jueves, 21 de febrero de 2013

BELGRANO TRADUCE A WASHINGTON (3ª parte)

Esta nota fue publicada en el Periódico Informaciones Semanales de San Martín (PBA) el 23 de febrero de 2013 

BELGRANO TRADUCE A WASHINGTON (3ª parte)
-¡Hola don Singulario! ¿Así que piensa seguirla con el gringo hoy?


Belgrano en campaña  (*)
-Digamos que concluir. Es tanto el material de actualidad que tiene aquella Despedida de Washington al Pueblo de los Estados Unidos, traducida por Manuel Belgrano hace doscientos años, como forma de adoctrinamiento a los congresistas de la Asamblea del Año XIII, que no podemos menos que volcar algunos pocos párrafos más, quedándonos la seguridad que seremos infieles por haberla tijereteado de tal forma.

-Vamos don, que los interesados hagan como en casa y la bajen de Internet, la encontramos en su blog y nos pareció muy interesante la confrontación de las dos versiones, aunque un poco complicada de leerla.

-El formato “blog” no es para  mí, le recomiendo que, como siempre hacemos, vaya a la original. Aunque resulte un poco rara la lectura con la grafía de aquellos tiempos, uno se adiestra.

-Es verdad, Ud. nos tiene acostumbrados y ya casi ni se nota. Es un rasgo curioso e interesante a la vez. Mi nieto lo utilizó en su clase de historia y el profe lo felicitó.


Jorge Washington
-Bueno, para aprovechar el espacio vayamos al grano. Entre las cosas que Washington recuerda a su pueblo en el momento que decide retirarse de la vida pública, luego de un extenso período de gobierno dice:

« Quando por primera vez me determiné á desempeñar el ar­duo cargo, os manifesté con oportunidad mis ideas [...] mas la experiencia propia, y aun mas las de otros, ha aumentado los motivos de desconfiar de mí mismo; y creciendo cada vez mas el peso de mis años, me avisa, sin cesar, que la sombra del retiro me es tan necesaria como se me será agradable. Satisfecho de que, si mis servicios han tenido algun valer, solo ha procedido de las circunstancias, tengo el consuelo de creer, que si la eleccion y la prudencia me llaman á separarme de la escena política, el patriotismo no me lo prohibe. »

-Leí que sentía que las fuerzas no le alcanzaban y le gustaría dedicarse a disfrutar la vida privada con la familia en sus propiedades camperas, tal es así que fallece tres años después, ¿no es cierto don?

-Algunos politólogos a la violeta, que tienen asignada a perpetuidad su columna en el diario que cuida las espaldas al inventor de la historia oficial argentina, el año pasado quisieron aprovechar este documento para argumentar contra la posibilidad de la reforma constitucional y las reelecciones presidenciales.

-Le cuento una anécdota don, que escuché en boca de abogados, arguyendo con absoluta seriedad que la Constitución es “pétrea” en el sentido de la imposibilidad absoluta de modificarla. Decían que eso les habían enseñado en la cátedra de Derecho Constitucional su profesor, un tal Barra. Se armó un tole-tole que no le cuento. El nombre del profe, uno de los responsables de la nefasta década de 1990, y la afirmación de tal necedad fue rebatida con muchos argumentos, recordando que cuando les conviene a los poderes de turno, la Constitución puede ser derogada por un Decreto como ocurrió en 1955 o con el Estatuto de la Revolución Argentina de 1966.

-En la columna de la semana pasada revelamos cómo el propio Washington explicaba que «mientras no se cambiase por un acto autentico y explicito de todo el pueblo» dando por sentado, de igual forma que lo determina la nuestra, que sólo el pueblo en democracia puede modificarla. Y en nuestro sistema eso se hace cuando las mayorías lo deciden...
Como no es nuestro interés reducirnos a polémicas que nada tuvieron que ver ni Washington, que se retiraba por el peso de sus años, ni Belgrano donde nadie hablaba de elecciones y menos de re-re, vamos a continuar bajando párrafos que sí, tenían mucho que ver “allá y entonces” al igual que en el “aquí y ahora”. Veamos este párrafo

« Sostened el crédito público como manantial importante la de fuerza y seguridad. Uno de los medios para conseguirlo es hacer uso de él con la mayor parsimonia posible, cultivando la paz, para evitar las ocasiones de gasto; [...] evitando también que se acumulen deudas, no sólo huyendo de las ocasiones de gastar, sino haciendo esfuerzos vigorosos en tiempo de paz, para pagar las deudas que hayan ocasionado las guerras inevitables, y no cargar à la posteridad, de un modo poco generoso, con un peso que nosotros debemos soportar. La execución de estas màximas corresponde à vuestros representantes; pero debe cooperar à ella la opinión pública. Para que puedan estos cumplir con sus obligaciones, con más facilidad, es indispensable, que tengáis presente, siempre, que para pagar deudas se necesitan rentas; que para tener estas son necesarios impuestos; que no hay impuesto que no sea mas o menos incómodo, ó desagradable; que la dificultad intrinseca que acompaña la elección de los objetos que se han de gravar (elección siempre difícil), debe servir de un motivo decisivo para juzgar con prudencia de las intenciones del gobierno que la hace, e igualmente para reposar en ella y soportar los medios que las necesidades públicas pueden exîgir en qualesquier tiempo, à fin de obtener rentas para atenderlas.»

-La pucha don Singu, no hace falta ninguna explicación de tan clarito que lo escribió. Estoy pensando en la 125 o en el acuartelado ex presidente del Banco Central que se oponía a todo y a la “piba” multipartidaria (sirvió a casi todos los partidos políticos) recomendando la violencia fiscal y el contrabando como método político.

-Dejémoslo al míster aquel recomendándole a su pueblo los caminos a seguir para independizarse de las garras coloniales y a nuestro magnífico prócer traduciéndolo para el conocimiento e ilustración de nuestros jóvenes revolucionarios en las maravillosas jornadas del nacimiento de  la Patria.

-Estuvimos charlando en casa don sobre este asunto. Mi nieto cumplía 16 años y con sus amigotes, que se han hecho militantes del voto “imberbe”, se trenzaron si estaba bien o mal que para hacer una revolución fueran a buscar consejos a otros países, en especial al norteamericano. Eran muy sagaces y aportaban puntos de vista novedosos para mí que vivo añorando otras épocas.

-Los jóvenes actuales están recorriendo caminos muy diferentes a nosotros y debemos escucharlos con mucho respeto. ¿Qué decían en relación a la traducción que comentamos?

-Algo muy interesante don, como que teníamos que tener en cuenta la época, que no había mucha información, que eran muy pocos los hombres ilustrados y que las élites eran muy cerradas. Uno recordó que Moreno había traducido a Rousseau y que la Revolución de Mayo estaba inspirada por algunos en la francesa y la norteamericana. Que era natural que se leyera a autores extranjeros de esas corrientes.

-Parece que estaban bien informados…

-Mi nieto, que se leyó toda la carta despedida desde donsingulario.blogspot, me dio la satisfacción de redondear la charla cuando dijo que si los gringos hoy le dieran pelota a los consejos de Washington –recordándolo todos los años en su aniversario– el mundo sería diferente.

Nota: Cuando se transcriben documentos antiguos del original todo es sic


(*) Cuadro tomado de http://www.historiasderaffo.com.ar/historias-corrientes/historias-corrientes-01.html

jueves, 14 de febrero de 2013

BELGRANO TRADUCE A WASHINGTON (2ª parte)

Esta nota fue publicada en el Periódico Informaciones Semanales de San Martín (PBA) el 16 de febrero de 2013 
BELGRANO TRADUCE A WASHINGTON (2ª parte)

-¡Hola don Singulario! ¿Seguimos con la traducción de la despedida de Washington, realizada por don Manolo?
-La semana pasada recordamos la razón de la premura para dar a conocer dicho documento. Se abría la Asamblea y los congresistas debían contar con argumentos para deliberar. Algunos pocos tenían claridad de sus designios por sus intereses particulares o corporativos, (propietarios, clérigos, comerciantes, etc.) como lo plantearon los conservadores del Primer Triunvirato con Rivadavia a la cabeza. Que algo cambiara para que todo siguiera igual…
-Gatopardismo que le dicen…
Otros buscaban recuperar los ideales primigenios de los revolucionarios de 1810, abortados con la Junta Grande. La Sociedad Patriótica liderada por Monteagudo por un lado y por el otro los recién llegados, los Caballeros Racionales (conocidos como Logia Lautaro) esencialmente San Martín y Alvear.
En esa situación, Belgrano en campaña por el norte consideró indispensable influir en los congresistas que se reunirían en el Congreso y necesitaba de herramientas de peso para combatir a los poderosos intereses porteños contrarrevolucionarios, amén de la influencia de activos emisarios europeos y otros aventureros.
 -¿Ud. cree que esa es la razón de la traducción a las apuradas que nos contó la semana pasada?
(Paréntesis. Las apuradas se deben a que Belgrano, comandante en operaciones libraría pocos días después la gloriosa batalla de Salta que cerraría a los españoles el acceso al Alto Perú, venciendo a Pío Tristán. El próximo miércoles 20 de febrero se cumplen doscientos años y por ese motivo se decretó feriado nacional)
-Volviendo a su pregunta, no me caben dudas, es el genial traductor quien lo declara explícitamente: «Para ejecutarla con más prontitud [...] no con aquella propiedad, elegancia y claridad que quisiera»
Es interesante rescatar al Manuel Belgrano dirigente político y revolucionario, impulsor en la Primera Junta del Plan de Operaciones que producirá Moreno. A horas de la instalación de la Asamblea Constituyente (que ya no juraría por el rey Fernando) se preocupa de alcanzarles con urgencia este otro documento poderoso.
Ambas obras tienen tanta importancia para la concreción de una nación soberana e independiente de cualquier influencia extraña, que la historiografía oficial mitrista las ha mantenido en un limbo documental. El primero perdido, el segundo en archivos particulares.  
-Supongo don que son esos papeles que queman y que la “intelligentzia” (como diría Jauretche) hace todo lo posible para “olvidar”. Aprovechan nuestro ancestral rechazo a los gringos para ningunearlo.  
-Buscando en Internet algo sobre este asunto, encontré que el Instituto Belgraniano lo tiene colgado como un hecho anecdótico: “la única traducción al castellano”, “que usaba nuestro prócer patillas como el yanqui”, y otros chimentos al estilo TV vespertina, pero de la acción política referenciada al momento de su publicación, nada…
-¿Qué cosas decía para ser tan importante traducirlo y que lo leyeran los congresales que se estaban reuniendo?
-Muchas y fundamentales para la construcción de una Nación en un proceso de descolonización e independencia de Inglaterra, Francia y España, como fueron los Estados Unidos al finalizar el siglo XVIII.
 Nuestro egregio don Manuel, que se sublimaba con la nuestra, escribía en la introducción: «Suplico solo al gobierno, a mis conciudadanos y a quantos piensen en la felicidad de la América, que no se separen de su bolsillo este librito, que lo lean, lo estudien, lo mediten, y se propongan imitar á ese grande hombre, para que se logre el fin a que aspiramos, de constituirnos en nación libre é independiente [...]»
-Es decir don, que consideraba que aquella oración de despedida era algo así como un manual independentista…
-Así es.  Veamos algunos párrafos según el texto original de la traducción (todo sic) (*)
«Tambien os es apreciable en el dia la unidad de gobierno, que os constituye una nacion; [...] pues es la columna principal del edificio de vuestra verdadera independencia, el apoyo de vuestra tranquilidad interior, de vuestra paz exterior, de vuestra seguridad, de vuestra prosperidad, y de esa misma libertad que tanto amais [...] siendo este el punto de vuestro baluarte político contra el cual se han de dirigir con mas constancia y actividad las baterias de los enemigos interiores y exteriores (aunque muchas veces oculta é insidiosamente) es de suma importancia, que sepáis bien quanto interesa vuestra unión nacional á vuestra feli­cidad general y particular; que fomentéis un afecto cordial, habitual, é invariable hacia élla, [...] rechazando quanto pueda excitar aun la mas minima sospecha, de que en algun caso puede abandonarse; y mirando con indignacion las primeras insinuaciones de qualesquier tentativa, que se hiciere para separar una parte del pais de los demas, ó para debilitar los lazos sagrados, que actualmente las unen»
-Clarísimo don, los exhortaba para defender la unidad frente a los enemigos, internos y externos.
- Revolucionario, una vez logrado el objetivo se transformaba en respetuoso a las leyes
«La base de nuestro sistéma político es el derecho del pueblo para hacer ó alterar sus constituciones de sus gobierno; pero la constitución, que alguna vez exista, mientras no se cambiase por un acto autentico y explicito de todo el pueblo, obliga á todos por los derechos mas sagrados. La misma idea del poder, y derecho del pueblo á establecer un gobier­no, supone también la obligación que tiene cada individuo de obede­cer al gobierno establecido.
Todo obstáculo á la execución de las leyes, toda combinacion, y asociación, [...] si tiene por objeto verdadero el dirigir, contener, intimidar, ú oponerse á las deliberaciones, y acciones arregladas de las autoridades constituidas es destructivo de este principio fundamental, y de resultados muy peligrosos. Tales medios sólo sirven [...] para sostituir (sic) á la voluntad de la nación, la voluntad de un partido, y muchas veces de una  parte de la comunidad muy pe­queña, pero artificiosa y emprendedora, a todo él, y para, según  los triunfos alternados de los diferentes partidos, hacer que la administración pública sea el espejo de los proyectos desconcertados y monstruosos de las facciones, en lugar de ser el órga­no de planes conseqüentes y saludables, dirigidos por la consejos comunes y modificados por los mutuos intereses»
-Don Singulario, me parece que el yanqui aquel era un iluminado que leía el futuro. Sólo este párrafo me retrotrae a nuestra actualidad donde combinaciones de empresas, asociaciones, corporaciones y otras yerbas obstaculizan la ejecución de leyes votadas por el Congreso, para sustituir la voluntad mayoritaria en beneficio de una parte muy pequeña de la sociedad, al decir del míster…
-Como le señalaba al principio, el hecho que este documento se haya escamoteado del conocimiento público, pese al pedido expreso del traductor, tiene el sentido del homenaje falaz: poner a Belgrano en el bronce y ocultar su pensamiento.


Nota: Cuando se transcriben documentos antiguos del original todo es sic

BELGRANO TRADUCE A WASHINGTON (1ª parte)

Esta nota fue publicada en el Periódico Informaciones Semanales de San Martín (PBA) el  9 de febrero de 2013 
BELGRANO TRADUCTOR
-¡Hola don Singulario! ¿Con qué cosa rara se viene hoy?
 -La semana pasada, el 2 de febrero se cumplieron los 200 años que nuestro múltiple Manuel Belgrano diera a luz en Alurralde, un paraje norteño, la traducción de la carta de despedida de Jorge Washington al pueblo de los Estados Unidos al retirarse de la política activa.
Varias son las razones que nos mueven sobre esa obra. Algunas sólo cronológicas, otras más políticas en cuanto al sentido, no sólo de los dichos de Washington, como a los del propio Belgrano en su interés de hacerla pública.
En lo cronológico la fecha, tiene gran importancia: Dos días antes, en Buenos Aires se había inaugurado la Asamblea, y él era uno de sus precursores. Necesitaba por tanto dar argumentos de peso a sus partidarios y en especial promover en el pueblo la continuidad de la militancia hacia la independencia plena. ¡Quién otro podía ayudar más que el padre de la liberación norteamericana del yugo imperial! 
Por otra parte hacía poco que había vencido en Tucumán y se encaminaba hacia Salta para culminar su obra. No obstante (y él lo aclara pertinentemente) pese a las obligaciones militares, se da tiempo para revisar la traducción y mandarla a la imprenta.
-Don, a unas cuantas leguas, en tanto, el 3 de febrero, San Martín batía a los godos en San Lorenzo para afianzar la obra.
-Hablamos en esta columna del año que marcó indeleblemente la cara de nuestra Patria.
Muchas bicentenas estaremos recordando. Por ejemplo el propio Belgrano, en evidente apoyo y acatamiento hacía jurar a su ejército lealtad a la Asamblea catorce días después de su apertura (13/2/13). José María Rosa lo relata así:
«Mandó desplegar una bandera blanca con el sello votado por la Asamblea (el actual escudo argentino), que Díaz Vélez mantuvo enhiesta mientras la tropa desfilaba y la besaba»  
-Debe haber sido muy emocionante don, ver aquellas milicias. Me las imagino mal armadas  con fusiles o lanzas, pocos uniformes, vestidos malamente otros, botas de potro o simplemente descalzos, acompañándolo en la campaña al Norte, a la orilla del río Pasaje jurando morir antes que esclavos. Seguro que los custodiaban muchas mujeres que no figuran en estas historias…
- La crónica no las nombra. El “Pepe” Rosa aclara que ese voto no fue a la bandera como nos enseña falsamente la historia oficial cuando informan que al río se lo llamó desde ese entonces Juramento.
 -Don Singulario, ¿cuál es el sentido político de aquella despedida, para trasladarla a nuestra Patria? 
-Volvamos con Belgrano y Washington. La versión castellana, terminada casi sobre el caballo tenía el objeto de recordarles a los ciudadanos asambleístas cuáles debían ser los principios que guiaran su derrotero y es tan así que la sola lectura, subrayada párrafo a párrafo obligaría a reflexionar políticamente y no dejarse llevar por los cantos de sirena interesados de embajadores y otros fenómenos de poder que intentarían desviar su cometido. Aquel discurso era un manual de gobierno que se imponía a los revolucionarios. Vea como lo presentaba:
  “El ardiente deseo, que tengo de que mis conciudadanos, se apoderen de las verdaderas ideas, que deben abrigar si aman la patria, y desean su prosperidad baxo bases sólidas y permanentes, me ha empeñado á emprender esta traducción en medio de mis graves ocupaciones, que en tiempos más tranquilos la había trabajado, y se entregó á las llamas con todos mis papeles en mi peligrosa y apurada acción del 9 de marzo de 1811 en el Tacuarí. 
Washington, ese héroe digno de la admiración de nuestra edad y de las generaciones venideras ejemplo de moderación, y de verdadero patriotismo, se despidió de sus conciudadanos, al dexar el mando dandoles lecciones las mas importantes y saludables [...]
Un conjunto de sucesos que no estaban al alcance nuestro; pues viviamos sabiendo unicamente lo que nuestros tiranos querían que supiesemos, nos traxo la época deseada, y por una confianza que no merecia, mis conciudadanos me llamaron á ser uno de los individuos del gobierno de Buenos Ayres, que sucedió á la tiranía.
Las obligaciones no me daban lugar á repasar la traducción, para que se imprimiese, ya que teniamos la gloria de poder comunicar los conocimientos, [...]
[...] ansioso de que las lecciones del héroe americano se propaguen entre nosotros y se manden, si es posible, á la memoria por todos mis conciudadanos, habiendo recibido un pequeño librito que contiene su despedida [...] me apresuré á emprender su traducción.[...]  no con aquella propiedad, elegancia y claridad que quisiera, y que son dignos tan sabios consejos; pero al menos los hé puesto inteligibles, para que mejores plumas les dén todo aquel valor, que ni mis talentos, ni mis atenciones me permiten.
Suplico solo al gobierno, a mis conciudadanos y a quantos piensen en la felicidad de la América, que no se separen de su bolsillo este librito, que lo lean, lo estudien, lo mediten, y se propongan imitar á ese grande hombre, para que se logre el fin a que aspiramos, de constituirnos en nación libre é independiente”.          
-¿Debe ser muy groso lo que dijo el yanqui aquel para traducirlo con tal premura, no don Singu? ¿Cuándo dijo que se despidió aquel fulano?
- Fue firmada 17 de setiembre de 1796 y propagada por la prensa. Le prometo traer algunos párrafos, pero se nos acaba el espacio. Por hoy sólo extractamos parte de la Introducción con la misma grafía original que tomamos de la que publicó la Imprenta de los Niños Expósitos.



donsingulario@hotmail.com      http://donsingulario.blogspot.com/
Nota: Cuando se transcriben documentos antiguos del original todo es sic
                    

miércoles, 13 de febrero de 2013

DESPEDIDA DE WASHINGTON TRADUCIDA POR D. MANUEL BELGRANO

Estimados lectores.
 Al cumplirse los doscientos años que D. Manuel Belgrano diera a luz la traducción de la carta de despedida de J. Washington al pueblo de los Estados Unidos y buscándole sentido a que lo hiciera durante la travesía de su ejército luego de la batalla de Tucumán hacia Salta, prácticamente "a caballo", a sólo pocos días de haberse iniciado la Asamblea del Año XIII y muy poco antes de la batalla de Salta traté de darle sentido al texto de su introducción, que reproduzco más abajo.

No poseo la edición que prologara B. Mitre pero si las copias de los originales compilados por Augusto Maillé en 1966 y tomados de diferentes colecciones privadas: Carranza; Santamarina; Carbone; Peña y Dodero, pero no figura en ningún archivo oficial.

Con el objeto de aprovechar la magnífica herramienta de Internet baje algunos párrafos del original belgraniano no obteniendo respuesta, por lo que supuse que tal Despedida nadie se hubiera tomado el trabajo de bajarla a la red. Sin embargo y luego de varios intentos la obtuve del blog Constitución Web de los Doctores Pons. (http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2010/04/discurso-de-despedida-de-washington-al.html)
No figura de dónde se ha tomado, es decir si es una traducción del original, o si corresponde a la edición que prologara B. Mitre de 1902.
Con la paranoia de curioso de la historia falsificada, me tomé el trabajo de comparar ambos trabajos, el del blog lo volqué tal cual en una columna y con paciencia de chino taoísta, copié en la otra columna la edición original.
La sorpresa es que, aunque en su gran mayoría sigue la línea belgraniana,  algunos párrafos, no pocos, tiene variaciones bastantes apreciables con respecto al original.
No siendo ni analista ni historiador, sólo me queda publicarlos  para quienes puedan y sepan, definan si el que circula en la red es compatible con nuestro glorioso traductor, de la misma forma que la edición de 1902 si alguien la tiene disponible.Un aparte tiene que ver con el Instituto Belgraniano que hace  un desarrollo anecdótico de la traducción y los intereses cholunianos de Belgrano con respecto a Washington, pero nada informa de la urgencia del prócer para publicarlo.
Desarrollado este introito, me queda la pregunta si este material, de absoluta actualidad para analizar las necesidades que tiene una nación colonizada para transformarse en soberana, no habrá corrido la misma suerte del Plan de Operaciones que elaborara Mariano Moreno a instancias de la Primera Junta y cuyo impulsor fuera el propio Manuel Belgrano





Añadir leyenda



Otro sí digo: Este librito debió estar en el bosillo de los congresales de la Asamblea del Año XIII, probablemente muchos porteños lo habrán censurado. ¿Llegó a todos?

Dicho todo lo anterior lo expongo a la red


INTRODUCCIÓN
 “El ardiente deseo, que tengo de que mis conciudadanos, se apoderen de las verdaderas ideas, que deben abrigar si aman la patria, y desean su prosperidad baxo bases sólidas y permanentes, me ha empeñado á emprender esta traducción en medio de mis graves ocupaciones, que en tiempos más tranquilos la había trabajado, y se entregó á las llamas con todos mis papeles en mi peligrosa y apurada acción del 9 de marzo de 1811 en el Tacuarí. 
Washington, ese héroe digno de la admiración de nuestra edad y de las generaciones venideras ejemplo de moderación, y de verdadero patriotismo, se despidió de sus conciudadanos, al dexar el mando dandoles lecciones las mas importantes y saludables; y hablando con ellos, habló con quantos tenemos, y con quantos puedan tener la gloria de llamarse americanos, ahora, y mientras el globo no tubiese alguna variación.
Su despedida vino á mis manos por los años de 1805, y confieso con verdad, que sin embargo de mi corta penetración, vi en sus máximas la expresión de la sabiduría apoyada en la experiencia, y constante observación de un hombre, que se había dedicado de todo corazón á la libertad y felicidad de su patria.
Pero como viese la mia en cadenas, me llenaba de un justo furor, observando la imposibilidad de despedazarlas, y me consolaba con que la leyesen algunos de mis conciudadanos, o para que se aprovechasen algún día, si el Todopoderoso los ponía en circunstancias, ó transmitiesen aquellas ideas á sus hijos para que les sirvieran, si les tocaba la suerte de trabajar por la libertad de la América.
Un conjunto de sucesos que no estaban al alcance nuestro; pues viviamos sabiendo unicamente lo que nuestros tiranos querían que supiesemos, nos traxo la época deseada, y por una confianza que no merecia, mis conciudadanos me llamaron á ser uno de los individuos del gobierno de Buenos Ayres, que sucedió á la tiranía.
Las obligaciones no me daban lugar á repasar la traducción, para que se imprimiese, ya que teniamos la gloria de poder comunicar los conocimientos, y que se hicieran generales entre nosotros, y creido de que en la expedición al Paraguay podria haberla exâminado y concluido, tube la desgracia que ya hé referido.
Mas observando que nadie se ha dedicado a este trabajo, ó que si lo han hecho no se ha publicado, ansioso de que las lecciones del héroe americano se propaguen entre nosotros y se manden, si es posible, á la memoria por todos mis conciudadanos, habiendo recibido un pequeño librito que contiene su despedida, que me ha hecho el honor de remitirme el ciudadano D. David C. de Forest, me apresuré á emprender su traducción.
Para ejecutarla con más prontitud me hé valido del americano Dr. Redheah, que se ha tomado la molestia de traducirla literalmente, y explicarme algunos conceptos; por este medio hé podido conseguir mi fin, no con aquella propiedad, elegancia y claridad que quisiera, y que son dignos tan sabios consejos; pero al menos los hé puesto inteligibles, para que mejores plumas les dén todo aquel valor, que ni mis talentos, ni mis atenciones me permiten.
Suplico solo al gobierno, a mis conciudadanos y a quantos piensen en la felicidad de la América, que no se separen de su bolsillo este librito, que lo lean, lo estudien, lo mediten, y se propongan imitar á ese grande hombre, para que se logre el fin a que aspiramos, de constituirnos en nación libre é independiente”.
Alurralde, 2 de febrero de 1813.
Manuel Belgrano                        






DESPEDIDA DE WASHINGTON AL PUEBLO DE LOS ESTADOS–UNIDOS
TRADUCIDA DE SU ORIGINAL
AÑO DE 1813
EN BUENOS–AYRES
IMPRENTA DE NIÑOS EXPÓSITOS

Amigos y Conciudadanos (Traducción original de Manuel Belgrano) (*)
Nunca me parece mas á proposito manifestaros la resolución, que hé tomado de separarme del cargo, que ocupo, que en estas circunstancias, en que se acerca el tiempo de elegir un ciudadadno que administre el Poder Executivo de los Estados–Unidos y en el que debeis fixar vuestras ideas para designar la persona, que se haya de revestir con una comision tan importante; asi se expresará distintamente el voto público, y no se me contará en el número de los que hayan de ser elegidos

Amigos y Conciudadanos: (Copia de Internet) (**)
Nunca me ha parecido más oportuno el manifestaros la resolución que tomé de separarme del cargo que ocupo, como en las circunstancias actuales, cuando ya se acerca la fecha de elegir al nuevo depositario del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos y ha llegado el momento de resolver a quién debéis confiar tan importante comisión. Y a fin de que la emisión del voto sea libre y expeditiva por entero, debo anunciaros que no figuraré yo entre los candidatos sobre quienes ha de recaer vuestra elec­ción.

Os suplico, al mismo tiempo,  que me hagais la justicia de creer que no hé tomado esta resolucion sin haber tenido presente todas las consideraciones, que corresponden a la relación que une á un ciudadano obediente á su patria, y que mi determinación de retirarme no es ni disminucion de zelo por vuestros interés futuro, ni falta del mas agradecido respeto á vuestra pasada bondad, sino un efecto del pleno conocimiento en que estoy,  de que este paso no es incom­patible con aquellos objetos.

Os suplico que me dispenséis la justicia de creer que no he tomado esta resolución sin haber tenido muy en cuenta las obligaciones que corresponden a un ciudadano sumiso al inte­rés de su patria, y que la determinación de retirarme no implica merma del celo por vuestros intereses futuros, ni es falta de gra­titud a vuestra constante bondad, sino tan sólo un efecto del pleno convencimiento que tengo de que este paso no es incom­patible con aquellos objetos.

El haber aceptado, y continuado hasta ahora en el cargo, á que por dos veces me llamasteis por vuestros votos, ha sido un sacrificio uniforme de mi gusto al convencimiento en que estoy de la obligación,  que tengo respeto de la sociedad, y de mi deferencia  á lo que parecía que deseabais. Esperaba constantemente volver al retiro de que salí con repugnancia, y que podría  haberlo hecho mas pronto, sin perjuicio de los motivos que no podré  desatender.  La fuerza de mi inclinacion á retirarme me estimuló á prepararme para dirigiros un manifiesto antes de la última elección, declarandoos mi deseo; pero reflexîonando con madurez acerca del estado de nuestras negocios con las naciones extrangeras, que era tan perplexo, y crítico, y cediendo al parecer unánime de las personas de mi confianza, abandoné la idea.

El haber aceptado y permanecido en el cargo a que dos veces me llevó vuestro voto fue un sacrificio de mis personales gustos en aras de los deberes que tengo para con el país, y una expre­sión de mi respeto a lo que deseabais. Esperaba constantemente volver al retiro de que salí con repugnancia, creí que tendría ocasión de hacerlo más pronto sin desatender las incumbencias puestas a mi cuidado. La persistencia de mis inclinaciones me hizo preparar un manifiesto antes de la última elección, en el que pensaba declararos mi deseo; pero al reflexionar maduramente acerca del estado de nuestras relaciones con otros países, bien crítico e incierto a la sazón, y cediendo al parecer unánime de las personas de mi confianza, abandoné la idea.

Me complazco con que el actual estado de vuestras relaciones, así interiores como ex teriores, no hacen incompatible el que siga mi inclinacion, ni con el conocimiento que tengo de la obligación de servir ni con el decoro: y estoy persuadido, de que en las presentes circunstancias de vuestra patria, no desaproba­réis la determinación de retirarme, sin embargo del afecto que me dispensais por mis servicios.

Me complazco ahora de que la nueva situación de los asuntos, así exteriores como interiores, no haga ya incompatible la reali­zación de mis propósitos con el cumplimiento de mi deber, ni con el decoro del cargo presidencial; y estoy persuadido de que en las actuales circunstancias de nuestra patria, no desaproba­réis la determinación de retirarme, a pesar del afecto con que miráis los servicios a que vengo consagrado

Quando por primera vez me determiné á desempeñar el ar­duo cargo, os manifesté con oportunidad mis ideas: os diré solamente, en desempeño de esta obligacion, que hé contribuído con buenas intenciones á la organi­zación, y administración del gobierno, y que hé hecho los mejores es­fuerzos, según es permitido á una corta capacidad, sin ignorar desde el principio la inferioridad de mi talento; mas la experiencia propia, y aun mas las de otros, ha aumentado los motivos de desconfiar de mí mismo; y creciendo cada vez mas el peso de mis años, me avisa, sin cesar, que la sombra del retiro me es tan necesaria como se me será agradable. Satisfecho de que, si mis servicios han tenido algun valer, solo ha procedido de las circunstancias, tengo el consuelo de creer,  que si la eleccion y la prudencia me llaman á separarme de la escena política, el patriotismo no me lo prohibr.

Cuando por primera vez fui llamado a desempeñar tan ar­duo cargo, os manifesté cuáles son mis ideas: ahora solamente os recordaré que contribuí con buenas intenciones a la organi­zación y administración del gobierno, y que hice los mejores es­fuerzos permitidos a una corta capacidad para serlos útil, sin ha­ber ignorado nunca la escasez de mi talento. La experiencia lograda no reduce los motivos que tengo para desconfiar de mí mismo; y creciendo cada vez más el peso de mis años, estos mismos me avisan sin cesar que la sombra del retiro ha de serme tan necesaria como agradable. Reconociendo que si mis servicios han tenido algún mérito, sólo de las circunstancias proce­de su valor, tengo el consuelo de creer que si me separan de la escena política mi prudencia y vuestro voto, el patriotismo no me prohíbe la separación que tanto deseo.

Mirando hácia el momento que vá á terminar la carrera de mi vida pública, no me es posible dexar de manifestar el reconoci­miento, en que estoy á mi amada patria por los muchos honores que me ha dispensado, aun más por la firme confianza con que me ha sostenido, y por las proporciones que me ha presentado, de hacer ver mi inviolable afecto con servicios fieles y constantes, aunque en utilidad muy desiguales á mi zelo. Si han resultado á nuestra patria beneficios de estos servicios, que se recuerden siempre para gloria vuestra,  y se conserven como un exemplo instructivo en nuestros anales; porque en circunstancias, en que las pasiones agitadas de todos modos estaban sujetas á descaminarse, en medio de apariencias algunas veces dudosas, de las vicisitudes de la fortuna que desalientan, en situaciones en que no pocas veces la falta de buenos resultados ha favorecido el espiritu de crítica, la constancia en sosteneros ha sido el apoyo esencial de los esfuerzos, y la garantía de los planes por donde se efectuaron. Penetrado intimamente de esta idea, la llevaré hasta el sepulcro como un estímulo poderoso, para pedir incesantemente a los cielos os continúe su beneficiencia; que vuestra unión, y afecto fraternal sea per­petuo; que la constitución libre, trabajo vuestro, se mantenga sagradamente; que su administracion en todos sus ramos se señale por la sabiduría, y la virtud; que por último la felicidad del pueblo de estos Estados, baxo los auspicios de la libertad, sea completa por una conservacion cuidadosa, y un uso prudente de estos favores del Todo-poderoso, para que adquieran la gloria de obtener el aplauso, afecto, y adopcion de toda nacion, que aun no lo conoce.

Mirando hacia el momento en que concluirá el curso de mi vida pública no es posible que deje de manifestar el reconoci­miento que profeso a mi amada patria por los muchos honores que hubo de otorgarme, y aún más, si cabe, por la confianza con que me sostuvo y las oportunidades que me dio de mostra­ros mi afecto inquebrantable, con fieles y constantes servicios, muy desiguales en utilidad a mi celo. Si han resultado benefi­ciosos a la patria esos servicios, sean siempre recordados para gloria vuestra y como instructivo ejemplo en nuestros anales, porque cuando al conjuro de circunstancias adversas se agitaban las pasiones y parecían prontas a descaminarse, cuando en momentos dudosos cundió el desaliento y las vicisitudes de la fortuna o la parquedad de los éxitos favorecía el espíritu de crí­tica, la constancia mía en sosteneros y la vuestra en sostenerme ha sido la garantía y el apoyo esencial para que no se malogra­sen los esfuerzos encaminados a preservar del fracaso nuestros comunes planes. Íntimamente penetrado de esta idea, la llevaré hasta el sepulcro como un estímulo para pedir a los cielos que os sigan prodigando sus beneficios; que vuestra unión sea per­petua; que se mantenga entre vosotros el afecto fraternal; que la Constitución establecida, libre trabajo vuestro, se conserve sagradamente; que resplandezca la sabiduría y la virtud en todos los ramos de la administración republicana; y que la felicidad del pueblo en todos nuestros estados sea general y completa, bajo los auspicios de la libertad y del Todopoderoso, mediante un uso prudente de sus favores, para que logremos la gloria de obtener el aplauso, el afecto y el amparo de la nación toda, in­cluso de aquellos que todavía no conocen la excelsitud de nues­tra bandera.

Aquí, tal vez, debía yo dexar de hablaros; pero mi anhelo por vuestra felicidad; que no concluirá sino con mi vida, y el temor del peligro, natural al mismo me impelen en esta ocasión á  ofrecer á vuestra contemplacion y recomendar á vuestra meditacion algunas ideas que son el resultado de mucha reflexion, de no poca obsevacio, y que me parecen de toda importancia, para que mirados como una nacion según lo estais, permanezca vuestra felicidad.  Os la ofreceré con tanta mas libertad quanto que en ellas solo vereis las advertencias de un amigo, que se despide, y que no puede tener un interés personal en acon­sejaros mal; animandome a ello la indulgencia con que en otra ocasión semejante recibisteis mis ideas.

En este mismo punto debiera yo dejar de hablaros, ponien­do fin a este mensaje. Pero mi anhelo por vuestra felicidad —que no se apagará sino con mi vida—, y el natural temor al peligro, me impelen a ofrecer a vuestra consideración y a recomendaros que meditéis sobre algunas ideas, fruto de reflexiones y expe­riencias, que me parecen de toda importancia para el bienestar nacional. Os la brindo con tanta más libertad cuanto que sólo habréis de ver en ellas los avisos y advertencias de un amigo que se despide y que no tiene ningún interés personal en acon­sejaros como lo hago, animándome a ello la indulgencia con que acogíais mis ideas en anteriores oportunidades.

Está tan intimamente unido á vuestros corazones el santo amor de la libertad, que no creo necesario recomendaroslo, ni para que os afirmeis, ni os confirmeis mas en él.

Tan enraizado está en vuestros corazones el santo amor a la Libertad, que no creo necesario el recomendaros que cada día lo afirméis y reafirméis más y más.

Tambien os es apreciable en el dia la unidad de gobierno, que os constituye una nacion; y á la verdad justamente la apreciais; pues es la columna principal del edificio de vuestra verdadera independencia, el apoyo de vuestra  tranquilidad interior, de vuestra paz exterior, de vuestra seguridad, de vuestra prosperidad, y de esa misma libertad que tanto amais. Pero como es fácil preveer,  que por diferentes motivos, y diver­sos puntos se trabaje con mucho empeño, y se empleen  muchos artificios para debilitar, en vuestro concepto,  el convencimiento de esta verdad; siendo este el punto de vuestro baluarte político contra el cual se han de dirigir con mas constancia y actividad las baterias de los enemigos interiores y exteriores (aunque muchas veces oculta é insidiosamente), es de suma importancia que sepáis bien quanto interesa vuestra unión nacional á vuestra feli­cidad general y particular; que fomentéis un afecto cordial, habituala, é invariable hacia élla, acostumbrándoos a pensar y hablar de la unión como de la égida de vuestra seguridad prosperidad politica; velando en  su conservación con zelo ficaz; rechazando quanto pueda excitar aun la mas minima sospecha, de que en algun caso puede abandonarse; y mirando con indignacion las primeras insinuaciones de qualesquier tentativa, que se hiciere para separar una parte del pais de los demas, ó para debilitar los lazos sagrados, que actualmente las unen

También es de alto aprecio la unidad de gobierno en que descansa la nación, según justamente lo habéis reconocido, viendo en ella la columna principal de la verdadera independencia y el sostén de la tranquilidad interna, de la paz exterior, de vuestra propia seguridad y de las libertades que tanto amáis. Pero como es fácil augurar que por diferentes motivos, desde puntos diver­sos y mediante numerosos artificios se pretenda debilitar el convencimiento que tenéis de tan gran verdad: y siendo este punto de vuestro baluarte político el que atacarán con más obstina­ción las baterías de los enemigos externos e internos (oculta e insidiosamente cuando no a plena luz), es de suma importancia que sepáis bien cuánto interesa la unión nacional a vuestra feli­cidad colectiva y privada. Conviene, pues, que fomentéis un afecto cordial y constante hacia ella, acostumbrándoos a pensar y hablar de la unión como el eje de vuestra seguridad y de vues­tro florecimiento político; velando por su conservación con celo y eficacia; rechazando cuanto pueda excitar la más mínima sospecha de tibieza; no abandonando nunca la necesaria vigi­lancia; y mirando con indignación cualquier intento, cualquier insinuación que se hiciere para separar una parte del país de las restantes, o para debilitar los lazos sacrosantos que actualmente unen a todos los estados.

Para observar esta conducta teneis todas las razones de simpatía, é interés. Ciudadanos por nacimiento, ó eleccion, de una patria comun, tiene esta el derecho de que todos vuestros afectos se concentren en ella. El nombre de americano, que os pertenece en vuestro estado nacional, siempre debe excitar un justo orgullo patriótico,  mas que cualquier otro nombre que deribe de los lugares en que habéis nacido. Con poca  variacion  vuestra religión, vuestras costumbres y vuestros  principios políticos son unos mismos.

Para observar esta conducta tenéis a favor vuestras razones de simpatía y de interés. Ciudadanos por nacimiento, o por libre opción de una patria común, asiste a ésta el derecho de que todos vuestros afectos se dirijan a ella. El nombre de americano, que es para vosotros un nombre nacional, debe suscitar un orgullo patriótico superior al de cualquier otro nombre vinculado al lu­gar concreto en que habéis nacido. Con pocas variaciones, vuestra religión, costumbres y principios políticos son iguales en unos y otros.

Juntos habeis peleado y triunfado en una cau­sa común. La independencia, y la libertad que poseis, es la obra de vuestros consejos, de vuestros esfuerzos, de los peligros, de los sufrimientos, y de las ventajas comunes, que en union habeis conseguido.

Juntos habéis peleado y triunfado por una cau­sa común. La independencia y la libertad ya conquistadas son obra conjunta de vuestros consejos, de los esfuerzos comunes, de unos mismos peligros, sufrimientos y beneficios

Mas estas consideraciones, que tan poderosamente deben obrar en vosotros, son infinitamente de menor gravedad que las que tocan con mas inmediacion a vuestro interés: aquí cada porcion del pais encuentra motivos los mas imperiosos, para conservar y mantener cuidadosamente la union del todo.

Pero estas consideraciones, que tan poderosamente deben guiar vuestro ánimo, son de mucha menor entidad que las con­cernientes al interés común: aquí es donde cada sector del país encuentra los más imperiosos motivos para mantener cuidado­samente la unidad del todo.

Comunicándose los países septen­trionales con los meridionales, sin resticcion alguna, y baxo la protección de leyes iguales de un gobierno comun, hallan aquellos en las producciones de estos mayores recursos para empresas marítimas y mercantiles y materialespreciosos para su industria. Estos beneficiados por esta misma comunica­ción con aquellos, ven aumentar su agricultura, y extender su comercio ocupando en parte en sus canales a los marineros septentrionales. Vigoriza su navegación particular, y mientras  contribuye por diversos modos a alimentar y aumentar la masa general de la navegación nacional, aspira á la proteccionde una fuerza maritima, que no podian conseguir por si mismos;  estando en igual comunicacion los países orientales con los occidentales hallan ya el adelantamiento progresivo de  la comunicación interior tanto por agua como por tierra,  y hallarán despues, cada dia, mas salida para  los articulos mercantiles que vienen del extranjero, ó los que presenten nuestras fábricas. El po­niente recibe del naciente renglones necesarios á su incremento y comodidad,  y, lo que acaso es de mayor importancia, deberá necesariamente la seguri­dad de la extracción indispensable de sus productos al peso, influxo y fuerza futura maritima de la parte Atlantica de la union, dirigida por una comunidad indisoluble de interéses, según corresponde a una nacion.  De qualquier otro modo, que posea esa ventaja la parte occidental, yá sea por su propia fuerza separada, yá sea por una conexión apóstata, y desnaturalizada con alguna potencia extrangera, sería intrinsecamente precaria.

Comunicándose los países septen­trionales con los meridionales, sin discontinuidad ninguna, y estando regidos por un gobierno común, bajo la protección de iguales leyes, unos hallan en las producciones de los otros, ines­timables recursos para sus empresas marítimas, mercantiles e in­dustriales. Beneficiados aquéllos y éstos por una fácil comunica­ción, verán aumentar su agricultura y comercio los países del Sur, utilizando en sus propios canales a los marineros del Norte. Vigorizada de tal modo la navegación particular, se contribuirá también a crear una navegación nacional, bajo la protección de fuerzas marítimas proporcionadas, lo cual no podrían lograr por sí mismos. Los países orientales podrán tener comunicaciones iguales a las que ya tienen las zonas norteñas merced al adelan­tamiento de la comunicación interior, tanto por agua como por tierra, encontrando así más y mejores vías para los productos que llegan del extranjero o elaboran nuestras fábricas. El po­niente recibe de los nacientes renglones necesarios a su incremento y comodidad; y lo que acaso es de mayor importancia: la seguri­dad de la extracción indispensable de sus productos, condicio­nada por el vigor e influjo marítimo de los sectores atlánticos, factores subordinados a la indisoluble comunidad de intereses que fomenta la unión. De cualquier otro modo que posea esa ventaja la parte occidental, ya por su propia fuerza, indepen­diente del Sur, ya por su conexión espuria con alguna potencia extranjera, sería intrínsecamente precaria e indeseable.

Mientras, pues, cada parte de nuestro territorio encuentra de este modo un interés inmediato y particular en la unión, todas sus partes combinadas no pueden dexar de hallar en la masa reunidas de medios y esfuerzos mayor fuerza, mayores recursos, mayor seguridad, en proporcion, contra los peli­gros exteriores, una interrupción menos freqüente de su tranquilidad por las naciones extrangeras, y lo que es de mayor valor, la union les libertará de las disensiones domesticas, que afligen con tanta freqüencia á los paises vecinos, que no estan unidos baxo un mismo gobierno: disensiones cuya propia índole bastaría para excitarlas, y que las alianzas extrangeras opuestas, las amistades, é intrigas, las fo­mentarían, y aun las harian mas amargas. Así se evitará tambien la necesidad de mantener establecimientos militares crecidos que, baxo qualesquiera gobierno que sea, son perjudiciales á la libertad republicana: en este sentido debeis mirar vuestra union como el apoyo principal de vuestra libertad, y el amor de esta os debe hacer mas interesante la conservacion de aquella

Mientras cada parte de nuestro territorio vea su interés inmediato y particular en la unión, todas ellas, combinadas entre sí, encontrarán en la masa reunida de sus medios y esfuerzos mayor volumen de recursos y mayor seguridad contra los peli­gros exteriores, así como una interrupción menos frecuente de su tranquilidad por parte de países extranjeros. La unión —y esto es lo que más importa— los librará también de las disensiones intestinas que afligen con tanta frecuencia a los países vecinos no unidos por un mismo gobierno: disensiones cuya propia índole bastaría para excitarlas progresivamente, y que opuestas alianzas con países extraños, amistades e intrigas diferentes, fo­mentarían de continuo, haciéndolas todavía más amargas. Mediante la unión política y económica se podrá evitar asi­mismo la necesidad de mantener crecidas fuerzas militares, que tan perjudiciales son para la libertad, bajo cualesquiera gobier­nos, y que se deben mirar particularmente como enemigas de la libertad republicana. Debéis, pues, considerar la unión como el baluarte principal de vuestra libertad, y conservar aquélla para mantener vivo el amor a ésta.

Estas consideraciones convencen, á todo individuo que piense y sea virtuoso, y demuestran que la continuacion de la union merece ser el objeto primario del deseo patriotico.  ¿Dudáis quizá de que un gobierno común sea capaz de abarcar un círcu­lo tan dilatado? Que lo resuelva la experiencia, sería un delito oir solo la especulación para decidir. Debemos esperar, que una organización adequada del todo, con las operaciones  auxiliares de los gobiernos para las respectivas subdivisiones nos dará un feliz resultado de la experiencia. Este asunto merece, que ella sea completa, y exâcta; habiendo unos motivos tan poderosos y obvios, que influyen en todas partes del pais a favor de la union; y se debe desconfiar  del patriotismo de aquellos, que intentan debilitar sus lazos, mientras la experiencia no haya demostrado, que es impracticable.

Las anteriores reflexiones persuadirán a todo ciudadano que piense y sea virtuoso que el mantenimiento de la unión merece ser tenido como el primordial y más patriótico deseo. ¿Dudáis quizá de que un gobierno común sea capaz de abarcar un círcu­lo tan dilatado? Preguntadlo a la experiencia, pues el decidir oyendo solamente a la especulación sería un dislate gravísimo. La experiencia nos dice que una organización adecuada tanto de la unión como de los gobiernos locales auxiliares de aquélla, es susceptible de dar felices resultados. Este asunto reclama que sea completa y exacta la unión, siendo tan poderosos y obvios los motivos que juegan a favor de la misma en todas las partes del país; debiendo desconfiarse del patriotismo de aquellos que intentan debilitar los lazos de la unión mientras no haya demostrado la experiencia que es impracticable.

Reflexionando sobre las causas, que pudiesen perturbar nuestra unión, se presenta como un objeto importante, el que hubiese habido algún fundamento para caracterizar á los distritos por medio de distinciones geo­gráficas, á saber: septentrional, y meridional, atlántico y oc­cidental: por lo que algunos hombres malintenciona­dos pueden intentar persuadir,  que exîste una diferencia verdadera de interéses, y de miras. Uno de los medios que se valen los facciosos para adquirir influxo en los distritos particulares, es el de desfigurar las opiniones y miras de los otros. No podeis cautelaros bastante contra los zelos, é incomodidades, que nacen de estos manejos: ellos se dirigen á separar los afectos de los que debian estar unidos como hermanos. Los habitantes de nuestro país occidental han recibido ultimamente una lección útil sobre si mismos en esta materia: han visto en la negociacion hecha por el Gobierno Executivo, en la rectificación unáni­me del Senado del tratado con España y en la satisfacción universal, que este suceso ha producido en todos los Estados=Unidos, una prueba decisiva de quan infundadas eran las sospechas, que se propagaban entre ellos, de que la política del go­bierno general, y los estados atlanticos eera opuesta á sus intereses con respecto al Mississippi: ha sido testigos de los dos tratados con Inglate­rra, y España que les aseguran quanto pueden sobre la confirmacion de su prosperidad respecto á nuestras relaciones exteriores; ¿no será sabiduría reposar sobre la unión para conservar las ventajas, que por su medio se consiguen? ¿No se dexará de oir á esos consejeeros, sies que exîsten, que inten­tan separarlos de sus hermanos, y unirlos con los extrangeros?

Al reflexionar sobre las causas que pudieran perturbar nuestra unión, se presenta como un riesgo el que hubiese algún fundamento en la naturaleza de nuestro territorio para caracterizar a los diferentes distritos por medio de distinciones o zonas geo­gráficas, tales como: septentrional y meridional, atlántica y oc­cidental, merced a las cuales algunos hombres malintenciona­dos intentasen persuadir a las gentes de que existe una oposición de intereses y de miras entre unas y otras regiones. Uno de los medios que utilizan los facciosos para lograr influjo en los distritos particulares consiste en desfigurar las opiniones y deseos de los otros. Toda cautela será escasa contra los celos y discordias que originan estos manejos, dirigidos a disociar el afecto mutuo de los que deben estar unidos como hermanos. Los habitantes del país occidental han recibido recientemente una provechosa lección respecto a esta cuestión, al ver en las negociaciones de nuestro gobierno, en la rectificación unáni­me por parte del Senado de nuestro tratado con España y en la universal satisfacción que ha producido este acontecimiento en todos los Estados Unidos una prueba decisiva de cuán infundadas eran las sospechas de que la política general del go­bierno y de los estados atlánticos fuese opuesta a los intereses del Mississippi. Los dos tratados hechos con España e Inglate­rra les aseguran cuanto pudieran desear en materia de relacio­nes exteriores para el desarrollo de su prosperidad. ¿No será prudente seguir confiando en la unión para conservar las ventajas que ya hemos logrado gracias a ella? ¿No dejaremos en lo futuro de volver la espalda a esos malos consejeros que inten­tan separar a los hermanos y unir con los extranjeros a unas re­giones contra otras?

Es indispensable un gobierno general, para que vuestra union sea permanente y eficaz: las alianzas entre las partes, por ligadas que sean, no la pueden reemplazar; porque inevitablemente experimentarán las infracciones, é interrupciones que han experimentado en todos tiempos. Conociendo esta verdad importante habeis mejorado vuestro primer ensayo, adoptando una constitucion de gobierno mas adeqüada á la union intima, y á la administracion eficaz de vuestros negocios comunes. Este gobierno, fruto de vuestra libre eleccion, adoptado despues de una investigacion completa y madura deliberacion, enteramente libre en sus principios, en la distribucion de sus facultades, que une la seguridad con la energía, y contiene en sí mismo arbitrios para mejorarse, tiene derecho á que confieis en él, y a que lo sostengais. Respetar su autoridad, cumplir sus leyes, conformarse con sus medidas son obligaciones, que prescriben las maximas fundamentales de la verdadera libertad

La estabilidad y la utilidad de la Unión dependen necesariamente de un gobierno general, al que no pueden sustituir alian­zas de ninguna clase, porque éstas experimentarían las alterna­tivas e interrupciones que inevitablemente se han registrado siempre. Ese gobierno, elegido libremente por vosotros mismos, no su jeto a extrañas influencias, obediente a una Constitución adoptada después de tranquilas deliberaciones y que reúne la seguridad y energía de sus bien divididos poderes, tiene un innegable derecho a vuestra confianza y apoyo. El respeto a su au­toridad, ejercida conforme a las leyes, y la conformidad a las medidas que adopte, son deberes que se confunden con los principios esenciales de la verdadera libertad.

La base de nuestro siitéma (sic) político es el derecho del pueblo para hacer o alterar sus constituciones de sus gobierno; pero la constitución, que alguna vez exista, mientras no se cambiase por un acto autentico y explicito de todo el pueblo, obliga á todos por los derechos mas sagrados, La misma idea del poder, y derecho del pueblo á establecer un gobier­no, supone también la obligación que tiene cada individuo de obede­cer al gobierno establecido.
La base de nuestro sistema político es el derecho del pueblo para formar o modifi­car las constituciones de sus gobiernos; pero la Constitución vo­tada, mientras exista, es sagrada y obligatoria para todos hasta tanto que se cambie por el voto explícito del pueblo. Esta misma idea del poder y derecho del pueblo a establecer un gobier­no implica también la obligación en cada individuo de obede­cer al gobierno establecido

Todo obstáculo á la execución de las leyes, toda combinacion,  y asociación, sea cualesquiera el carácter que revista, si tiene por objeto verdadero el dirigir, contener, intimidar, ú oponerse á las deliberaciones, y acciones arregladas de las autoridades constituidas es destructivo de este principio fundamental, y de resultados muy peligrosos. Tales medios sólo sirven para organizar facciones, y darles mas fuerza artificial y estraordinaria, para sostituir á la voluntad de la nación, la voluntad de un partido, y muchas veces de una  parte de la comunidad muy pe­queña, pero artificiosa y emprendedora, a todo él, y para, según  los triunfos alternados de los diferentes partidos, hacer que la administración pública sea el espejo espejo de los proyectos desconcertados y monstruosos  de las facciones, en lugar de ser el órga­no de planes conseqüentes y saludables, dirigidos por la consejos comunes y modificados por los mutuos intereses.

Todo obstáculo que se oponga a la ejecución de las leyes, toda asociación que tenga por objeto entorpecer o paralizar la acción de las autoridades constituidas, cualquiera que sea el carácter que revista, es directamente contrario a los principios expuestos y de resultados muy peligrosos. Tales medios sólo sirven para suscitar facciones y darles fuerza, para sustituir la fuerza de la nación por la voluntad de un partido, muchas veces de una pe­queña parte, audaz y emprendedora del país, a todo él, y para que los alternados triunfos de los diferentes partidos hagan de la administración pública un fiel espejo de los desconcertados y monstruosos designios de las facciones, en lugar de ser el órga­no de planes provechosos y consecuentes, dirigidos por la conciencia común y siempre atentos al interés de todos.

Sin embargo de que esas combinaciones y asociaciones puedan servir de quando en quando, para los fines populares, están expuetas á que el tiempo y las circunstancias las conviertan en isntrumentos poderosos, que sirvan á hombres ambiciosos, astutos é inmorales para destruir el poder del pueblo, y usurpar la autoridad del gobierno, y luego acabar con los mismos medios, que los eleven á su injusta dominacion.

Sin embargo de que a veces puedan satisfacer las necesidades populares, esas asociaciones y combinaciones están expuestas a que las mudables circunstancias del tiempo las conviertan en poderosos instrumentos susceptibles de servir a hombres ambi­ciosos, astutos e inmorales para destruir el poder del pueblo y usurpar la autoridad del gobierno, desde donde luego ellos mis­mos suprimirían los medios que los elevaron a tan injusta do­minación.

Para que se conserve vuestro gobierno, y que vuestra felici­dad actual sea duradera, no sólo es necesario,  que desaprobeis toda oposición irregular á su legítima autoridad, sino tambien que resistais con cui­dado toda innovación de sus principios, sea qualesquiera el pretexto con que se intentase.= Uno de los modos de asal­tar el gobierno podrá ser alterar las formas de la constitución con pequeñas mutaciones,  que debiliten la energía del sistéma, minando así lo que directamente no podría derribar. Siempre que se os proponga alguna innovacion, tened presente, que el tiempo y las costumbres son tan necesa­rios para fixar el carácter verdadero de los gobiernos como el de las demás instituciones humanas: que la experiencia es la piedra de toque  para probar la verdadera direcciom del gobierno que exîste en un pais: que la facilidad en hacer mutaciones, fiandose del credito de una opinion, ó hipoótesis, expone à variaciones perpetuas; porque las opiniones ó hipotesis varian sin fin; y acordaos, con especialidad, que un pais tan dilatado, como es el nuestro, es indispensable para la dirección eficaz de vuestro  interés comun, que el gobierno tenga todo el vigor, que sea compatible con la perfecta seguridad de la libertad. La libertad misma hallará su guardia mas segura  en un gobierno semejante, en que los poderes estan bien distribuidos y arreglados. La libertad es poco mas que una sombra, quando el gobierno es demasiado débil para resistir á las empresas de las facciones,  para contener á cada individuo de la sociedad,  den­tro de los límites que le prescriben las leyes, y para conservar à todos el goce pacífico de los derechos personales y de propiedad.

Para conservar nuestro gobierno y que sea duradera la felici­dad actual, no sólo es necesario que rechacéis toda oposición irregular a la legítima autoridad de aquél, sino que resistáis cui­dadosamente toda innovación de sus principios básicos, cualquiera que sea el pretexto invocado. Uno de los modos de asal­tar el gobierno podrá ser, introducir en la Constitución pequeñas mutaciones que, debilitando la energía del sistema, vayan minando así lo que directamente no podrían obtener. Siempre que se os proponga alguna innovación, tened presente que el tiempo y las costumbres son cuando menos tan necesa­rios para conocer el verdadero carácter de los gobiernos como el de las demás instituciones humanas; que la experiencia es el más seguro medio para conocer la bondad de la Constitución de un país; que los cambios fundados en simples hipótesis y opi­niones aventuradas exponen a constantes variaciones, porque las opiniones se suceden unas a otras sin descanso. Acordaos, sobre todo, que en un país tan dilatado como el nuestro, es indispensable para la eficaz dirección de los intereses generales que los gobiernos tengan todo el vigor que sea compatible con el perfecto ejercicio de la libertad. La libertad misma encontrará su más segura garantía en gobiernos cuyos poderes estén bien distribuidos y consolidados, porque la libertad es como una sombra cuando el gobierno es demasiado débil para resistir los designios de las facciones o para contener a los individuos den­tro de los límites que señalan las leyes y garantizar a todos el goce pacífico de sus derechos individuales y de la propiedad.

Ya os he  manifestado  el peligro de las partidos en el estado, especialmente con referencia à  aquellos que se fundan en distinciones geográ­ficas, trataré ahora con más extensión de cómo debéis precaveros del modo mas completo contra los efectos mortales del espíritu de partido en general.

Expresado ya el peligro de las parcialidades dentro del Estado, especialmente las que se fundan en distinciones geográ­ficas, trataré ahora con más extensión de cómo debéis preservaros contra los inconvenientes del espíritu de partido en general.

Por desgracia este espíritu es inseparable de nuestra natu­raleza; pues tiene sus raices en las pasiones más fuertes del corazón humano. En todos los gobier­nos existe, baxo de diversas formas, mas ó menos sofocado, contenido, ó reprimido; pero en los populares se descubre en toda su extensión, y es à la verdad su peor enemigo.

Por desgracia, dicho espíritu es inseparable de nuestra natu­raleza, pues tiene sus raíces en las pasiones más fuertes del corazón humano. Bajo diversas formas existe en todos los gobier­nos, más o menos sofocado, y más o menos contenido. Sus vicios se descubren, en toda su extensión, en los gobiernos po­pulares, de los cuales es el peor enemigo.

La alternativa  de la dominación de las facciones entre sí, agitada por el espíritu de venganza, propio de las disensiones de partido, que en los diferentes siglos y en diversos paises ha cometidolos excesos mas horrorosos, es en sí despotismo espantoso. Pero este conduce, al fin, à otro despotismo mas formal y perma­nente. Los desórdenes y miserias que resultan,  disponen por grados el espíritu à buscar la seguridad y el descanso en el poder absoluto de un individuo; y, tarde ó temprano, el xefe de alguna faccion domi­nante, más hàbil o mas feliz que sus rivales, aprovecha  esta disposicion para elevarse sobre las ruinas de la libertad pública.

La dominación alternativa de las pasiones políticas, agitadas entre sí por el espíritu de venganza y las disensiones de partido es causa del espantoso despotismo que ha cometido los más ho­rribles excesos durante muchos siglos en diferentes países.
Esa dominación conduce a otro despotismo más visible y perma­nente, pues los desórdenes y miserias de aquél predisponen el espíritu a buscar seguridad y descanso en el poder absoluto de un individuo; y, tarde o temprano, el jefe de algún sector domi­nante, más hábil o más afortunado que sus rivales, acaba por aprovechar esa inclinación de los ánimos para elevar su poderío sobre las ruinas de la libertad pública.

Sin contraer la atencion à un extremo de esta naturaleza, que, sin embargo, nunca debe perderse totalmente de vista, los males comunes y continuados que trae consigo el espíritu de parti­do son lo bastantes, para que un pueblo sabio tenga interés, y miro como una obligación el desaprobarlo y contenerlo.

Sin contraer nuestras previsiones a extremos tales que, sin embargo, nunca deberán ser perdidos de vista totalmente, los continuados y generales males que trae consigo el espíritu parti­dista son lo bastante dolorosos para que un pueblo prudente mire con interés la obligación de contener sus estragos.

El espíritu de partido trabaja constantemente en confundir los consejos públicos y debilitar la administracion pública. Agita à la comunidad zelos infundados y alarmas falsas; excita la animosidad de unos contra otros, y dà motivo para los tumultos é insurrecciones, Abre el camino à la corrupcion y al influxo extranjero, que hallan facilmente su entrada hasta el mismo gobierno por los canales de las pasiones de los facciosos. Asi es que la politica, y la voluntad de un pais se ven sujetas à la politica y à la voluntad de otros

El espíritu de partido trabaja constantemente por desorien­tar al pueblo y corroer la regularidad de los servicios públicos; agita la opinión con celos infundados y falsas alarmas; enardece las animosidades de unos contra otros; da ocasión a tumultos e insurrecciones; y abre los caminos por donde fácilmente pene­tran hasta el mismo gobierno las corrupciones e influjos extra­ños a través de las pasiones facciosas, sujetando a la política de otros la voluntad del país.

Muchos opinan que los partidos en los países libres son un frenos utiles al gobierno, y conservan el espíritu de libertad: esto probablemente es verdad, hasta cierto punto; y en los gobiernos monàrquicos el patriotismo puede mirar al es­píritu de partido, sino con favor, al menos con indulgencia. Pero en los de carácter popular, en gobiernos puramente electivos es un espíritu que no debe fomentarse:, por la disposi­ción natural de los gobiernos populares nunca faltará bastante espíritu de partido para todos efecto saludable. Y como siempre hay peligro de que traspase sus límites, debe ponerse empeño en disminuirlo y mitigarlo por la fuerza de la opinión pública. El espíritu de partido nunca debe apagarse; pero siempre debe haber una vigilancia continuada para que no devore con sus llamas en lugar de calentar

Muchos opinan que los partidos que actúan en países libres son un freno útil para los gobiernos y contribuyen a conservar el espíritu de libertad. Esto es quizá verdad hasta cierto punto. En los gobiernos monárquicos el patriotismo puede mirar el es­píritu de partido, si no con favor, al menos con indulgencia.
Pero en los de carácter popular, en los gobiernos puramente electivos, no se debe fomentar ese espíritu, porque a la disposi­ción natural de los mismos nunca faltará el espíritu de partido suficiente para todos los efectos en que sea laudable. Y como siempre hay peligro de que traspase sus límites, debe ponerse un discreto empeño en disminuirlo y mitigarlo mediante la fuerza de la opinión pública. El espíritu de partido jamás debe apagarse del todo; pero deberá ser objeto de una vigilancia constante para que no devore con sus llamas en lugar de caldear.

Es igualmente importante que el habito de pensar inspire, en un pais libre, à los encargados de la administracion la cautela de contenerse en los limites respectivos, que les prefixa la constitucion, evitando en el ejercicio de los poderes, que un departamento usurpe las funciones de otro. Este espíritu de usurpacion dispone à  reconcentrar los poderes de todos en uno solo y forma un verdadero despotismo, sea cual fuese la forma de gobierno. Para convencernos de la verdad de esta proposicion basta hacer una justa avaluacion del amor, del poder y de la disposicion que tiene el corazon humano para abusar de él. Està demostrado por la experiencia; tanto de los tiempos pasados como de los nuestros, y aun en nuestro mismo pais, y a nuestra propia vista, la necesidad de sujetar reciprocamente en exercicio del poder político, divi­dirlo y distribuirlo en diferentes depositarios, y que cada uno constituia el protector del bien público contra las invasiones de los demás. Luego es tan importante su conservacion como su institución. Si en el concepto del pueblo se encuentra viciosa la distribución ó modificacion de los poderes constitucionales, dexad que se corrija por el modo que la constitucion designa. Jamás debe hacerse una mutacion por medio de la por usurpacion; pues aunque en algunos casos puede ser el instrumento del bien, es indudable que ella es el arma, con que se suele destruir  à los gobiernos libres. Siempre preponderarà el mal permanente, que produce su exemplo sobre qualquiera beneficio parcial ó pasagero, que resultase su uso

Importa igualmente que los hombres encargados del gobier­no de un país libre limiten su acción a las respectivas esferas constitucionales, evitando que en el ejercicio de los poderes ningún departamento usurpe las funciones de otro. El espíritu de usurpación tiende a concertar los poderes en uno solo, y crea de tal modo un verdadero despotismo, sea cual fuere la forma de go­bierno. Está demostrado por la experiencia, tanto de los tiem­pos pasados como de los nuestros, y aun en nuestro mismo país, la necesidad de sujetar el ejercicio del poder político, divi­dirlo entre diferentes depositarios que se vigilen recíprocamente y que cada uno se constituya en protector del bien común contra las invasiones de los demás poderes, porque su conservación es tan importante como la institución del poder. Si el pueblo encuentra viciosa la distribución de los poderes constituciona­les y desea modificarla, dejad que se corrija por el procedimien­to que señale la Constitución. Jamás debe hacerse la reforma por medios ilegales, ni por usurpaciones que aunque pretendan el bien, destruyen a los gobiernos y causan el mal permanente de su ejemplo, superior a cualquier parcial o pasajero beneficio que reporten.

La religión y la moral son apoyos indispensables de todas las disposiciones y habitos que conducen à la prosperidad pública. En vano reclamaria el titulo de patriota, el que intentase derri­bar estas grandes columnas de la felicidad humana, estos apoyos firmisimos del deber del hombre y del ciudadano. Tanto el mero político como el devoto debe respetarlos y amarlos. No bastaria un tomo entero para indicar  todas las conexiones que tienen con la felicidad pública y privada. Preguntaré unicamente  ¿donde se encontraria la seguridad de los bienes, de la reputación, y de la vida, si no se creyese que eran una obligación religiosa los juramentos, que en los tribunales de justicia son los instrumentos para investigar la verdad? Debiamos lisonjearnos con cautela de la suposición, de que la moralidad puede sostenerse sin la religión. Por mucho que se conceda à el influxo de una educación refinada en los espíritus de un temple peculiar,  la razon y la experiencia nos prohiben esperar, que la moralidad nacional pueda exîstir excluyendo los principios de religión.

La religión y la moral son apoyos necesarios para fomentar las disposiciones y costumbres que conducen a la prosperidad de los estados. En vano se llamaría patriota el que intentase derri­bar esas dos grandes columnas de la felicidad humana, donde tienen sostén los deberes del hombre y del ciudadano. Tanto el devoto como el mero político debe respetarlas y amarlas. Para establecer las conexiones que tienen con la felicidad privada y pública necesitaríamos llenar un tomo entero. Pero únicamente preguntaré: ¿Dónde hallar la seguridad de los bienes, el fundamento de la reputación y de la vida si no se creyera que son una obligación religiosa los juramentos prestados? Sólo a base de una gran cautela podríamos lisonjearnos con la suposición de que la moralidad pueda sostenerse sin la religión. Por mucho que influya en los espíritus una educación refinada, la razón y la experiencia nos impiden confiar que la moralidad nacional pueda existir eliminando los principios de la religión.

Es una verdad, que la virtud ó moralidad es un resorte necesario del gobierno popular. Esta regla se extiende ciertamente con mas ó menos fuerza à toda clase de gobierno libre. Siendo amigo verdadero de este, ¿como se podrà ver con indiferencia las tentativas, que se hagan, para minar las bases de su establecimiento?

Es una verdad, que la virtud o moralidad es un resorte necesario del gobierno popular. Esta regla se extiende ciertamente con más o menos fuerza a toda clase de gobierno libre. Siendo amigo verdadero de éste, ¿cómo se podrá ver con indiferencia las tentativas que se hagan para minar las bases de su establecimiento?

Promoved, pues, como un objeto de la mayor importancia las instituciones para que se difundan los conocimientos. Es esencial que la opinión pública se ilustre en proporción de la fuerza que adquiere por la forma de gobierno.

Promoved, pues, como un objeto de la mayor importancia las instituciones para que se difundan los conocimientos. Es esencial que la opinión pública se ilustre en proporción de la fuerza que adquiere por la forma de gobierno.

Sostened el crédito público como  manantial importante la de fuerza y seguridad. Uno de los medios para conseguirlo es hacer uso de él con la mayor parsimonia posible, cultivando la paz, para evitar las ocasiones de gasto; sin olvidar, al mismo tiempo, que los desembolsos hechos oportunamente, para esperar el peligro, ahorran muchas veces otros mayores para repelerlo : evitando también que se acumulen deudas, no sólo huyendo de las ocasiones de gastar, sino haciendo esfuerzos vigorosos en tiempo de paz, para pagar las deudas que hayan ocasionado las guerras inevitables, y no cargar à la posteridad, de un modo poco generoso, con un peso que nosotros debemos soportar. La execución de estas màximas corresponde à vuestros representantes; pero debe cooperar à ella la opinión pública. Para que puedan estos cumplir con sus obligaciones, con más facilidad, es indispensable, que tengáis presente, siempre, que para pagar deudas se necesitan rentas; que para tener estas son necesarios impuestos; que no hay impuesto que no sea mas o menos incómodo, ó desagradable; que la dificultad intrinseca que acompaña la elección de los objetos que se han de gravar (eleccion siempre difícil), debe servir de un motivo decisivo para juzgar con prudencia de las intenciones del gobierno que la hace, e igualmente para reposar en ella y soportar los medios que las necesidades públicas pueden exîgir en qualesquier tiempo, à fin de obtener rentas para atenderlas.

Es también condición importante para el sostenimiento de un gobierno conservar el crédito público, manantial de fuerza y seguridad. Uno de los medios para conseguirlo es usar de él lo menos posible y eludir gastos innecesarios, procurando mantener la paz, pero sin olvidarse de que haciendo algunos de­sembolsos para conjurar el peligro, se ahorran luego mayores gastos para repelerlo; también evitar que se acumulen deudas, no sólo huyendo de las ocasiones de gastar, sino haciendo vigorosos esfuerzos en tiempo de paz para pagar las deudas que hayan ocasionado las guerras inevitables, y no cargar a la prosperidad, de un modo poco generoso, con un peso que nosotros debemos soportar. Si bien la ejecución de estos principios corresponde a vuestros representantes debe sin embargo cooperar a ello la opinión pública. Para que puedan estos cumplir con sus obligaciones con más facilidad es indispensable que tengáis presente siempre, que para pagar deudas se necesitan rentas, que para tener estas son necesarios impuestos; que no hay impuesto que no sea más o menos incómodo o desagradable; que la dificultad intrínseca que acompaña la elección de los objetos que se han de gravar (elección siempre difícil), debe servir de un motivo decisivo para juzgar con prudencia de las intenciones del gobierno que la hace, e igualmente para reposar en ella y soportar los medios que las necesidades públicas pueden exigir en cualquier tiempo, a fin de obtener rentas para obtenerlas.

Observad con todas las naciones buena fé, y de la justicia; cultivar la paz, y la armonía con todas, es la conducta que ordena la religión, y la moral; ¿y sería posible que no la ordenase igualmente la buena política?  Será digno de una nacion libre, é ilustrada, y que no está muy dis­tante de la época en que será grande, dar al género humano el exemplo magnánimo, y demasiado nuevo, de un pueblo constantemen­te guiado por la justicia, y benevolencia mas elevada. ¿Quién puede dudar, que, con el curso del tiempo y las cosas, no compensasen los frutos de un plan semejante los perjuicios pasageros que resultasen de su adopción? ¿Será posible, que la providencia no haya vinculado la felicidad permanente de una nación a su virtud? Los sentimientos, que ennoblecen la naturaleza humana, aconsejan al menos que se haga la experiencia. ¡Ah! ¿La harán, tal vez, nuestros vicios, impracticable?

Observad con todas las naciones los principios de la buena fe y de la justicia. Cultivad la paz y armonía con todas ellas. Es la conducta que ordena la religión y la mora; ¿y sería posible que no la ordenase igualmente la buena política? Digna será esta conducta de un país ilustrado y libre, que no está muy dis­tante del momento en que ha de ser grande, y que debe dar al género humano el ejemplo magnífico de guiarse constantemen­te por la justicia y la benevolencia más elevadas. ¿Quién puede dudar de que, con e curso del tiempo y las cosas, no compensasen los frutos de un plan semejante los perjuicios pasajeros que resultasen se su adopción? ¿Será posible que la Providencia no haya vinculado la felicidad de una nación a su virtud? Los sentimientos que más ennoblecen a la naturaleza humana nos aconsejan al menos hacer la experiencia. ¡Ah! ¿La hará tal vez nuestros vicios impracticable?

Nada sería tan esencial para la execución de semejante plan como cultivar unos sentimientos justos y amigables hacia todas las naciones, excluyendo las antipatías inveteradas, y permanentes, contra unas, y las pasiones ciegas en favor de otras. La nación, que quiere, ó que aborrece habitualmentemente à otra es de algún modo esclava. Esclava de su odio, ó de su afecto, y  basta qualquiera de ellos para desviarla de su obligacion y de su interés.  La antipatía entre dos naciones las dis­pone con mayor facilidad à insultar y agraviar, à ofender por causas de poca entidad, y à ser altivas e intratables cuando sobreviene algun motivo accidental y frívolo de disputa. De aquí resultan choques freqüentes y guerras obstinadas envenenadas y sangrientas. Una nación dominada por el odio, ó resentimiento, obliga, á las veces, al gobierno á entrar en una guerra opuesta á los mejores cálculos de la política. El gobierno participa unas veces de esta propensión nacional, y adopta por la pasión lo que la razón repugnaría; otras veces instigado por el orgullo, la ambición ú otros motivos siniestros y perniciosos hacer servir la animosidad nacional á los proyectos hostíles. Por esta causa muchas veces la paz de las naciones se ha sacrificado, y acaso también, en algunas ocasiones su libertad.

Nada sería tan esencial para la ejecución de semejante plan como cultivar unos sentimientos justos y amistosos hacia todas las naciones extranjeras, excluyendo toda clase de antipatías y ciegas pasiones. La nación que quiere o que aborrece sistemáti­camente a otra es de algún modo esclava de ella. Es esclava de su odio o de su afecto, lo cual basta para desviarla de su interés y de sus obligaciones. La antipatía entre dos naciones las predis­pone con mayor facilidad a insultar y agraviar, a ser altivas e intratables cuando sobreviene alguna disputa, por leve que sea. De aquí resultan choques frecuentes y feroces guerras, envenenadas y sangrientas. Una nación dominada por el odio o resentimiento, obliga a la vez al gobierno a entrar en una guerra opuesta a los mejores cálculos de la política. El gobierno participa unas veces de esta propensión nacional, y adopta por la pasión lo que la razón repugnaría; otras veces instigado por el orgullo, la ambición u otros motivos siniestros y perniciosos hacer servir la animosidad nacional a los proyectos hostiles. Por esta causa muchas veces la paz de las naciones se ha sacrificado, y acaso también, en algunas ocasiones su libertad.

La pasión excesiva de una nación à otra produce una variedad de males. El afecto à la nación favorita facilita la ilusión de un interés común imaginario donde verdaderamente no exîste, e infunde en la una las enemistades de la otra y la hace entrar en sus guerras sin justicia ni motivo. Impele, también, à conceder à la nación favorita privilegios que se niegan à otras, lo qual es capaz de perjudicar de dos modos à la nación, que hace las concesiones; à saber, desprendiendose sin necesidad de los que debe conservar, y excitando zelos, mala voluntad, y disposición de vengarse en aquellas a quienes rehusa este privilegio. Dà también à los ciudadanos ambiciosos, corrompidos, ó engañados (que se ponen à la devoción de la nación favorita,)  la facilidad de entregar ó sacrificar los intereses de su patria sin odio y aun, algunas veces con popularidad, dorando una condescendencia baxa o ridícula de ambición, corrupción o infatuación con las apariencias de un sentimiento virtuoso de obligacion, de un respeto recomendable à la opinión pública o un zelo laudable por el bien general.

La pasión excesiva de una nación a otra produce una variedad de males. El afecto a la nación favorita facilita la ilusión de un interés común imaginario donde verdaderamente no existe, e infunde en la una las enemistades de la otra y la hace entrar en sus guerras sin justicia ni motivo. Impele, también, a conceder a la nación favorita privilegios que se niegan a otras, lo cual es capaz de perjudicar de dos modos a la nación que hace las concesiones; a saber, desprendiéndose sin necesidad de los que debe conservar y excitando celos, mala voluntad y disposición de vengarse en aquellas a quienes rehúsa este privilegio. Da también a los ciudadanos ambiciosos, corrompidos o engañados (que se ponen a la devoción de la nación favorita), la facilidad de entregar o sacrificar los intereses de su patria sin odio y aún algunas veces con popularidad, dorando una condescendencia baja o ridícula de ambición, corrupción o infatuación con las apariencias de un sentimiento virtuoso de obligación, de un respeto recomendable a la opinión pública o un celo laudable por el bien general.
Tales pasiones son temibles particularmente al patriota ilustrado é independiente, que vé en ellas innumerables entradas al influxo extrangero. ¡Quantos medios no proporcionan para mezclarse entre las facciones domésticas, para exercitar las artes de la seduccion, para desviar la opinión pública, y para influir y dominar los consejos! Un afecto de esta clase de nación pequeña, ó débil, a otra grande y poderosa  irremediablemente la constituye su satélite.

Tales pasiones son temibles particularmente al patriota ilustrado e independiente, que ve en ellas innumerables entradas al influjo extranjero. ¡Cuántos medios no proporcionan para mezclarse entre las facciones domésticas, para ejercitar las artes de la seducción, para desviar la opinión pública y para influir y dominar los consejos!
Un afecto de esta clase de nación pequeña, o débil, a otra grande y poderosa irremediablemente la constituye su satélite.

Conciudadanos míos: Suplicoos, que me creais: la vigilancia de una nación libre debe estar siempre dispierta contra las artes insidiosas del influxo extranjero; pues la historia, y la experiencia prueban, que este es uno de los enemigos más mortales del gobierno republicano. Mas esta vigilancia debe ser imparcial para que sea útil, pues de otro modo viene à ser el instrumento de aquel mismo influxo que intenta evitar. El afecto excesivo à una nación, así como el odio excesivo contra otra, no dexan ver el peligro sino por un lado à los que predominan, y sirven de capa y aun ayudan a las artes del influxo de una ú otra. Los verdaderos patriotas, que resisten las intrigas de la nación favorita, están expuestos a hacerse sospechosos y odiosos, mientras sus instrumentos, y aquellos à quienes alucina, usurpan el aplauso y confianza del pueblo quando venden sus interéses.

Conciudadanos míos: Les suplico que me creáis; la vigilancia de una nación libre debe estar siempre despierta contra las artes insidiosas del influjo extranjero, pues la historia y la experiencia prueban que este es uno de los enemigos más mortales del gobierno republicano. Mas esta vigilancia debe ser imparcial para que sea útil, pues de otro modo viene a ser el instrumento de aquel mismo influjo que intenta evitar. El afecto excesivo a una nación, así como el odio excesivo contra otra, no dejan ver el peligro sino por un lado a los que predominan, y sirven de capa y aun ayudan a las artes del influjo de una u otra. Los verdaderos patriotas que resisten las intrigas de la nación favorita, están expuestos a hacerse sospechosos y odiosos, mientras sus instrumentos y aquellos a quienes alucinan, usurpan el aplauso y confianza del pueblo cuando venden sus intereses.

La gran regla de nuestra conducta res­pecto á las naciones extrangeras, debe reducirse à tener con ellas la menor conexîón política, que sea posible, mientras extendemos nues­tras relaciones mercantiles. Que los tratos que hemos hechos hasta ahora, se cumplan con la buena fé mas perfecta.– Aquí debemos parar.

La gran regla de nuestra conducta res­pecto a las naciones extranjeras, debe reducirse a tener con ellas la menor conexión política que sea posible, mientras extendemos nues­tras relaciones comerciales. Que los tratos que hemos hechos hasta ahora, se cumplan con la más perfecta buena fe. Pero no pasemos de aquí.

La Europa tiene un número de interéses primarios, que no tienen relacion alguna con nosotros, ó si la tienen es muy remota. De aquí resulta,  que debe hallarse envuelta en disputas freqüentes, que son esencialmente  agenas a nuestros negocios. Sería por consiguiente una imprudencia que nos implicasemos, sin tener un interés, en las vici­situdes comunes de su política, ó en las combinaciones, y choques se sus amistades ó enemistades.

La Europa tiene particulares intereses que no nos conciernen en manera alguna o que nos tocan muy de lejos. De ahí el que se vea envuelta en disputas frecuentes que son esencialmente ajenas a nosotros. Sería, pues, imprudente mezclarnos a las vici­situdes de su política o entrar en las alternativas y choques in­herentes a su amistad o enemistad sin tener nosotros un interés directo.

Nuestra localidad nos convida y pone su estado de tomar un rumbo diferente. No está distante la época en que podamos vengar los ataques anteriores, si permanecemos baxo un gobierno activo; en que podamos tomar una atpitud que haga respetar escrupulosamente la neutralidad à que nos hubiésemos determinado; en que las potencias beligerantes, imposibilitadas de hacer conquistas sobre nosotros, no se arriesgaràn con ligereza à provocarnos; en que podemos elegir la guerra ó la paz, según lo aconsejare nuestro interés dirigido a la justicia.

Nuestra situación geográfica nos aconseja y permite seguir un rumbo diferente. No está distante la época en que podamos vengar los ataques anteriores, si permanecemos bajo un gobierno activo en que podamos tomar una actitud que haga respetar escrupulosamente la neutralidad a que nos hubiésemos determinado; en que las potencias beligerantes, imposibilitadas de hacer conquistas sobre nosotros, no se arriesgarán con ligereza a provocarnos; en que podemos elegir la guerra o la paz, según lo aconsejare nuestro interés dirigido a la justicia.

¿Por que hemos de perder las ventajas que nos dá nuestra especial situación en el globo? ¿Por qué hemos de abandonar nuestra posicion, para permanecer en un terreno extranjero? ¿Po qué hemos de enredar nuestra paz y prosperidad en las redes de la ambicion, de la rivalidad, del intéres, y del capricho europeo, entrelazando nuestros destinos con los de qualquiera parte de Europa? Nuestra verdadera política es huir de tener alianzas permanentes con qualesquiera parte del mundo extranjero; en quanto, según entiendo, nos es libre de hacerlo actualmente, sin que se crea por esto que yo sea capaz de patrocinar la infidelidad á los tratados exîstentes. Para mi concepto la máxima, de que la rectitud es la mejor politica, es tan aplicable à los negocios publicos como à los privados. Repito por tantom que se deben cumplir los tratados en su verdadero sentido. Pero en mi concepto no es necesario, y sería poco prudente el extenderlos. Si tenemos siempre el cuidado de mantenernos en una aptitud respetable para nuestra defensa con establecimientos adqüados à élla, podremos descansar con seguridad en alianzas momentaneas para qüalesquiera apuro extraordinario

¿Por qué perder las ventajas nacidas de nuestra especial situación en el globo? ¿Por qué unir nuestros destinos a los de cualquiera parte de Europa, comprometiendo nuestra paz y prosperidad en las redes de las rivalidades, intere­ses y caprichos europeos? Nuestra política debe consistir en retraernos de alianzas permanentes hasta donde seamos libres de hacerlo, sin que por esto patrocine yo la infidelidad a los tratados existentes. Tengo por máxima, igualmente aplicable a todos los asuntos públicos o privados, que la honradez es siempre la mejor política. Teniendo cuidado de impulsar las medidas y los establecimientos adecuados a fin de mantenernos en estado de defensa, podremos luego apelar a momentáneas alianzas en los casos de apuro extraordinario.

La política, la humanidad y el interés recomiendan la buena armonía, y comunicación liberal con todas las naciones. Pero tambien uestra política mercantil debe apoyarse en la igualdad, é impar­cialidad, sin solicitar ni conceder gracias exclusivas, ni prefe­rencias: consultando el orden natural de las cosas; difundiendo, y diversificando por medios suaves los manantiales del comercio, sin forzar cosa alguna; estableciendo para dar al comercio una dirección estable, definir los derechos de nuestros comerciantes y proporcionar al gobierno los medios de sostenerlos, reglas convencionales de comunicación, las mejores que permitan las actuales circunstancias y la opinión mutua, pero momentáneas y susceptibles de variarse y abandonarse según lo exigîesen las circunstancias; teniendo siempre presente, que es locura, que una nacion espere de otra favores desinteresados; que lo que acepte baxo este concepto será preciso que lo pague con una parte de su independencia; que admitiendolos se ponen en precisión de corresponder con valores reales por favores nominales, y aun à que se les trate de ingratos porque no dán más. No puede haber error mayor que esperar o contar con favores verdaderos de nación à nación. Es una ilusion que la experiencia debe curar, que un justo orgullo debe arrojar.

La política, la humanidad y el interés común recomiendan la buena armonía y amistosas relaciones con todos los países. Nuestra política mercantil se debe apoyar en la igualdad e impar­cialidad, sin solicitar ni conceder beneficios especiales ni prefe­rencias: consultando el orden natural de las cosas difundiendo y diversificando por medios suaves los manantiales del comercio, sin forzar cosa alguna; estableciendo para dar al comercio una dirección estable, definir los derechos de nuestros comerciantes y proporcionar al gobierno los medios de sostenerlos, reglas convencionales de comunicación, las mejores que permitan las actuales circunstancias y la opinión mutua, pero momentáneas y susceptibles de variarse y abandonarse según lo exigiesen las circunstancias; teniendo siempre presente que es una locura esperar de otra nación favores desinteresados; que lo que acepte bajo este concepto será preciso que lo pague con una parte de su independencia; que admitiéndolos se ponen en precisión de corresponder con valores reales por favores nominales, y aun a que se les trate de ingratos porque no dan más. No puede haber error mayor que esperar o contar con favores verdaderos de nación a nación. Es una ilusión que la experiencia debe curar, que un justo orgullo debe arrojar.

Quando os ofrezco, paisanos míos, estos consejos de un viejo y apasionado amigo, no me atrevo à esperar que hagan una impresión tan duradera como quisiera, ni que contengan el curso común de las pasiones ó impidan que nuestra nación experimente el destino que han tenido hasta aquí las demás naciones: pero, si, puedo solamente lisonjearme que produzcan alguna utilidad parcial, algún bien momentaneo, que alguna vez contribuyan à moderar la furia del espíritu de partido, à cautelaros contra los males de la intriga extrangera, y preservaros de las imposturas del patriotismo fingido; esta esperanza compensará suficientemente mi anhelo de vuestra felicidad, unico móvil que me ha estimulado à dictarlos.

Cuando os ofrezco, paisanos míos, estos consejos de un viejo y apasionado amigo, no me atrevo a esperar que hagan una impresión tan duradera como quisiera, ni que contengan el curso común de las pasiones o impidan que nuestra nación experimente el destino que han tenido hasta aquí las demás naciones; pero si puedo solamente lisonjearme que produzcan alguna utilidad parcial, algún bien momentáneo, que alguna vez contribuyan a moderar la furia del espíritu de partido, a cautelaros contra los males de la intriga extranjera y preservaros de las imposturas del patriotismo fingido; esta esperanza compensará suficientemente mi anhelo de vuestra felicidad, único móvil que me ha estimulado a dictarlos.

Los archivos públicos y otras pruebas de mi conducta os manifestaràn, y à todo el mundo, hasta qué punto ma han guiado los prin­cipios, que acabo de delinear en el desempeño de mis obligaciones oficiales. Por lo que à mí me toca mi conciencia me asegura que por lo menos he creído haberme dirigido por ellos.

Los archivos públicos y otras pruebas de mi conducta acreditan hasta qué punto los prin­cipios que acabo de recordaros me guiaron en el desempeño de mi cargo. Por lo que a mí me toca mi conciencia me asegura que por lo menos he creído haberme dirigido por ellos.
Con respecto à la guerra, que todavía subsiste en Europa, mi proclama del 22 de abril de 1793 és el índice de mi plan. El espíritu de esta medida sancionada por vuestra aprobación y por la de vuestros representantes en ambas salas del congreso continuamente me ha gobernado, sin que haya influido cosa alguna para obligarme à persuadirme á abandonarlo.

Con respecto a la guerra, que todavía subsiste en Europa, mi proclama del 22 de abril de 1793 es el índice de mi plan. El espíritu de esta medida sancionada por vuestra aprobación y por la de vuestros representantes en ambas salas del congreso continuamente me ha gobernado, sin que haya influido cosa alguna para obligarme a abandonarlo.

Después de un maduro exàmen auxiliado de los mejores conocimientos que pude adquirir, me persuadí de que en todas las circunstancias del caso, nuestro pais tenía derecho y estaba precisado por la obligación y el interés á tomar una posición neutral. Habiendola tomado resolví mantenerla con moderación, constancia y firmeza.

Después de un maduro examen auxiliado de los mejores conocimientos que pude adquirir, me persuadí de que en todas las circunstancias del caso, nuestro país tenía derecho y estaba precisado por la obligación y el interés a tomar una posición neutral. Habiéndola tomado resolví mantenerla con moderación, constancia y firmeza

No hay necesidad de exponer por menor, aquí,  las consideraciones relativas al derecho de guardar esta conducta. Solo diré  que, segun mi modo de entender en la materia, lejos de habersenos negado este derecho por algunas de las potencias beligerantes, há sido reconocido virtualmente por todas.

No hay necesidad de exponer aquí los pormenores y consideraciones relativas al derecho de guardar esta conducta. Sólo diré, que, según mi modo de entender en la materia, lejos de habérsenos negado este derecho por algunas de las potencias beligerantes, ha sido reconocido virtualmente por todas.

La obligación de tener una conducta neutral, se deduce, sin buscar otras razones, de la obligación que la justicia y la humanidad imponen à toda nacion que se halla en libertad de determinar, y de mantener inviolables las relaciones de paz y amistad con otras naciones.

La obligación de tener una conducta neutral, se deduce sin buscar otras razones, de la obligación que la justicia y la humanidad imponen a toda nación que se halla en libertad de determinar y de mantener inviolables las relaciones de paz y amistad con otras naciones.

Los motivos de interés, que tenemos para esta conducta, serà mejor dexarlos à vuestra propia reflexîon y experiencia. Una razón dominante para mí hà sido el ganar tiempo, á fin de que se consoliden en nuestro país sus instituciones, todavía nuevas, y que progrese, sin interrupcíon, el grado de fuerza y consistencia necesarias para que disponga, hablando humanamente, de su propia suerte.

Los motivos de interés que tenemos para esta conducta será mejor dejarlos a vuestra propia reflexión y experiencia. Una razón dominante para mí ha sido el ganar tiempo, a fin de que se consoliden en nuestro país sus instituciones todavía nuevas, y que progrese, sin interrupción, el grado de fuerza y consistencia necesarias para que disponga, hablando humanamente, de su propia suerte.

Aunque revisando los acontecimientos de mi administracion, no me acusa mi conciencia de haber cometido error alguno con intencion, sin embargo, conozco demasiado mi insufuciencia, para creer que probablemente habré cometido muchos yerros. Sean los que fuesen: ruego al Todo-poderoso que se sirva apartar ó mi­tigar los males que puedan ocasionar. Llevaré tambien conmigo la esperanza de que mi patria los mirarà siempre con indulgencia. Y que despues de 45 años de mi vida empleados en su servicio con un zelo recto, entregarà al olvido las faltas de mi talento, como en breve lo deberà ser mi persona à los lugares de descanso.

Aunque revisando los actos de mi administración, no me parece haber cometido ningún error voluntario, sin embargo, por conocer bastante bien mis defectos, reconozco que acaso incurrí en muchos yerros. Cualesquiera que fuesen, ruego al Todopoderoso que mi­tigue los males a que puedan haber dado lugar, y aun abrigo la esperanza de que mi país se mostrará en esta parte indulgente conmigo. Los servicios que por espacio de cuarenta y cinco años le he prestado con el mayor celo y rectas intenciones, me inducen a creer que se legarán al olvido mis involuntarias cul­pas, al retirarme de la vida pública.

Confiando en su bondad, en este particular, como en todos, y movido de aquel amor fervoroso, tan natural en uno, que vé en ella su pais nativo, y el de sus antepasados por muchas generaciones, miro con gustosa anticipacion el retiro donde me prometo realizar, sin mezcla, el dulce placer de participar, en medio de mis conciudadanos, del influxo benigno de las buenas leyes baxo un gobierno libre: objeto siempre favorito de mi corazon, y la feliz recompensa, como lo espero, de nuestros cuidados, trabajos, y peligros comunes
Jorge Washington      .
Estados-Unidos 17 de setiembre de 1796

Confiando en esa bondad de mi país, y poseído de un ar­diente amor hacia él, tan natural en el hombre que en esta tie­rra tuvo su cuna y la de sus padres por muchas generaciones, me regocijo anticipadamente al pensar en el tranquilo retiro donde pienso entregarme al reposo, a fin de disfrutar, entre mis queridos conciudadanos, de la benéfica influencia de sabias leyes, bajo un gobierno libre, objeto favorito de mis constantes deseos y la más dulce recompensa que puedan alcanzar nues­tros mutuos afanes y peligros.
GEORGE WASHINGTON



(*)  Copia realizada por don Singulario del facsimilar  que se encuentra en el libro “LA REVOLUCIÓN DE MAYO A TRAVÉS DE LOS IMPRESOS DE LA ÉPOCA” Tomo V 1812-1814 Compilados y concordados por Augusto E. Maillé, Buenos Aires   1966 pág 157-195


 (**) Copia tomada del blog Constitución Web de los doctores Juan O. Pons y N. Florencia Pons Belmonte
 http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2010/04/discurso-de-despedida-de-washington-al.html