño de aquéllas como el de
las demás sobre este particular deben ser ejercidos por dirección y conducto de
conocidos talentos, no omitiéndoles la contribución, ni dejando de asistirles
con cuantos intereses sean necesarios, para persuadir y apoyar nuestros
intentos, siempre por delante con las consideraciones y propuestas de intereses
benéficos que les deben resultar, para poder merecer la protección que
necesitamos, principalmente de la Inglaterra, mediante a que conocemos en dicha
nación, en primer lugar, ser una de las más intrigantes por los respetos del
señorío de los mares, y lo segundo por dirigirse siempre todas sus relaciones
bajo el principio de la extensión de miras mercantiles, cuya ambición no ha
podido nunca disimular su carácter, y bajo estos mismos principios han de ser
los que dirijan nuestras empresas hacia sus consecuciones en aquella corte.
2ª
En igual manera, como sus casos han de proponerse por principios diplomáticos y
muy circunstanciados, sería echar aquí un borrón con querer expresar en asuntos
tan vastos algunas reflexiones con cortas exposiciones, y, en cuanto a que los
medios que nos sean precisos tentar conocimiento de la misma Inglaterra,
mientras dure la alianza con ella, o por mejor decir, la vergonzosa e
ignominiosa esclavitud en que lo tiene; pues en realidad, no pudieron hacerse
mejores comparaciones por ningún político instruido, que aquellas que hizo
aquel famoso francés, en que hablando de la opulencia, riqueza, libertades y
dones que por la naturaleza poseía cada uno de los distintos estados del orbe,
llegando a Portugal, dice: Portugal no es nada, pero ni tampoco es para nada,
su riqueza es la causa de su ruina, porque si su política más instruida
invirtiese los tesoros que emplea para esclavizarle, en antemurales más
respetuosos a su dignidad, grandeza y decoro que le es debido, tal vez sería
disputado y reñido por las demás naciones el merecimiento de su alianza; las
historias antiguas de la Francia y de otras naciones demuestran evidentemente
que no tantas veces solicitó Portugal la amistad y alianza, como las diferentes
que se las propusieron las distintas naciones, por sus intereses y fines
particulares; no se han soterrado aún en los anales de las historias la memoria
del procedimiento y conducta que la Francia y otras naciones han usado con la
dinastía de Portugal, después de auxiliarla, haciéndola sacrificar y
vendiéndola a sus miras particulares de ambición e intrigar por fines privados.
3ª
Últimamente, si Portugal entrase a profundizar con más política, cuál es el
abatimiento en que la Inglaterra lo tiene por causa de su alianza, presto
hallaría la refinada maldad de sus miras ambiciosas, pues no debe creer que
aquel interés sea por el auxilio de sus tropas, ni de su marina porque
claramente se deja entender que sus fines no son sino chuparle la sangre de su
estado, extenuándolo de tal suerte que tal vez sus colonias americanas se
conviertan en inglesas algún día, porque si después de otros fines
particulares, el principal fuese la extracción que hace de sus frutos
coloniales, ¿qué más podría apetecer la Inglaterra? y entonces ¿para qué
necesitaría su amistad y alianza? Bien claramente se deja entender que para
nada, quedando asimismo agradecido, en caso semejante, si pudiese conservarse
en Europa por los respetos de la España, si triunfase de sus enemigos; pero
Portugal se desengañará a costa de su sangre y destruirá su despotismo,
regenerando sus corrompidas costumbres, y conocerá los derechos de la santa
libertad de la naturaleza.
4ª En esta virtud, cuando las estrechas
relaciones de una firme alianza con la Inglaterra nos proporcionen la
satisfacción de nuestros deseos con aquel gabinete, nuestros ministros
diplomáticos deben entablar los principios de enemistades e indisposiciones
entre Portugal y la Inglaterra; y tomando los asuntos aquel aspecto que nos sea
satisfactorio, debemos entrar a las proposiciones de los rompimientos con
Portugal, con relación a conquistar la América del Brasil, o la parte de ella
que más nos convenga, luego de combinar nuestros planes, que para el efecto
trabajaremos con antelación, por medio de las guerras civiles; combinando al
mismo tiempo, por medio de los tratados secretos con la Inglaterra, los
terrenos o provincias que unos y otros debemos ocupar, y antes de estas
operaciones hemos de emprender la conquista de la campaña del Río Grande del
Sud, por medio de la insurrección, y los intereses que sacrificaremos bajo el
aspecto de proteger la independencia, y los derechos de su libertad; éstas y
otras comisiones son las principales que nuestros agentes deben entablar,
dándoles para ello las instrucciones necesarias, midiendo las negociaciones con
el tiempo y conforme a sus acasos, que como la cadena de la fortuna a quien los
ha de proporcionar, omito aquí la explicación de algunos casos, cuando además,
en la referida obra Intereses de la Patria, etc., manifiesto lo suficiente
sobre la materia.
Artículo 8° - En cuanto a las comisiones y clases
de negocios que nuestros agentes y emisarios deben entablar reservadamente en
las provincias del Brasil, para sublevarlas, haciéndoles gustar de la dulzura
de la libertad y derechos de la naturaleza, son las siguientes:
1ª Aun cuando esta materia es muy vasta y
requiere muchos y muy sólidos principios, y aunque no me extienda tanto como
ella pide, en las instrucciones anunciadas, haré presente algunas de las que
aquí manifiesto para el entable de este grande proyecto. En esta inteligencia,
suponiendo que nuestra libertad e independencia de la España estriba ya en
principios fijos, y que nuestras relaciones con la Gran Bretaña se hayan
estrechado a medida de nuestro deseo, hallándose evacuada la plaza de
Montevideo y puesta en orden de defensa, tranquilizándose su campaña y haciendo
volver a sus habitantes, por edictos ejecutivos, a ocupar los pueblos y atender
el curso de su comercio, industria y agricultura, como igualmente hallándose el
erario público con algunos fondos, resultados de las disposiciones dichas, que
con antelación de uno o dos años deben haberse emprendido, entonces arreglando
los batallones de milicias de la campaña y escuadrones de caballería que deben
crearse de los habitantes de la misma, con relación a la fuerza de vecindario
que cada pueblo tenga, se debe guardar y conservar en la plaza de Montevideo y
su vasta campaña hasta el número de diez mil hombres de tropa de línea; de cuyo
número, seis mil deben guarnecer las fronteras, ocupando los puestos del Cerro
Largo, Santa Teresa y demás antiguos. En la misma forma los regimientos de
infantería y escuadrones de caballería de las milicias de la Banda Oriental,
hasta las márgenes del Uruguay, deben de componerse hasta el número de seis mil
hombres; en los pueblos de Misiones, provincia de Corrientes y su jurisdicción,
además de dos mil hombres de tropa de línea que deben mantenerse en aquella
provincia, el reglamento de sus milicias debe ascender hasta el número de tres
mil hombres; asimismo en la ciudad de la Asunción del Paraguay, además de mil
hombres de tropa de línea, sus milicias deben contar de cuatro a cinco mil
hombres, y en esta forma, guarnecidas nuestras fronteras con unas fuerzas de
respeto, ocupando sus puestos, siempre las tendremos prontas para nuestros
emprendimientos y demás operaciones.
2ª
Los comandantes de dichas fronteras, además de ser hombres en quienes concurran
unos completos conocimientos militares, deben también tener las circunstancias
de talento, discreción, prudencia y algunos principios de escritores, para los
fines que expresaré.
3ª
Luego, inmediatamente, deben mandarse agentes en clase de comerciantes, o de
otras maneras, a proporción de la magnitud de cada pueblo, a todos los destinos
del Río Grande del Sud, en virtud que entonces deberemos haber estrechado ya
nuestra alianza con Portugal, por medio de tratados los más solemnes de
recíproca amistad, unión, protección y franqueza de comercio, navegación y
demás relaciones, para con estas nuevas pruebas poder transitar, dirigir y
verificar, nuestros agentes, sus relaciones con más amplitud y confianza; y
estos convenios por conducto e intervención de la Inglaterra, por cuyo también,
y además el de Portugal, si la España hubiese vencido, y se hallase o no del
todo evacuada por los franceses, hemos de entablar, después de reconocernos
aquellos dos estados por nación libre e independiente, que la España nos
declare igualmente en los mismos términos, y desde entonces podrán nuevamente
comerciar, transitar y avecindarse con los españoles en nuestros dominios, como
tal nación extranjera.
4ª Los referidos agentes han de ser hombres de
talentos los más conocidos y adecuados al sistema de nuestras relaciones; y
éstos, además de desempeñar los proyectos y comisiones que se les dé instruidas
a las circunstancias de cada época, deben con su política atraerse los primeros
magistrados de cada pueblo, estrechando sus relaciones lo más posible,
caracterizándose con franquezas y repetidos regalos, de manera que ganándose
las voluntades de estos principales, puedan ir fraguando sus miras políticas a
aquellos designios hacia las intenciones que se solicitan.
5ª
Tanto a estos dichos agentes, como a todos los comandantes de las fronteras,
deben mandárseles colecciones de Gacetas de la Capital y Montevideo, lo más a
menudo y siempre que sea posible, debiéndose tratar en sus discursos de los
principios del hombre, de sus derechos, de la racionalidad, de las concesiones
que la naturaleza le ha franqueado; últimamente, haciendo elogios lo más
elevados de la felicidad, libertad, igualdad y benevolencia del nuevo sistema,
y de cuanto sea capaz y lisonjero, y de las ventajas que están disfrutando;
vituperando al mismo tiempo a los magistrados antiguos del despotismo, de la
opresión y del envilecimiento en que se hallaban, e igualmente introduciendo al
mismo tiempo algunas reflexiones sobre la ceguecidad de aquellas naciones que,
envilecidas por el despotismo de los reyes, no procuran por su santa libertad;
estos y otros discursos políticos deben ser el sistema y orden del entable de
este negocio, figurándolos en las gacetas no como publicados por las
autoridades, sino como dictados por algunos ciudadanos, por dos razones muy
poderosas: la primera, porque conociendo que esta doctrina sea perjudicial, se
ponga a cubierto el Gobierno de estas operaciones, echando afuera su
responsabilidad, bajo el pie de ser la imprenta libre; la segunda, porque debe
labrar más cuando se proclamen unos hechos por personas que suponen los gozan,
en quienes no deben suponer engaño alguno, y este ejemplo excitará más los
ánimos y los prevendrá con mayor entusiasmo.
6ª
Estos discursos y gacetas con cualesquiera otras noticias deben imprimirse y
remitirse en portugués, bajo el antecedente que con tiempo debe adoptarse, de
que para la facilitación del curso del comercio o por otras reflexiones que se
hagan, o por una suposición de rango o grandeza del estado, se establece una
casa de imprenta en dicho idioma.
7ª Igualmente se debe observar por los
comandantes de los pueblos de las fronteras, que para el efecto darán las
órdenes a los oficiales de las partidas que transiten y corran los campos, que
no maltraten a ningunos portugueses, porque los encuentren en algunos menudos
robos o introducciones de caballos o ganados, los cuales, siendo comprados, no
se les debe quitar ni impedir su introducción, para de esta suerte atraerlos y
hacerles concebir nuestras ideas; igualmente no se debe perseguir a ninguno, en
nuestros territorios, por juegos, amancebamientos, quimeras o cualquiera otra
clase de absurdos, remediándolos con la mayor política, con algunas penas
suaves, poniéndolos luego en libertad e instruyéndoles que la Patria es muy
benéfica y compasiva; en una palabra, apadrinando, protegiendo a todo
facineroso que se pase a nuestros terrenos, aun cuando algunas requisitorias
los soliciten, y si fuesen hombres que se conozca en ellos algún talento y
disposición, además de ocultarlos, proporcionarles acomodo conducente a sus
circunstancias, porque éstos han de servir de mucho a su debido tiempo.
8ª Los referidos agentes que se hallen en todo
el Río Grande deben de transitar la jurisdicción, lugares y pueblos
dependientes de aquella capitanía o gobierno donde se hallasen destinados, a
fin de tomar conocimiento de sus campañas, conocer sus habitantes e ir
catequizando las voluntades de aquellos más principales, como alcaldes,
justicias o clases que los gobiernan; y para esto deben de valerse de los
diferentes pretextos que su discurso les amplíe, acompañados por alguno o algunos
de aquellos a quienes ya reconozcan adictos a la idea de su doctrina, y así
para estos gastos, como para todos los demás, se les debe franquear cuanto
necesiten, siendo el fin de sus discursos hacerles ver la opresión en que
están, los derechos que les competen, la miseria que padecen, lo mal que paga
el Estado sus servicios, el despotismo de sus mandones, y exhortándolos
últimamente a que proclamen su independencia, bajo el pretexto de substituir
los magistrados, comunicándoles también que en todos los pueblos están
sumamente disgustados, para reanimarlos indistintamente con estas y otras
reflexiones, cuyas deben ser por tiempos y con la mayor precaución, a fin de
que nunca puedan ser descubiertos los arcanos de sus proyectos, hasta su debido
tiempo, ofreciéndoles asimismo que el Estado Americano del Sud protegerá todas
sus ideas, no sólo con los caudales que necesiten, sino también con quince o
veinte mil hombres que haría entrar a todo el Río Grande, por todos los
territorios de sus fronteras.
9ª
Los comandantes de las fronteras deben franquear algunos granos por cuenta del
Estado, que para el efecto se tomará en aquellos casos las providencias
necesarias, a los labradores fronterizos de Portugal, tanto al pobre como al
mediano, en clase de prestado, permitiéndoles algunas cortas introducciones de
caballos, yeguas y ganados comprados con su dinero, y siempre usando de aquella
benevolencia que dejo explicada en los casos referidos, porque son los primeros
resortes que debemos tener de nuestra parte.
10ª
Tanto los dichos agentes, como los comandantes de las fronteras, deben también
atraerse los ánimos de algunos jefes de las milicias y demás tropas de cada
pueblo, particularmente de los mal pagados, que son infinitos, haciéndoles
presente la diferencia de tres y cuatro pesos de sueldo a la de diez y seis y
diez y ocho que gozan nuestras tropas, y a proporción de los oficiales y jefes;
en la misma manera deben atraerse los ánimos de los comerciantes y hacendados
arruinados, haciéndoles ver la fertilidad de nuestros campos; de los
eclesiásticos, sin beneficios, y de todos los mal contentos, aumentando en lo
posible el número de éstos, y, haciendo sacrificios a costa del erario y del
Estado, ofrecerles y proponerles todo favor y protección.
11ª
Cuando las circunstancias prometan el éxito de un buen resultado, ya deben irlo
anunciando pasquines y otras clases de papeles escritos en idioma portugués,
llenos de mil dicterios contra el gobierno y su despotismo; y en este estado,
cuando ya probablemente se espera el buen éxito de esta empresa, los
comandantes de los pueblos fronterizos de nuestra jurisdicción, deben ir
acopiando todas las caballadas posibles, así en la frontera como en los demás
puntos donde se les ordene; igualmente, carros, carretas y demás bagajes, que
para el efecto se darán las disposiciones convenientes; y en la misma forma se
harán reuniones de las milicias, en tres o cuatro puntos de la campaña,
mandando algunas tropas más de la Capital para la Banda Oriental, ordenando que
insensiblemente se vayan transportando a las dichas fronteras, para que luego,
inmediatamente de principiarse los anuncios de la revolución en algunos pueblos
del Río Grande, entren nuestras tropas en tres o cuatro trozos, según lo
requieran las circunstancias, debiéndose proveer la plaza de Montevideo con
tres o cuatro mil hombres de las mejores milicias, y hacer caminar de ella otro
igual número de las tropas de línea, para que junto con las demás, por
divisiones, se introduzcan en todo el Río Grande y sus pueblos de diez y ocho a
veinte mil hombres, pues, luego, deben de irse armando aquellos mismos pueblos,
poniéndoles los jefes y magistrados que sean de su voluntad y beneplácito, bajo
el sistema de llevar por delante, inclusas a las tropas de nuestras divisiones,
una parte de aquellas que se armen en cada pueblo, y dejar en los principales
de más entidad algunas tropas nuestras, que sean siempre capaces de competir
con las fuerzas portuguesas que queden en los dichos pueblos, para el fin de
nuestras ideas en lo sucesivo, bajo la declaratoria que nuestras tropas no
tienen otro fin que proteger su independencia hasta que sancionen su verdadera
libertad.
12ª
Igualmente deben de ponerse en práctica, en aquellos destinos del Río Grande,
todos los mismos medios indicados hasta aquí, que hayamos adoptado para la
revolución de nuestro continente, observándolos en todas sus partes, que sean
consiguientes: pero, con la circunstancia de no tocar todavía, hasta su debido
tiempo, la libertad de los esclavos en aquellos destinos, sino disfrazadamente
ir protegiendo a aquellos que sean de sujetos contrarios a aquella causa. Para
esta empresa no deben cerrarse las arcas, ni escasear sus tesoros, pues con
ocho o diez millones de pesos creo que la empresa no ofrecerá dificultad; en
esta virtud, teniendo alianza con la Inglaterra, no debemos de dudar que,
aunque también la tenga con Portugal, condescendiendo con nuestras intenciones,
observará, a lo menos, una conducta neutral, manifestando que hallándose aliada
con ambas naciones y con iguales intereses, sus relaciones de comercio se
perjudicarían, y que a aquel gabinete le sería contrario un sistema de defensa
contra el Estado Americano, y dejándonos en la lucha y dándonos los socorros
con sigilo, emprenderemos el plan de conquista de los pueblos más principales
de la América del Brasil, hasta que los acasos proporcionen ocasiones y motivos
para declararse a Inglaterra igualmente aliada con nosotros y enemiga de las
provincias del Brasil, pactándose entonces entre ambos gabinetes los puertos y puntos
que unos y otros debemos ocupar, prestándonos mutuamente toda clase de
socorros.
13ª
Además de todo lo expuesto, es consiguiente y no debemos dudar que a la corte
de Inglaterra, si la España no sucumbiese, para equilibrar mejor la balanza del
poder de la misma España (sin extendernos ahora al sinnúmero de razones
políticas que hay para ello), le interesa que las Américas o parte de ellas, se
desunan o dividan de aquella Metrópoli, y formen por sí una sociedad separada,
donde la Inglaterra, bajo los auspicios que dispense de su protección, pueda
extender más sus miras mercantiles y ser la única por el señorío de los mares;
y en esta virtud, para no dudar también que la Inglaterra debe propender, y aun
coadyuvar y consentir en la desmembración de la América del Brasil, sentaremos
ante todo por principio: si le conviene o no la desunión de las Américas
españolas de su Metrópoli. Es consiguiente que no podría efectuarse la
separación total de la América del Sud de su Metrópoli, no desmembrándose la
del Brasil, y la razón de estos principios es la siguiente: que si la España no
sucumbiere en la lucha presente y la América del Sud sancionase su libertad una
de dos: luego de organizarse y recuperar todos sus atrasos, la España, ésta
como vecina de Portugal y además por los intereses que tienen mutuamente, o
trataría de la conquista de la Europa Portuguesa, porque aun cuando perjudicase
los derechos de la casa de Braganza, no perjudicaría del ningún modo los de la
señora Carlota, ni los de sus augustos sucesores de la casa de Borbón, mediante
a que en lugar de disminuir los derechos de éstos, los aumentaba, acrecentando
sus estados, y cuando esto no se verificase así, la España, como potencia
vecina y demás, le obligaría a que reuniendo sus fuerzas, tanto las de Europa
como las de la América del Brasil, contribuyese y coadyuvase de mancomún a la
restauración de la América Española del Sud; y, por lo tanto, no le es tan
fácil el propender, y conseguir lo primero, como le sería verificar lo segundo;
y a la Inglaterra, conviniéndole la separación de la América del Sud de su
Metrópoli, para sancionar sus ideas, lograr el fruto de sus auxilios y
restaurar aquellos gastos y socorros que nos hubiese prestado para asegurar y
sostener nuestra independencia, le es indispensable bajo estas ideas políticas,
que consienta y aun coadyuve a la división y desmembración de la América del
Brasil, entre su corona y nuestro estado; asimismo es una de las únicas máximas
políticas, después de la del sostén o equilibrio de la Europa, que le obligan y
estimulan a la Inglaterra sobre la alianza de Portugal, el que su comercio sea
único en esta balsa de mares de ambas Américas, tanto para la introducción como
para la extracción de tantos preciosos frutos de tan general consumo en las más
de las naciones. ¿Y qué más podría apetecer la Inglaterra ya, que tener unas
colonias inglesas en el Brasil, abundantes de los primeros renglones de
necesidad en la Europa y demás naciones? Creo, efectivamente, que no podría
desear después otra cosa, y que si acaso la Inglaterra (no porque no lo ha
deseado) no ha emprendido el establecer o adquirir algunas colonias inglesas en
el Brasil, me persuado efectivamente que habrá sido, no solamente por el
respeto de la España y la Europa Portuguesa, sino también por los inmediatos
auxilios que se hubieran opuesto de las Américas españolas; pero, no teniendo
ya este último estorbo, y por lo contrario una alianza y protección, deben
completarse sus miras; estas razones y cálculos, por éstos y otros principios
que franquean aún más margen para dilatarlos, deben meditarse a fondo y
formarse de ellos el concepto que merece la entidad del caso, y no dudar que la
Inglaterra preste sus auxilios para nuestra libertad, reservadamente, en
atención de las circunstancias actuales, como también para la dicha conquista o
desmembración de la América del Brasil.
14ª Últimamente, nos es muy constante por las
noticias que nos asisten, que en toda la América del Brasil no hay casi un solo
individuo, a proporción, que esté contento con el gobierno ni sus gobernantes,
tanto por lo mal pagados, como por el despotismo de sus jefes y mandatarios,
por la cortedad de los sueldos, por lo gravoso y penoso de las contribuciones,
lo riguroso e injusto de algunas leyes, en atención a las que las naciones
libres y más generosas observan; nos consta asimismo que los clamores y quejas
contra diversos particulares son infinitos, que no hay quien no murmure de sus
ministros y mandones, que llenos de orgullo, absorben la sangre del Estado,
cuando al mismo tiempo gime de la cortedad de su sueldo el pobre soldado,
haciéndole injustamente consentir en la dura ley de esclavizarlo por toda la
vida; últimamente, no hay ninguno que desesperado de la vil sumisión y
abatimiento en que la Inglaterra tiene a Portugal, no produzca sino el lenguaje
del descontentamiento y murmuraciones contra la misma autoridad real, y en esta
suposición, aunque esta empresa requiere seis u ocho años, debe de tomarse con
la mayor energía y exactitud, pues, por lo que corresponde a la campaña del Río
Grande, parece que la naturaleza la formó allí como para ser una misma con la
Banda Oriental de Montevideo, pues hallándose su barra fortificada con alguna
marina, y en estado de fortificación e igualmente los únicos pasos que tiene
para lo interior del continente, nos es muy conveniente esta empresa o
conquista, ante todo principio, bajo el aspecto de los fines que llevamos
expresados. No debo extender más el plan de nuestra conquista, por ahora, hasta
verificarse nuestras ideas, que cuando ellas surtan el efecto que nos
prometemos, en particular con la alianza de Inglaterra, la que condescendiendo
a nuestros planes, convenga en la conquista de la provincia del Brasil,
entonces nos podremos extender más, mediante a que, operando a un tiempo por diversos
parajes, emprenderemos la de Santa Catalina, Bahía de todos los Santos y demás,
y más principales e interesantes puertos.
Artículo
9° - En cuanto a los medios que deben adoptarse, estando consolidado y
reconocido por la Inglaterra, Portugal y demás principales naciones de la
Europa, el sistema de nuestra libertad, cuál debe ser el fin de sus
negociaciones entonces, en las provincias del Brasil, con relación a la
conquista de todo el Río Grande, y demás provincias de dicho reino.
1ª
Estando todo el Río Grande en el estado de revolución según y conforme llevo
expresado, e internadas en sus pueblos nuestras tropas, con antelación deben
haberse tomado las providencias para que, al mismo tiempo del principio de
estas operaciones, salga de Montevideo una fuerza naval de diez y seis a veinte
buques armados y tripulados, con todos los competentes utensilios, para que
dirigiéndose al Río Grande, ocupando su barra, bloqueen no sólo el puerto
impidiendo la salida, sino también para estorbar cualquier socorro que pudiera
entrarle de alguna otra provincia, conduciendo al mismo tiempo del número de
tropas que se destine para la dicha empresa, el número de mil quinientos
hombres, poco más a menos, para desembarcarlos, y operar de concierto, cuando
lleguen a aquel destino algunas de nuestras divisiones.
2ª
Suponiendo que todos los pueblos se hayan ya declarado por libres e
independientes, bajo la garantía de nuestras tropas bajo las circunstancias
expresadas de hallarse guarneciendo una parte de nuestras tropas los más interesantes
destinos, y siendo asimismo consiguiente que han de haberse ocasionado varios
choques contra aquellos que se hubieran opuesto a este sistema, nuestros
comandantes de divisiones instruidos menudamente de todas las órdenes que para
el efecto de dicha revolución se les habrá comunicado de antemano, no deberán
olvidar la máxima de que en los diferentes choques que se hubiesen ofrecido, de
unos con otros, estando con la mayor destreza y disimulo que las circunstancias
proporcionen, dejen empeñado algunas veces en la lid, cuando la acción no fuere
peligrosa, al partido realista de los portugueses con el de los revolucionarios
de los mismos, a fin de conseguir por este medio que el mismo partido
revolucionario se aniquile en parte, empeñando nuestras tropas solamente cuando
haya de decidirse una acción interesante y que las circunstancias requieran,
para que asimismo nuestras tropas no tengan mayor menoscabo y su fuerza siempre
sea más respetable.
3ª Ya cuando en estas circunstancias hayamos
llegado a comprometer a todos los pueblos del Río Grande, haciéndoles tomar las
armas contra los derechos de su monarca, en este caso parece consiguiente que
el mismo delito de su rebelión les obligará a aceptar nuestras disposiciones,
sometiéndose en un todo a ellos, protestándoles de lo contrario que si así no
lo hacen, además de abandonarlos en el proyecto de su causa, retirando nuestras
tropas a la frontera, saquearemos al mismo tiempo los pueblos y las haciendas,
quedando expuestos nuevamente al furor y a la venganza del antiguo despotismo;
y, en esta virtud, entonces es cuando, ya tan comprometidos que a nada podrán
oponerse, debe proclamarse la libertad de los esclavos, bajo el disfraz, para
no descontentar en parte a sus amos, que serán satisfechos sus valores, no sólo
con un tanto mensual de los sueldos que tengan en la milicia, como también con
la garantía de los tesoros nacionales, y bastando armarlos y formar algunos
batallones bajo la dirección de jefes que los instruyan y dirijan con el
acierto que sea debido.
4ª
Igualmente debe procurarse que en los nuevos gobiernos que se establezcan en
los pueblos, villas, y lugares, e igualmente en los ramos particulares,
intervengan siempre en sus disposiciones algunos sujetos que sean americanos y
de nuestra parcialidad, que para el efecto irán con el ejército;
consiguientemente, se observará lo mismo en el mando militar y en los
regimientos, poniéndoles uno o dos jefes de los nuestros, que tengan un
conocimiento exacto en lo interior de sus disposiciones.
5ª Antes de proceder a la disposición de la
libertad de los esclavos, debe haberse dispuesto los ánimos, haciendo publicar
en todas las divisiones y pueblos, donde haya tropas portuguesas del partido,
que desde la fecha de aquella publicación, se les asigna, tanto a las tropas
como a sus correspondientes oficiales, los mismos sueldos que gozan las
nuestras, cuyos abonos serán satisfechos por cuenta de nuestros fondos y sin
demora alguna, mensualmente.
6ª
Cuando las circunstancias aseguren el éxito de la empresa, se debe de ir
disponiendo que algunas divisiones pequeñas, principalmente las de los negros,
se vayan haciendo conducir con diferentes pretextos a cubrir las fronteras, y
por consiguiente se ejecutará lo mismo con las demás tropas portuguesas,
dividiéndolas en pequeñas fuerzas, para que en cualquier destino sean mayores
las nuestras, para, cuando fuese tiempo, hacer la declaratoria de conquista.
7ª Debemos igualmente, hacer publicar en todos
los pueblos que a todas las familias pobres, que voluntariamente quisiesen trasladarse
a la Banda Oriental y a las fronteras a poblar, se les costeará el viaje,
dándoles las carretas y demás bagajes para su transporte y regreso, y
contemplándoles como pobladores, se les darán terrenos a proporción del número
de personas, que comprenda cada familia, capaces y suficientes para formar
establecimientos, siembras de trigo, y demás labores, y esto por el término de
diez años, que serán los precisos que deberán habitarlos, y pasado dicho
término, podrán venderlos, o enajenarlos como más bien les pareciere, sin que
el valor de dichas tierras tengan que abonarlo. Que para el efecto y fomento se
les suministrará, en los dos primeros años, con algunas fanegas de distintos
granos, algunas yuntas de bueyes y vacas, para sus establecimientos, y asimismo
algunas yeguas y caballos, supliéndoles para la fábrica de sus moradas
doscientos o trescientos pesos, según lo que dispusiere en esta parte el
Superior Gobierno, como igualmente las herramientas precisas para sus labores,
quedando exentos en el dicho término de diez años, cualquiera de tales
familias, de servir en las milicias, ni en ningún otro cargo que pudiera
perjudicarles, y en la misma forma, en dicho término, serán exceptuados de toda
contribución y derecho de cualquier fruto que vendan o introduzcan, en
cualquiera pueblos o provincias, dependientes del Gobierno Americano del Sud.
8ª
En los mismos términos y en igual forma, bajo las mismas proposiciones, debe de
proponerse este mismo convenio a las familias pobres de la Banda Oriental de
Montevideo y Capital de Buenos Aires, que quieran ir a poblar a los territorios
del Río Grande, para de esta manera introducir en dichos destinos el idioma
castellano, usos, costumbres y adhesión al Gobierno, pues ya en estas
circunstancias se deberá haber allanado todas las dificultades, y, levantando
nuestra bandera en aquellos destinos, declararlos como provincias unidas de la
Banda Oriental y Estado Americano del Sud.
9ª
En los dichos destinos del Río Grande deben abolirse ya, en este caso, las
escuelas y otras clases de estudios, en los niños de cinco años para arriba, en
el idioma portugués, remitiéndose maestros que enseñen en castellano y lo mismo
sacerdotes para los mismos fines.
10ª
En la misma forma, todos los vecinos del Río Grande y su campaña y todos los
que extrajeren de dichos pueblos, o introdujeren por tierra y mar, en su
entrada y salida, por el término de cinco años, cualquiera clase de frutos, no
pagarán sino la mitad de los derechos nacionales que estuvieren estipulados en
las demás provincias del Gobierno Americano, entendiéndose esto también con los
que navegaren a dichos destinos, aun cuando no fuesen vecinos de dichos
pueblos.
11ª
Hasta no radicarse totalmente sobre bases fijas y estables nuestros derechos de
conquista en aquellos destinos, no debe fiarse los primeros cargos en personas
que no sean de las antiguas provincias; y para no descontentar a aquellas
personas de talento, mérito y circunstancias, se debe atraerlas y emplearlas en
las provincias antiguas, hasta que el tiempo nos asegure aquellos nuevos
establecimientos.
12ª
Cuando se hallen las cosas en tales circunstancias, se debe con antelación
cerrar los puertos de Buenos Aires y Montevideo, y como que nos preparamos
ciertamente a una guerra dilatada con las provincias del Brasil y que por aquel
gabinete se nos han de hacer todas las hostilidades posibles, se recaerá en
todos nuestros destinos sobre los bienes, caudales y buques portugueses que se
hallasen en aquella actualidad, confiscándolos para los fondos públicos, de
todos los individuos que sean de cualquier destino de las dichas provincias
menos del Río Grande y dependencias, que en tal caso es ya de nuestra
pertenencia, no debiéndose entender esto con los bienes de los portugueses
avecindados y afincados, pues para estorbar algunos daños que en recompensa nos
puedan hacer, estorbaremos las salidas anteladamente, con disimulo, de nuestros
puertos, a aquellos destinos, y a los dichos portugueses se considerarán como
prisioneros. Últimamente, se observará en las demás materias que he expuesto
para los americanos, en los dichos establecimientos nuevos, el mismo sistema,
orden, práctica y gobernación política en todas sus partes, y estando
sancionado completamente el sistema de nuestra libertad en toda la América del
Sud y conquista del Río Grande, deben guarnecerse bien las fronteras
portuguesas que miren a las provincias de Minas, picada de San Martín y detrás
pasos que estorben la entrada a dicho Río Grande, como igualmente su dicha
barra, repitiendo asimismo que omito el hacer reflexiones acerca de varios
puntos de política y régimen que me ocurren, mediante a que instruirá
completamente de todas mis ideas la obra que tengo ofrecida y mediante a que me
consta también que sobre otros objetos se han tomado a las providencias que serán
suficientes a llenar el hueco del empeño de nuestra grande obra y por mis
conocimientos resuelvo abiertamente que debemos decidirnos por el rigor,
intrigas y astucias, que son las que nos han de poner a cubierto y conducirnos
a nuestros fines, dejando para cada tiempo lo que le pertenece, pues lo que se
hace fuera de él nunca sale bien. En cuya virtud, luego de premeditar V. E. a
fondo el concepto de todas las exposiciones y máximas que contiene este Plan,
con la madurez que es propia de un gobierno sabio, me persuado efectivamente
que a lo menos confesará que la realidad de mis intenciones y lo justo de mis
deseos no tiene otro fin que aspirar a sancionar la verdadera libertad de la
Patria; y aun cuando reservo ideas que no es posible encomendarlas al papel, el
miembro que ha recibido de ese Superior Gobierno la honra del encargo para la
formación de este dicho Plan se hace responsable a manifestar por separado los
demás recursos que fueren menester y consiguientemente a superar y facilitar
los obstáculos que pudieran oponerse. Este elogio parecería alimentarse por el
amor propio, si el asunto que se trata fuese público y no hubiese protestado
que, siendo superior a mis alcances, sólo el deseo y la gratitud me han
estimulado al cumplimiento de mis deberes, en obsequio de la causa, y a lo
menos por disfrutar algunos conocimientos, no semejantes al avaro que
amontonando tesoros se jactara de ver abatidos en la miseria a sus semejantes.
Al mismo tiempo suplico a V. E. no juzgue en un asunto tan vasto y de tanta
entidad por escasas insinuaciones, y que se digne examinar por extenso los
pormenores del fondo de sus conceptos; así, pues, me lo persuado de los grandes
y tan conocidos talentos de V. E., pues efectivamente las almas que aciertan a
gobernarse, gobiernan a los demás cuando lo intentan, vencen las pasiones,
rigen los propios ímpetus, producen las circunstancias para utilizarlas y,
encadenando la fortuna, hacen para su rueda movible, forzando al destino, que
es lo que verdaderamente da derecho para mandar y es mandar en realidad. En
cuya virtud y consecuencia, la Providencia nunca ha revelado su existencia ni
manifestado mejor su poderío, que haciendo que de cada una de las acciones que
componen la vida de un hombre resulte un memorable acontecimiento, y que viene
a ser su moralidad. Pero, a fin de que sea útil este acontecimiento y que esta
moralidad redunde en beneficio de toda la especie, ha querido que uno y otro
fuesen siempre en sentido encontrado con los deseos corrompidos, y sirviendo
igualmente para cubrir de vergüenza, y a veces de castigo, al vicioso y al
criminal, y de gloria duradera a los adoradores de la virtud. Es cuanto me
ocurre poder manifestar a V. E., inspirado de la fuerte y sólida confianza que
me reanima a concebir que la grandeza, talento, discreción y virtudes de ese
Superior Gobierno, calculando los principios de mis exposiciones políticas,
propenderán sin duda, confiados en la Providencia y de sus santos principios, a
realizar y poner en práctica las máximas tan saludables del presente Plan, que
bajo el mérito de V. E. se acoge, para que, con su ilustración y rectitud, le
amplíe aún las ideas que tuviera a bien para completarlo; quedando de mi parte
satisfecho con cuanto me ha sido posible exponer, en cumplimiento de la
comisión con que ese Superior Gobierno me honró, para sancionar y demostrar los
principios que han de ponernos a cubierto en las grandes obras de nuestra
libertad.
Buenos Aires, 30
de Agosto de 1810. Doctor Mariano Moreno
El
documento que antecede lleva al pie la siguiente nota: "El presente plan
es copia de la copia del mismo original que con dicha fecha fue presentado a la
junta, cuya copia del original es de puño y letra del mismo Moreno, y los demás
documentos que lo encabezan son copias de los mismos originales que están
inclusos y se conservan para su debido tiempo en poder de quien mandó la copia
presente de Buenos Aires, que obtuvo de resultas de haber desterrado la junta a
un individuo, sorprendiéndole que era íntimo amigo de Moreno, quien fue
depositario de varios papeles interesantes cuando el citado vocal caminó a
Londres, y por consecuencia de la dicha sorpresa y destierro de este último,
fue depositario de varios intereses y papeles el referido individuo, cuyo
nombre en general se reserva por las circunstancias de sus haberes y
persecuciones del día, hasta su debido tiempo". El señor Eduardo Madero
preparaba su historia del puerto de Buenos Aires, encontró el documento
anterior en el Archivo General de Indias de Sevilla, e hizo sacar de él una
copia; pero como no le fuera útil para su obra, envió dicha copia al señor
General Bartolomé Mitre. Este, a mediados del corriente año, tuvo la fineza de
ofrecerla al Ateneo, para que el documento se incluyera entre los escritos de
Moreno. Sin embargo, no fue posible aprovechar la copia ofrecida por el señor
General Mitre, porque se le había extraviado, y a pesar de todo su empeño no
logró encontrarla. Entonces el señor Ministro de Relaciones Exteriores, doctor
Alcorta, se sirvió pedir a España una nueva copia. Esta es la que se ha
utilizado en la presente publicación.