Al cumplirse los doscientos años que D. Manuel Belgrano diera a luz la traducción de la carta de despedida de J. Washington al pueblo de los Estados Unidos y buscándole sentido a que lo hiciera durante la travesía de su ejército luego de la batalla de Tucumán hacia Salta, prácticamente "a caballo", a sólo pocos días de haberse iniciado la Asamblea del Año XIII y muy poco antes de la batalla de Salta traté de darle sentido al texto de su introducción, que reproduzco más abajo.
No poseo la edición que prologara B. Mitre pero si las copias de los originales compilados por Augusto Maillé en 1966 y tomados de diferentes colecciones privadas: Carranza; Santamarina; Carbone; Peña y Dodero, pero no figura en ningún archivo oficial.
Con el objeto de aprovechar la magnífica herramienta de Internet baje algunos párrafos del original belgraniano no obteniendo respuesta, por lo que supuse que tal Despedida nadie se hubiera tomado el trabajo de bajarla a la red. Sin embargo y luego de varios intentos la obtuve del blog Constitución Web de los Doctores Pons. (http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2010/04/discurso-de-despedida-de-washington-al.html)
No figura de dónde se ha tomado, es decir si es una traducción del original, o si corresponde a la edición que prologara B. Mitre de 1902.
Con la paranoia de curioso de la historia falsificada, me tomé el trabajo de comparar ambos trabajos, el del blog lo volqué tal cual en una columna y con paciencia de chino taoísta, copié en la otra columna la edición original.
La sorpresa es que, aunque en su gran mayoría sigue la línea belgraniana, algunos párrafos, no pocos, tiene variaciones bastantes apreciables con respecto al original.
No siendo ni analista ni historiador, sólo me queda publicarlos para quienes puedan y sepan, definan si el que circula en la red es compatible con nuestro glorioso traductor, de la misma forma que la edición de 1902 si alguien la tiene disponible.Un aparte tiene que ver con el Instituto Belgraniano que hace un desarrollo anecdótico de la traducción y los intereses cholunianos de Belgrano con respecto a Washington, pero nada informa de la urgencia del prócer para publicarlo.
Desarrollado este introito, me queda la pregunta si este material, de absoluta actualidad para analizar las necesidades que tiene una nación colonizada para transformarse en soberana, no habrá corrido la misma suerte del Plan de Operaciones que elaborara Mariano Moreno a instancias de la Primera Junta y cuyo impulsor fuera el propio Manuel Belgrano
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Otro sí digo: Este librito debió estar en el bosillo de los congresales de la Asamblea del Año XIII, probablemente muchos porteños lo habrán censurado. ¿Llegó a todos?
Dicho todo lo anterior lo expongo a la red
INTRODUCCIÓN
“El ardiente deseo, que
tengo de que mis conciudadanos, se apoderen de las verdaderas ideas, que deben abrigar
si aman la patria, y desean su prosperidad baxo bases sólidas y permanentes, me
ha empeñado á emprender esta traducción en medio de mis graves ocupaciones, que
en tiempos más tranquilos la había trabajado, y se entregó á las llamas con
todos mis papeles en mi peligrosa y apurada acción del 9 de marzo de 1811 en el
Tacuarí.
Washington, ese héroe
digno de la admiración de nuestra edad y de las generaciones venideras ejemplo de
moderación, y de verdadero patriotismo, se despidió de sus conciudadanos, al
dexar el mando dandoles lecciones las mas importantes y saludables; y hablando
con ellos, habló con quantos tenemos, y con quantos puedan tener la gloria de
llamarse americanos, ahora, y mientras el globo no tubiese alguna variación.
Su despedida vino á mis
manos por los años de 1805, y confieso con verdad, que sin embargo de mi corta
penetración, vi en sus máximas la expresión de la sabiduría apoyada en la
experiencia, y constante observación de un hombre, que se había dedicado de
todo corazón á la libertad y felicidad de su patria.
Pero como viese la mia
en cadenas, me llenaba de un justo furor, observando la imposibilidad de
despedazarlas, y me consolaba con que la leyesen algunos de mis conciudadanos,
o para que se aprovechasen algún día, si el Todopoderoso los ponía en
circunstancias, ó transmitiesen aquellas ideas á sus hijos para que les
sirvieran, si les tocaba la suerte de trabajar por la libertad de la América.
Un conjunto de sucesos
que no estaban al alcance nuestro; pues viviamos sabiendo unicamente lo que
nuestros tiranos querían que supiesemos, nos traxo la época deseada, y por una
confianza que no merecia, mis conciudadanos me llamaron á ser uno de los
individuos del gobierno de Buenos Ayres, que sucedió á la tiranía.
Las obligaciones no me
daban lugar á repasar la traducción, para que se imprimiese, ya que teniamos la
gloria de poder comunicar los conocimientos, y que se hicieran generales entre
nosotros, y creido de que en la expedición al Paraguay podria haberla exâminado
y concluido, tube la desgracia que ya hé referido.
Mas observando que
nadie se ha dedicado a este trabajo, ó que si lo han hecho no se ha publicado,
ansioso de que las lecciones del héroe americano se propaguen entre nosotros y
se manden, si es posible, á la memoria por todos mis conciudadanos, habiendo
recibido un pequeño librito que contiene su despedida, que me ha hecho el honor
de remitirme el ciudadano D. David C. de Forest, me apresuré á emprender su
traducción.
Para ejecutarla con más
prontitud me hé valido del americano Dr. Redheah, que se ha tomado la molestia
de traducirla literalmente, y explicarme algunos conceptos; por este medio hé
podido conseguir mi fin, no con aquella propiedad, elegancia y claridad que
quisiera, y que son dignos tan sabios consejos; pero al menos los hé puesto
inteligibles, para que mejores plumas les dén todo aquel valor, que ni mis
talentos, ni mis atenciones me permiten.
Suplico solo al
gobierno, a mis conciudadanos y a quantos piensen en la felicidad de la
América, que no se separen de su bolsillo este librito, que lo lean, lo
estudien, lo mediten, y se propongan imitar á ese grande hombre, para que se
logre el fin a que aspiramos, de constituirnos en nación libre é independiente”.
Alurralde, 2 de febrero de
1813.
Manuel Belgrano
DESPEDIDA DE WASHINGTON AL PUEBLO DE
LOS ESTADOS–UNIDOS
TRADUCIDA DE SU ORIGINAL
AÑO DE 1813
EN BUENOS–AYRES
IMPRENTA DE NIÑOS EXPÓSITOS
Amigos y Conciudadanos (Traducción original de Manuel Belgrano) (*)
Nunca me parece mas á proposito manifestaros
la resolución, que hé tomado de separarme del cargo, que ocupo, que en estas
circunstancias, en que se acerca el tiempo de elegir un ciudadadno que
administre el Poder Executivo de los Estados–Unidos y en el que debeis fixar
vuestras ideas para designar la persona, que se haya de revestir con una comision
tan importante; asi se expresará distintamente el voto público, y no se me
contará en el número de los que hayan de ser elegidos
Amigos y Conciudadanos: (Copia de Internet) (**)
Nunca me ha
parecido más oportuno el manifestaros la resolución que tomé de separarme del
cargo que ocupo, como en las circunstancias actuales, cuando ya se acerca la
fecha de elegir al nuevo depositario del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos
y ha llegado el momento de resolver a quién debéis confiar tan importante
comisión. Y a fin de que la emisión del voto sea libre y expeditiva por entero,
debo anunciaros que no figuraré yo entre los candidatos sobre quienes ha de
recaer vuestra elección.
Os suplico, al mismo tiempo, que me hagais la justicia de creer que no hé
tomado esta resolucion sin haber tenido presente todas las consideraciones, que
corresponden a la relación que une á un ciudadano obediente á su patria, y que
mi determinación de retirarme no es ni disminucion de zelo por vuestros interés
futuro, ni falta del mas agradecido respeto á vuestra pasada bondad, sino un
efecto del pleno conocimiento en que estoy,
de que este paso no es incompatible con aquellos objetos.
Os suplico que me dispenséis la justicia de
creer que no he tomado esta resolución sin haber tenido muy en cuenta las
obligaciones que corresponden a un ciudadano sumiso al interés de su patria, y
que la determinación de retirarme no implica merma del celo por vuestros
intereses futuros, ni es falta de gratitud a vuestra constante bondad, sino
tan sólo un efecto del pleno convencimiento que tengo de que este paso no es
incompatible con aquellos objetos.
El haber aceptado, y continuado hasta ahora
en el cargo, á que por dos veces me llamasteis por vuestros votos, ha sido un
sacrificio uniforme de mi gusto al convencimiento en que estoy de la
obligación, que tengo respeto de la
sociedad, y de mi deferencia á lo que
parecía que deseabais. Esperaba constantemente volver al retiro de que salí con
repugnancia, y que podría haberlo hecho
mas pronto, sin perjuicio de los motivos que no podré desatender.
La fuerza de mi inclinacion á retirarme me estimuló á prepararme para
dirigiros un manifiesto antes de la última elección, declarandoos mi deseo;
pero reflexîonando con madurez acerca del estado de nuestras negocios con
las naciones extrangeras, que era tan perplexo, y crítico, y cediendo al parecer
unánime de las personas de mi confianza, abandoné la idea.
El haber aceptado y permanecido en el cargo a que dos veces me llevó
vuestro voto fue un sacrificio de mis personales gustos en aras de los deberes
que tengo para con el país, y una expresión de mi respeto a lo que deseabais.
Esperaba constantemente volver al retiro de que salí con repugnancia, creí que
tendría ocasión de hacerlo más pronto sin desatender las incumbencias puestas a
mi cuidado. La persistencia de mis inclinaciones me hizo preparar un manifiesto
antes de la última elección, en el que pensaba declararos mi deseo; pero al
reflexionar maduramente acerca del estado de nuestras relaciones con otros
países, bien crítico e incierto a la sazón, y cediendo al parecer unánime de
las personas de mi confianza, abandoné la idea.
Me complazco con que el actual estado de
vuestras relaciones, así interiores como ex teriores, no hacen incompatible el
que siga mi inclinacion, ni con el conocimiento que tengo de la obligación de
servir ni con el decoro: y estoy persuadido, de que en las presentes
circunstancias de vuestra patria, no desaprobaréis la determinación de retirarme,
sin embargo del afecto que me dispensais por mis servicios.
Me complazco ahora de que la nueva
situación de los asuntos, así exteriores como interiores, no haga ya
incompatible la realización de mis propósitos con el cumplimiento de mi deber,
ni con el decoro del cargo presidencial; y estoy persuadido de que en las
actuales circunstancias de nuestra patria, no desaprobaréis la determinación
de retirarme, a pesar del afecto con que miráis los servicios a que vengo
consagrado
Quando por primera vez me determiné á
desempeñar el arduo cargo, os manifesté con oportunidad mis ideas: os diré
solamente, en desempeño de esta obligacion, que hé contribuído con buenas
intenciones á la organización, y administración del gobierno, y que hé hecho
los mejores esfuerzos, según es permitido á una corta capacidad, sin ignorar
desde el principio la inferioridad de mi talento; mas la experiencia propia, y
aun mas las de otros, ha aumentado los motivos de desconfiar de mí mismo; y
creciendo cada vez mas el peso de mis años, me avisa, sin cesar, que la sombra
del retiro me es tan necesaria como se me será agradable. Satisfecho de que, si
mis servicios han tenido algun valer, solo ha procedido de las circunstancias,
tengo el consuelo de creer, que si la eleccion
y la prudencia me llaman á separarme de la escena política, el patriotismo no
me lo prohibr.
Cuando por primera vez fui llamado a desempeñar tan arduo cargo, os
manifesté cuáles son mis ideas: ahora solamente os recordaré que contribuí con
buenas intenciones a la organización y administración del gobierno, y que hice
los mejores esfuerzos permitidos a una corta capacidad para serlos útil, sin
haber ignorado nunca la escasez de mi talento. La experiencia lograda no
reduce los motivos que tengo para desconfiar de mí mismo; y creciendo cada vez
más el peso de mis años, estos mismos me avisan sin cesar que la sombra del
retiro ha de serme tan necesaria como agradable. Reconociendo que si mis
servicios han tenido algún mérito, sólo de las circunstancias procede su
valor, tengo el consuelo de creer que si me separan de la escena política mi
prudencia y vuestro voto, el patriotismo no me prohíbe la separación que tanto
deseo.
Mirando hácia el momento que vá á terminar
la carrera de mi vida pública, no me es posible dexar de manifestar el reconocimiento,
en que estoy á mi amada patria por los muchos honores que me ha dispensado, aun
más por la firme confianza con que me ha sostenido, y por las proporciones que
me ha presentado, de hacer ver mi inviolable afecto con servicios fieles y
constantes, aunque en utilidad muy desiguales á mi zelo. Si han resultado á
nuestra patria beneficios de estos servicios, que se recuerden siempre para
gloria vuestra, y se conserven como un
exemplo instructivo en nuestros anales; porque en circunstancias, en que las
pasiones agitadas de todos modos estaban sujetas á descaminarse, en medio de
apariencias algunas veces dudosas, de las vicisitudes de la fortuna que
desalientan, en situaciones en que no pocas veces la falta de buenos resultados
ha favorecido el espiritu de crítica, la constancia en sosteneros ha sido el
apoyo esencial de los esfuerzos, y la garantía de los planes por donde se
efectuaron. Penetrado intimamente de esta idea, la llevaré hasta el sepulcro
como un estímulo poderoso, para pedir incesantemente a los cielos os continúe
su beneficiencia; que vuestra unión, y afecto fraternal sea perpetuo; que la
constitución libre, trabajo vuestro, se mantenga sagradamente; que su
administracion en todos sus ramos se señale por la sabiduría, y la virtud; que
por último la felicidad del pueblo de estos Estados, baxo los auspicios de la
libertad, sea completa por una conservacion cuidadosa, y un uso prudente de
estos favores del Todo-poderoso, para que adquieran la gloria de obtener el
aplauso, afecto, y adopcion de toda nacion, que aun no lo conoce.
Mirando hacia el momento en que concluirá el curso de mi vida pública no es
posible que deje de manifestar el reconocimiento que profeso a mi amada patria
por los muchos honores que hubo de otorgarme, y aún más, si cabe, por la
confianza con que me sostuvo y las oportunidades que me dio de mostraros mi
afecto inquebrantable, con fieles y constantes servicios, muy desiguales en
utilidad a mi celo. Si han resultado beneficiosos a la patria esos servicios,
sean siempre recordados para gloria vuestra y como instructivo ejemplo en
nuestros anales, porque cuando al conjuro de circunstancias adversas se
agitaban las pasiones y parecían prontas a descaminarse, cuando en momentos
dudosos cundió el desaliento y las vicisitudes de la fortuna o la parquedad de
los éxitos favorecía el espíritu de crítica, la constancia mía en sosteneros y
la vuestra en sostenerme ha sido la garantía y el apoyo esencial para que no se
malograsen los esfuerzos encaminados a preservar del fracaso nuestros comunes
planes. Íntimamente penetrado de esta idea, la llevaré hasta el sepulcro como
un estímulo para pedir a los cielos que os sigan prodigando sus beneficios; que
vuestra unión sea perpetua; que se mantenga entre vosotros el afecto
fraternal; que la Constitución establecida, libre trabajo vuestro, se conserve
sagradamente; que resplandezca la sabiduría y la virtud en todos los ramos de
la administración republicana; y que la felicidad del pueblo en todos nuestros
estados sea general y completa, bajo los auspicios de la libertad y del
Todopoderoso, mediante un uso prudente de sus favores, para que logremos la
gloria de obtener el aplauso, el afecto y el amparo de la nación toda, incluso
de aquellos que todavía no conocen la excelsitud de nuestra bandera.
Aquí, tal vez, debía yo dexar de hablaros;
pero mi anhelo por vuestra felicidad; que no concluirá sino con mi vida, y el
temor del peligro, natural al mismo me impelen en esta ocasión á ofrecer á vuestra contemplacion y recomendar
á vuestra meditacion algunas ideas que son el resultado de mucha reflexion, de
no poca obsevacio, y que me parecen de toda importancia, para que mirados como
una nacion según lo estais, permanezca vuestra felicidad. Os la ofreceré con tanta mas libertad quanto
que en ellas solo vereis las advertencias de un amigo, que se despide, y que no
puede tener un interés personal en aconsejaros mal; animandome a ello la
indulgencia con que en otra ocasión semejante recibisteis mis ideas.
En este mismo punto debiera yo dejar de hablaros, poniendo fin a este
mensaje. Pero mi anhelo por vuestra felicidad —que no se apagará sino con mi
vida—, y el natural temor al peligro, me impelen a ofrecer a vuestra
consideración y a recomendaros que meditéis sobre algunas ideas, fruto de
reflexiones y experiencias, que me parecen de toda importancia para el
bienestar nacional. Os la brindo con tanta más libertad cuanto que sólo habréis
de ver en ellas los avisos y advertencias de un amigo que se despide y que no
tiene ningún interés personal en aconsejaros como lo hago, animándome a ello
la indulgencia con que acogíais mis ideas en anteriores oportunidades.
Está tan intimamente unido á vuestros corazones
el santo amor de la libertad, que no creo necesario recomendaroslo, ni para que
os afirmeis, ni os confirmeis mas en él.
Tan enraizado está en vuestros corazones el santo amor a la Libertad, que
no creo necesario el recomendaros que cada día lo afirméis y reafirméis más y
más.
Tambien os es apreciable en el dia la unidad
de gobierno, que os constituye una nacion; y á la verdad justamente la
apreciais; pues es la columna principal del edificio de vuestra verdadera
independencia, el apoyo de vuestra
tranquilidad interior, de vuestra paz exterior, de vuestra seguridad, de
vuestra prosperidad, y de esa misma libertad que tanto amais. Pero como es
fácil preveer, que por diferentes
motivos, y diversos puntos se trabaje con mucho empeño, y se empleen muchos artificios para debilitar, en vuestro
concepto, el convencimiento de esta
verdad; siendo este el punto de vuestro baluarte político contra el cual se han
de dirigir con mas constancia y actividad las baterias de los enemigos
interiores y exteriores (aunque muchas veces oculta é insidiosamente), es de
suma importancia que sepáis bien quanto interesa vuestra unión nacional á
vuestra felicidad general y particular; que fomentéis un afecto cordial,
habituala, é invariable hacia élla, acostumbrándoos a pensar y hablar de la
unión como de la égida de vuestra seguridad prosperidad politica; velando
en su conservación con zelo ficaz;
rechazando quanto pueda excitar aun la mas minima sospecha, de que en algun
caso puede abandonarse; y mirando con indignacion las primeras insinuaciones de
qualesquier tentativa, que se hiciere para separar una parte del pais de los
demas, ó para debilitar los lazos sagrados, que actualmente las unen
También es de alto aprecio la unidad de gobierno en que descansa la nación,
según justamente lo habéis reconocido, viendo en ella la columna principal de
la verdadera independencia y el sostén de la tranquilidad interna, de la paz
exterior, de vuestra propia seguridad y de las libertades que tanto amáis. Pero
como es fácil augurar que por diferentes motivos, desde puntos diversos y
mediante numerosos artificios se pretenda debilitar el convencimiento que
tenéis de tan gran verdad: y siendo este punto de vuestro baluarte político el
que atacarán con más obstinación las baterías de los enemigos externos e
internos (oculta e insidiosamente cuando no a plena luz), es de suma importancia
que sepáis bien cuánto interesa la unión nacional a vuestra felicidad
colectiva y privada. Conviene, pues, que fomentéis un afecto cordial y
constante hacia ella, acostumbrándoos a pensar y hablar de la unión como el eje
de vuestra seguridad y de vuestro florecimiento político; velando por su
conservación con celo y eficacia; rechazando cuanto pueda excitar la más mínima
sospecha de tibieza; no abandonando nunca la necesaria vigilancia; y mirando
con indignación cualquier intento, cualquier insinuación que se hiciere para
separar una parte del país de las restantes, o para debilitar los lazos
sacrosantos que actualmente unen a todos los estados.
Para observar esta conducta teneis todas las
razones de simpatía, é interés. Ciudadanos por nacimiento, ó eleccion, de una
patria comun, tiene esta el derecho de que todos vuestros afectos se concentren
en ella. El nombre de americano, que os pertenece en vuestro estado nacional,
siempre debe excitar un justo orgullo patriótico, mas que cualquier otro nombre que deribe de
los lugares en que habéis nacido. Con poca
variacion vuestra religión,
vuestras costumbres y vuestros
principios políticos son unos mismos.
Para observar esta conducta tenéis a favor vuestras razones de simpatía y
de interés. Ciudadanos por nacimiento, o por libre opción de una patria común,
asiste a ésta el derecho de que todos vuestros afectos se dirijan a ella. El
nombre de americano, que es para vosotros un nombre nacional, debe suscitar un
orgullo patriótico superior al de cualquier otro nombre vinculado al lugar
concreto en que habéis nacido. Con pocas variaciones, vuestra religión,
costumbres y principios políticos son iguales en unos y otros.
Juntos habeis peleado y triunfado en una causa
común. La independencia, y la libertad que poseis, es la obra de vuestros
consejos, de vuestros esfuerzos, de los peligros, de los sufrimientos, y de las
ventajas comunes, que en union habeis conseguido.
Juntos habéis peleado y triunfado por una
causa común. La independencia y la libertad ya conquistadas son obra conjunta
de vuestros consejos, de los esfuerzos comunes, de unos mismos peligros,
sufrimientos y beneficios
Mas estas consideraciones, que tan
poderosamente deben obrar en vosotros, son infinitamente de menor gravedad que
las que tocan con mas inmediacion a vuestro interés: aquí cada porcion del pais
encuentra motivos los mas imperiosos, para conservar y mantener cuidadosamente
la union del todo.
Pero estas consideraciones, que tan poderosamente deben guiar vuestro
ánimo, son de mucha menor entidad que las concernientes al interés común: aquí
es donde cada sector del país encuentra los más imperiosos motivos para
mantener cuidadosamente la unidad del todo.
Comunicándose los países septentrionales
con los meridionales, sin resticcion alguna, y baxo la protección de leyes
iguales de un gobierno comun, hallan aquellos en las producciones de estos
mayores recursos para empresas marítimas y mercantiles y materialespreciosos
para su industria. Estos beneficiados por esta misma comunicación con aquellos,
ven aumentar su agricultura, y extender su comercio ocupando en parte en sus
canales a los marineros septentrionales. Vigoriza su navegación particular, y
mientras contribuye por diversos modos a
alimentar y aumentar la masa general de la navegación nacional, aspira á la
proteccionde una fuerza maritima, que no podian conseguir por si mismos; estando en igual comunicacion los países
orientales con los occidentales hallan ya el adelantamiento progresivo de la comunicación interior tanto por agua como
por tierra, y hallarán despues, cada
dia, mas salida para los articulos
mercantiles que vienen del extranjero, ó los que presenten nuestras fábricas.
El poniente recibe del naciente renglones necesarios á su incremento y
comodidad, y, lo que acaso es de mayor
importancia, deberá necesariamente la seguridad de la extracción indispensable
de sus productos al peso, influxo y fuerza futura maritima de la parte
Atlantica de la union, dirigida por una comunidad indisoluble de interéses,
según corresponde a una nacion. De
qualquier otro modo, que posea esa ventaja la parte occidental, yá sea por su
propia fuerza separada, yá sea por una conexión apóstata, y desnaturalizada con
alguna potencia extrangera, sería intrinsecamente precaria.
Comunicándose los países septentrionales con los meridionales, sin
discontinuidad ninguna, y estando regidos por un gobierno común, bajo la
protección de iguales leyes, unos hallan en las producciones de los otros, inestimables
recursos para sus empresas marítimas, mercantiles e industriales. Beneficiados
aquéllos y éstos por una fácil comunicación, verán aumentar su agricultura y
comercio los países del Sur, utilizando en sus propios canales a los marineros
del Norte. Vigorizada de tal modo la navegación particular, se contribuirá
también a crear una navegación nacional, bajo la protección de fuerzas
marítimas proporcionadas, lo cual no podrían lograr por sí mismos. Los países
orientales podrán tener comunicaciones iguales a las que ya tienen las zonas
norteñas merced al adelantamiento de la comunicación interior, tanto por agua
como por tierra, encontrando así más y mejores vías para los productos que
llegan del extranjero o elaboran nuestras fábricas. El poniente recibe de los
nacientes renglones necesarios a su incremento y comodidad; y lo que acaso es
de mayor importancia: la seguridad de la extracción indispensable de sus
productos, condicionada por el vigor e influjo marítimo de los sectores
atlánticos, factores subordinados a la indisoluble comunidad de intereses que
fomenta la unión. De cualquier otro modo que posea esa ventaja la parte
occidental, ya por su propia fuerza, independiente del Sur, ya por su conexión
espuria con alguna potencia extranjera, sería intrínsecamente precaria e
indeseable.
Mientras, pues, cada parte de nuestro
territorio encuentra de este modo un interés inmediato y particular en la
unión, todas sus partes combinadas no pueden dexar de hallar en la masa
reunidas de medios y esfuerzos mayor fuerza, mayores recursos, mayor seguridad,
en proporcion, contra los peligros exteriores, una interrupción menos
freqüente de su tranquilidad por las naciones extrangeras, y lo que es de mayor
valor, la union les libertará de las disensiones domesticas, que afligen con
tanta freqüencia á los paises vecinos, que no estan unidos baxo un mismo
gobierno: disensiones cuya propia índole bastaría para excitarlas, y que las
alianzas extrangeras opuestas, las amistades, é intrigas, las fomentarían, y
aun las harian mas amargas. Así se evitará tambien la necesidad de mantener
establecimientos militares crecidos que, baxo qualesquiera gobierno que sea,
son perjudiciales á la libertad republicana: en este sentido debeis mirar
vuestra union como el apoyo principal de vuestra libertad, y el amor de esta os
debe hacer mas interesante la conservacion de aquella
Mientras cada parte de nuestro territorio vea su interés inmediato y
particular en la unión, todas ellas, combinadas entre sí, encontrarán en la
masa reunida de sus medios y esfuerzos mayor volumen de recursos y mayor
seguridad contra los peligros exteriores, así como una interrupción menos
frecuente de su tranquilidad por parte de países extranjeros. La unión —y esto
es lo que más importa— los librará también de las disensiones intestinas que
afligen con tanta frecuencia a los países vecinos no unidos por un mismo
gobierno: disensiones cuya propia índole bastaría para excitarlas
progresivamente, y que opuestas alianzas con países extraños, amistades e
intrigas diferentes, fomentarían de continuo, haciéndolas todavía más amargas.
Mediante la unión política y económica se podrá evitar asimismo la necesidad
de mantener crecidas fuerzas militares, que tan perjudiciales son para la
libertad, bajo cualesquiera gobiernos, y que se deben mirar particularmente
como enemigas de la libertad republicana. Debéis, pues, considerar la unión
como el baluarte principal de vuestra libertad, y conservar aquélla para
mantener vivo el amor a ésta.
Estas consideraciones convencen, á todo
individuo que piense y sea virtuoso, y demuestran que la continuacion de la
union merece ser el objeto primario del deseo patriotico. ¿Dudáis quizá de que un gobierno común sea
capaz de abarcar un círculo tan dilatado? Que lo resuelva la experiencia,
sería un delito oir solo la especulación para decidir. Debemos esperar, que una
organización adequada del todo, con las operaciones auxiliares de los gobiernos para las
respectivas subdivisiones nos dará un feliz resultado de la experiencia. Este
asunto merece, que ella sea completa, y exâcta; habiendo unos motivos tan
poderosos y obvios, que influyen en todas partes del pais a favor de la union;
y se debe desconfiar del patriotismo de
aquellos, que intentan debilitar sus lazos, mientras la experiencia no haya
demostrado, que es impracticable.
Las anteriores reflexiones persuadirán a todo ciudadano que piense y sea
virtuoso que el mantenimiento de la unión merece ser tenido como el primordial
y más patriótico deseo. ¿Dudáis quizá de que un gobierno común sea capaz de
abarcar un círculo tan dilatado? Preguntadlo a la experiencia, pues el decidir
oyendo solamente a la especulación sería un dislate gravísimo. La experiencia
nos dice que una organización adecuada tanto de la unión como de los gobiernos
locales auxiliares de aquélla, es susceptible de dar felices resultados. Este
asunto reclama que sea completa y exacta la unión, siendo tan poderosos y
obvios los motivos que juegan a favor de la misma en todas las partes del país;
debiendo desconfiarse del patriotismo de aquellos que intentan debilitar los
lazos de la unión mientras no haya demostrado la experiencia que es
impracticable.
Reflexionando sobre las causas, que pudiesen
perturbar nuestra unión, se presenta como un objeto importante, el que hubiese
habido algún fundamento para caracterizar á los distritos por medio de
distinciones geográficas, á saber: septentrional, y meridional, atlántico y occidental:
por lo que algunos hombres malintencionados pueden intentar persuadir, que exîste una diferencia verdadera de
interéses, y de miras. Uno de los medios que se valen los facciosos para
adquirir influxo en los distritos particulares, es el de desfigurar las
opiniones y miras de los otros. No podeis cautelaros bastante contra los zelos,
é incomodidades, que nacen de estos manejos: ellos se dirigen á separar los
afectos de los que debian estar unidos como hermanos. Los habitantes de nuestro
país occidental han recibido ultimamente una lección útil sobre si mismos en
esta materia: han visto en la negociacion hecha por el Gobierno Executivo, en
la rectificación unánime del Senado del tratado con España y en la
satisfacción universal, que este suceso ha producido en todos los
Estados=Unidos, una prueba decisiva de quan infundadas eran las sospechas, que
se propagaban entre ellos, de que la política del gobierno general, y los
estados atlanticos eera opuesta á sus intereses con respecto al Mississippi: ha
sido testigos de los dos tratados con Inglaterra, y España que les aseguran
quanto pueden sobre la confirmacion de su prosperidad respecto á nuestras
relaciones exteriores; ¿no será sabiduría reposar sobre la unión para conservar
las ventajas, que por su medio se consiguen? ¿No se dexará de oir á esos
consejeeros, sies que exîsten, que intentan separarlos de sus hermanos, y
unirlos con los extrangeros?
Al reflexionar sobre las causas que pudieran perturbar nuestra unión, se
presenta como un riesgo el que hubiese algún fundamento en la naturaleza de
nuestro territorio para caracterizar a los diferentes distritos por medio de
distinciones o zonas geográficas, tales como: septentrional y meridional,
atlántica y occidental, merced a las cuales algunos hombres malintencionados
intentasen persuadir a las gentes de que existe una oposición de intereses y de
miras entre unas y otras regiones. Uno de los medios que utilizan los facciosos
para lograr influjo en los distritos particulares consiste en desfigurar las
opiniones y deseos de los otros. Toda cautela será escasa contra los celos y
discordias que originan estos manejos, dirigidos a disociar el afecto mutuo de
los que deben estar unidos como hermanos. Los habitantes del país occidental
han recibido recientemente una provechosa lección respecto a esta cuestión, al
ver en las negociaciones de nuestro gobierno, en la rectificación unánime por
parte del Senado de nuestro tratado con España y en la universal satisfacción
que ha producido este acontecimiento en todos los Estados Unidos una prueba
decisiva de cuán infundadas eran las sospechas de que la política general del
gobierno y de los estados atlánticos fuese opuesta a los intereses del
Mississippi. Los dos tratados hechos con España e Inglaterra les aseguran
cuanto pudieran desear en materia de relaciones exteriores para el desarrollo
de su prosperidad. ¿No será prudente seguir confiando en la unión para
conservar las ventajas que ya hemos logrado gracias a ella? ¿No dejaremos en lo
futuro de volver la espalda a esos malos consejeros que intentan separar a los
hermanos y unir con los extranjeros a unas regiones contra otras?
Es indispensable un gobierno general, para
que vuestra union sea permanente y eficaz: las alianzas entre las partes, por
ligadas que sean, no la pueden reemplazar; porque inevitablemente
experimentarán las infracciones, é interrupciones que han experimentado en
todos tiempos. Conociendo esta verdad importante habeis mejorado vuestro primer
ensayo, adoptando una constitucion de gobierno mas adeqüada á la union intima,
y á la administracion eficaz de vuestros negocios comunes. Este gobierno, fruto
de vuestra libre eleccion, adoptado despues de una investigacion completa y
madura deliberacion, enteramente libre en sus principios, en la distribucion de
sus facultades, que une la seguridad con la energía, y contiene en sí mismo
arbitrios para mejorarse, tiene derecho á que confieis en él, y a que lo
sostengais. Respetar su autoridad, cumplir sus leyes, conformarse con sus
medidas son obligaciones, que prescriben las maximas fundamentales de la
verdadera libertad
La estabilidad y la utilidad de la Unión dependen necesariamente de un gobierno
general, al que no pueden sustituir alianzas de ninguna clase, porque éstas
experimentarían las alternativas e interrupciones que inevitablemente se han
registrado siempre. Ese gobierno, elegido libremente por vosotros mismos, no su
jeto a extrañas influencias, obediente a una Constitución adoptada después de
tranquilas deliberaciones y que reúne la seguridad y energía de sus bien
divididos poderes, tiene un innegable derecho a vuestra confianza y apoyo. El
respeto a su autoridad, ejercida conforme a las leyes, y la conformidad a las
medidas que adopte, son deberes que se confunden con los principios esenciales
de la verdadera libertad.
La base de nuestro siitéma (sic) político es
el derecho del pueblo para hacer o alterar sus constituciones de sus gobierno;
pero la constitución, que alguna vez exista, mientras no se cambiase por un
acto autentico y explicito de todo el pueblo, obliga á todos por los derechos
mas sagrados, La misma idea del poder, y derecho del pueblo á establecer un
gobierno, supone también la obligación que tiene cada individuo de obedecer
al gobierno establecido.
La base de nuestro sistema político es el
derecho del pueblo para formar o modificar las constituciones de sus
gobiernos; pero la Constitución votada, mientras exista, es sagrada y
obligatoria para todos hasta tanto que se cambie por el voto explícito del
pueblo. Esta misma idea del poder y derecho del pueblo a establecer un gobierno
implica también la obligación en cada individuo de obedecer al gobierno
establecido
Todo obstáculo á la execución de las leyes,
toda combinacion, y asociación, sea
cualesquiera el carácter que revista, si tiene por objeto verdadero el dirigir,
contener, intimidar, ú oponerse á las deliberaciones, y acciones arregladas de
las autoridades constituidas es destructivo de este principio fundamental, y de
resultados muy peligrosos. Tales medios sólo sirven para organizar facciones, y
darles mas fuerza artificial y estraordinaria, para sostituir á la voluntad de
la nación, la voluntad de un partido, y muchas veces de una parte de la comunidad muy pequeña, pero
artificiosa y emprendedora, a todo él, y para, según los triunfos alternados de los diferentes partidos,
hacer que la administración pública sea el espejo espejo de los proyectos
desconcertados y monstruosos de las
facciones, en lugar de ser el órgano de planes conseqüentes y saludables,
dirigidos por la consejos comunes y modificados por los mutuos intereses.
Todo obstáculo que se oponga a la ejecución de las leyes, toda asociación que
tenga por objeto entorpecer o paralizar la acción de las autoridades
constituidas, cualquiera que sea el carácter que revista, es directamente
contrario a los principios expuestos y de resultados muy peligrosos. Tales
medios sólo sirven para suscitar facciones y darles fuerza, para sustituir la
fuerza de la nación por la voluntad de un partido, muchas veces de una pequeña
parte, audaz y emprendedora del país, a todo él, y para que los alternados
triunfos de los diferentes partidos hagan de la administración pública un fiel
espejo de los desconcertados y monstruosos designios de las facciones, en lugar
de ser el órgano de planes provechosos y consecuentes, dirigidos por la
conciencia común y siempre atentos al interés de todos.
Sin embargo de que esas combinaciones y
asociaciones puedan servir de quando en quando, para los fines populares, están
expuetas á que el tiempo y las circunstancias las conviertan en isntrumentos
poderosos, que sirvan á hombres ambiciosos, astutos é inmorales para destruir
el poder del pueblo, y usurpar la autoridad del gobierno, y luego acabar con
los mismos medios, que los eleven á su injusta dominacion.
Sin embargo de que a veces puedan satisfacer las necesidades populares,
esas asociaciones y combinaciones están expuestas a que las mudables
circunstancias del tiempo las conviertan en poderosos instrumentos susceptibles
de servir a hombres ambiciosos, astutos e inmorales para destruir el poder del
pueblo y usurpar la autoridad del gobierno, desde donde luego ellos mismos
suprimirían los medios que los elevaron a tan injusta dominación.
Para que se conserve vuestro gobierno, y que
vuestra felicidad actual sea duradera, no sólo es necesario, que desaprobeis toda oposición irregular á su
legítima autoridad, sino tambien que resistais con cuidado toda innovación de
sus principios, sea qualesquiera el pretexto con que se intentase.= Uno de los
modos de asaltar el gobierno podrá ser alterar las formas de la constitución
con pequeñas mutaciones, que debiliten
la energía del sistéma, minando así lo que directamente no podría derribar.
Siempre que se os proponga alguna innovacion, tened presente, que el tiempo y
las costumbres son tan necesarios para fixar el carácter verdadero de los
gobiernos como el de las demás instituciones humanas: que la experiencia es la
piedra de toque para probar la verdadera
direcciom del gobierno que exîste en un pais: que la facilidad en hacer
mutaciones, fiandose del credito de una opinion, ó hipoótesis, expone à
variaciones perpetuas; porque las opiniones ó hipotesis varian sin fin; y
acordaos, con especialidad, que un pais tan dilatado, como es el nuestro, es
indispensable para la dirección eficaz de vuestro interés comun, que el gobierno tenga todo el
vigor, que sea compatible con la perfecta seguridad de la libertad. La libertad
misma hallará su guardia mas segura en
un gobierno semejante, en que los poderes estan bien distribuidos y arreglados.
La libertad es poco mas que una sombra, quando el gobierno es demasiado débil
para resistir á las empresas de las facciones,
para contener á cada individuo de la sociedad, dentro de los límites que le prescriben las
leyes, y para conservar à todos el goce pacífico de los derechos personales y
de propiedad.
Para conservar nuestro gobierno y que sea duradera la felicidad actual, no
sólo es necesario que rechacéis toda oposición irregular a la legítima
autoridad de aquél, sino que resistáis cuidadosamente toda innovación de sus
principios básicos, cualquiera que sea el pretexto invocado. Uno de los modos
de asaltar el gobierno podrá ser, introducir en la Constitución pequeñas
mutaciones que, debilitando la energía del sistema, vayan minando así lo que
directamente no podrían obtener. Siempre que se os proponga alguna innovación,
tened presente que el tiempo y las costumbres son cuando menos tan necesarios
para conocer el verdadero carácter de los gobiernos como el de las demás
instituciones humanas; que la experiencia es el más seguro medio para conocer
la bondad de la Constitución de un país; que los cambios fundados en simples
hipótesis y opiniones aventuradas exponen a constantes variaciones, porque las
opiniones se suceden unas a otras sin descanso. Acordaos, sobre todo, que en un
país tan dilatado como el nuestro, es indispensable para la eficaz dirección de
los intereses generales que los gobiernos tengan todo el vigor que sea
compatible con el perfecto ejercicio de la libertad. La libertad misma
encontrará su más segura garantía en gobiernos cuyos poderes estén bien
distribuidos y consolidados, porque la libertad es como una sombra cuando el
gobierno es demasiado débil para resistir los designios de las facciones o para
contener a los individuos dentro de los límites que señalan las leyes y
garantizar a todos el goce pacífico de sus derechos individuales y de la
propiedad.
Ya os he
manifestado el peligro de las
partidos en el estado, especialmente con referencia à aquellos que se fundan en distinciones geográficas,
trataré ahora con más extensión de cómo debéis precaveros del modo mas completo
contra los efectos mortales del espíritu de partido en general.
Expresado ya el peligro de las parcialidades dentro del Estado,
especialmente las que se fundan en distinciones geográficas, trataré ahora con
más extensión de cómo debéis preservaros contra los inconvenientes del espíritu
de partido en general.
Por desgracia este espíritu es inseparable
de nuestra naturaleza; pues tiene sus raices en las pasiones más fuertes del
corazón humano. En todos los gobiernos existe, baxo de diversas formas, mas ó
menos sofocado, contenido, ó reprimido; pero en los populares se descubre en
toda su extensión, y es à la verdad su peor enemigo.
Por desgracia, dicho espíritu es inseparable de nuestra naturaleza, pues
tiene sus raíces en las pasiones más fuertes del corazón humano. Bajo diversas
formas existe en todos los gobiernos, más o menos sofocado, y más o menos
contenido. Sus vicios se descubren, en toda su extensión, en los gobiernos populares,
de los cuales es el peor enemigo.
La alternativa de la dominación de las facciones entre sí,
agitada por el espíritu de venganza, propio de las disensiones de partido, que
en los diferentes siglos y en diversos paises ha cometidolos excesos mas
horrorosos, es en sí despotismo espantoso. Pero este conduce, al fin, à otro
despotismo mas formal y permanente. Los desórdenes y miserias que
resultan, disponen por grados el
espíritu à buscar la seguridad y el descanso en el poder absoluto de un
individuo; y, tarde ó temprano, el xefe de alguna faccion dominante, más hàbil
o mas feliz que sus rivales, aprovecha
esta disposicion para elevarse sobre las ruinas de la libertad pública.
La dominación alternativa de las pasiones políticas, agitadas entre sí por
el espíritu de venganza y las disensiones de partido es causa del espantoso
despotismo que ha cometido los más horribles excesos durante muchos siglos en
diferentes países.
Esa dominación conduce a otro despotismo más visible y permanente, pues
los desórdenes y miserias de aquél predisponen el espíritu a buscar seguridad y
descanso en el poder absoluto de un individuo; y, tarde o temprano, el jefe de
algún sector dominante, más hábil o más afortunado que sus rivales, acaba por
aprovechar esa inclinación de los ánimos para elevar su poderío sobre las
ruinas de la libertad pública.
Sin contraer la atencion à un extremo de
esta naturaleza, que, sin embargo, nunca debe perderse totalmente de vista, los
males comunes y continuados que trae consigo el espíritu de partido son lo
bastantes, para que un pueblo sabio tenga interés, y miro como una obligación
el desaprobarlo y contenerlo.
Sin contraer nuestras previsiones a extremos tales que, sin embargo, nunca
deberán ser perdidos de vista totalmente, los continuados y generales males que
trae consigo el espíritu partidista son lo bastante dolorosos para que un
pueblo prudente mire con interés la obligación de contener sus estragos.
El espíritu de partido trabaja
constantemente en confundir los consejos públicos y debilitar la administracion
pública. Agita à la comunidad zelos infundados y alarmas falsas; excita la
animosidad de unos contra otros, y dà motivo para los tumultos é
insurrecciones, Abre el camino à la corrupcion y al influxo extranjero, que
hallan facilmente su entrada hasta el mismo gobierno por los canales de las
pasiones de los facciosos. Asi es que la politica, y la voluntad de un pais se
ven sujetas à la politica y à la voluntad de otros
El espíritu de partido trabaja constantemente por desorientar al pueblo y
corroer la regularidad de los servicios públicos; agita la opinión con celos
infundados y falsas alarmas; enardece las animosidades de unos contra otros; da
ocasión a tumultos e insurrecciones; y abre los caminos por donde fácilmente
penetran hasta el mismo gobierno las corrupciones e influjos extraños a través
de las pasiones facciosas, sujetando a la política de otros la voluntad del
país.
Muchos opinan que los partidos en los países
libres son un frenos utiles al gobierno, y conservan el espíritu de libertad:
esto probablemente es verdad, hasta cierto punto; y en los gobiernos
monàrquicos el patriotismo puede mirar al espíritu de partido, sino con favor,
al menos con indulgencia. Pero en los de carácter popular, en gobiernos
puramente electivos es un espíritu que no debe fomentarse:, por la disposición
natural de los gobiernos populares nunca faltará bastante espíritu de partido
para todos efecto saludable. Y como siempre hay peligro de que traspase sus
límites, debe ponerse empeño en disminuirlo y mitigarlo por la fuerza de la
opinión pública. El espíritu de partido nunca debe apagarse; pero siempre debe
haber una vigilancia continuada para que no devore con sus llamas en lugar de
calentar
Muchos opinan que los partidos que actúan en países libres son un freno
útil para los gobiernos y contribuyen a conservar el espíritu de libertad. Esto
es quizá verdad hasta cierto punto. En los gobiernos monárquicos el patriotismo
puede mirar el espíritu de partido, si no con favor, al menos con indulgencia.
Pero en los de carácter popular, en los gobiernos puramente electivos, no
se debe fomentar ese espíritu, porque a la disposición natural de los mismos
nunca faltará el espíritu de partido suficiente para todos los efectos en que
sea laudable. Y como siempre hay peligro de que traspase sus límites, debe
ponerse un discreto empeño en disminuirlo y mitigarlo mediante la fuerza de la
opinión pública. El espíritu de partido jamás debe apagarse del todo; pero
deberá ser objeto de una vigilancia constante para que no devore con sus llamas
en lugar de caldear.
Es igualmente importante que el habito de
pensar inspire, en un pais libre, à los encargados de la administracion la
cautela de contenerse en los limites respectivos, que les prefixa la
constitucion, evitando en el ejercicio de los poderes, que un departamento usurpe
las funciones de otro. Este espíritu de usurpacion dispone à reconcentrar los poderes de todos en uno solo
y forma un verdadero despotismo, sea cual fuese la forma de gobierno. Para
convencernos de la verdad de esta proposicion basta hacer una justa avaluacion
del amor, del poder y de la disposicion que tiene el corazon humano para abusar
de él. Està demostrado por la experiencia; tanto de los tiempos pasados como de
los nuestros, y aun en nuestro mismo pais, y a nuestra propia vista, la
necesidad de sujetar reciprocamente en exercicio del poder político, dividirlo
y distribuirlo en diferentes depositarios, y que cada uno constituia el
protector del bien público contra las invasiones de los demás. Luego es tan
importante su conservacion como su institución. Si en el concepto del pueblo se
encuentra viciosa la distribución ó modificacion de los poderes
constitucionales, dexad que se corrija por el modo que la constitucion designa.
Jamás debe hacerse una mutacion por medio de la por usurpacion; pues aunque en
algunos casos puede ser el instrumento del bien, es indudable que ella es el
arma, con que se suele destruir à los
gobiernos libres. Siempre preponderarà el mal permanente, que produce su
exemplo sobre qualquiera beneficio parcial ó pasagero, que resultase su uso
Importa igualmente que los hombres encargados del gobierno de un país
libre limiten su acción a las respectivas esferas constitucionales, evitando
que en el ejercicio de los poderes ningún departamento usurpe las funciones de
otro. El espíritu de usurpación tiende a concertar los poderes en uno solo, y
crea de tal modo un verdadero despotismo, sea cual fuere la forma de gobierno.
Está demostrado por la experiencia, tanto de los tiempos pasados como de los
nuestros, y aun en nuestro mismo país, la necesidad de sujetar el ejercicio del
poder político, dividirlo entre diferentes depositarios que se vigilen
recíprocamente y que cada uno se constituya en protector del bien común contra
las invasiones de los demás poderes, porque su conservación es tan importante
como la institución del poder. Si el pueblo encuentra viciosa la distribución
de los poderes constitucionales y desea modificarla, dejad que se corrija por
el procedimiento que señale la Constitución. Jamás debe hacerse la reforma por
medios ilegales, ni por usurpaciones que aunque pretendan el bien, destruyen a
los gobiernos y causan el mal permanente de su ejemplo, superior a cualquier
parcial o pasajero beneficio que reporten.
La religión y la moral son apoyos
indispensables de todas las disposiciones y habitos que conducen à la
prosperidad pública. En vano reclamaria el titulo de patriota, el que intentase
derribar estas grandes columnas de la felicidad humana, estos apoyos
firmisimos del deber del hombre y del ciudadano. Tanto el mero político como el
devoto debe respetarlos y amarlos. No bastaria un tomo entero para indicar todas las conexiones que tienen con la
felicidad pública y privada. Preguntaré unicamente ¿donde se encontraria la seguridad de los
bienes, de la reputación, y de la vida, si no se creyese que eran una
obligación religiosa los juramentos, que en los tribunales de justicia son los
instrumentos para investigar la verdad? Debiamos lisonjearnos con cautela de la
suposición, de que la moralidad puede sostenerse sin la religión. Por mucho que
se conceda à el influxo de una educación refinada en los espíritus de un temple
peculiar, la razon y la experiencia nos
prohiben esperar, que la moralidad nacional pueda exîstir excluyendo los principios
de religión.
La religión y la moral son apoyos necesarios para fomentar las
disposiciones y costumbres que conducen a la prosperidad de los estados. En
vano se llamaría patriota el que intentase derribar esas dos grandes columnas
de la felicidad humana, donde tienen sostén los deberes del hombre y del
ciudadano. Tanto el devoto como el mero político debe respetarlas y amarlas.
Para establecer las conexiones que tienen con la felicidad privada y pública
necesitaríamos llenar un tomo entero. Pero únicamente preguntaré: ¿Dónde hallar
la seguridad de los bienes, el fundamento de la reputación y de la vida si no
se creyera que son una obligación religiosa los juramentos prestados? Sólo a
base de una gran cautela podríamos lisonjearnos con la suposición de que la
moralidad pueda sostenerse sin la religión. Por mucho que influya en los
espíritus una educación refinada, la razón y la experiencia nos impiden confiar
que la moralidad nacional pueda existir eliminando los principios de la
religión.
Es una verdad, que la virtud ó moralidad es
un resorte necesario del gobierno popular. Esta regla se extiende ciertamente
con mas ó menos fuerza à toda clase de gobierno libre. Siendo amigo verdadero
de este, ¿como se podrà ver con indiferencia las tentativas, que se hagan, para
minar las bases de su establecimiento?
Es una verdad, que la virtud o moralidad es un resorte necesario del
gobierno popular. Esta regla se extiende ciertamente con más o menos fuerza a
toda clase de gobierno libre. Siendo amigo verdadero de éste, ¿cómo se podrá
ver con indiferencia las tentativas que se hagan para minar las bases de su
establecimiento?
Promoved, pues, como un objeto de la mayor
importancia las instituciones para que se difundan los conocimientos. Es
esencial que la opinión pública se ilustre en proporción de la fuerza que
adquiere por la forma de gobierno.
Promoved, pues, como un objeto de la mayor importancia las instituciones
para que se difundan los conocimientos. Es esencial que la opinión pública se
ilustre en proporción de la fuerza que adquiere por la forma de gobierno.
Sostened el crédito público como manantial importante la de fuerza y
seguridad. Uno de los medios para conseguirlo es hacer uso de él con la mayor
parsimonia posible, cultivando la paz, para evitar las ocasiones de gasto; sin
olvidar, al mismo tiempo, que los desembolsos hechos oportunamente, para
esperar el peligro, ahorran muchas veces otros mayores para repelerlo :
evitando también que se acumulen deudas, no sólo huyendo de las ocasiones de
gastar, sino haciendo esfuerzos vigorosos en tiempo de paz, para pagar las
deudas que hayan ocasionado las guerras inevitables, y no cargar à la
posteridad, de un modo poco generoso, con un peso que nosotros debemos
soportar. La execución de estas màximas corresponde à vuestros representantes;
pero debe cooperar à ella la opinión pública. Para que puedan estos cumplir con
sus obligaciones, con más facilidad, es indispensable, que tengáis presente,
siempre, que para pagar deudas se necesitan rentas; que para tener estas son
necesarios impuestos; que no hay impuesto que no sea mas o menos incómodo, ó
desagradable; que la dificultad intrinseca que acompaña la elección de los
objetos que se han de gravar (eleccion siempre difícil), debe servir de un
motivo decisivo para juzgar con prudencia de las intenciones del gobierno que
la hace, e igualmente para reposar en ella y soportar los medios que las
necesidades públicas pueden exîgir en qualesquier tiempo, à fin de obtener
rentas para atenderlas.
Es también condición importante para el sostenimiento de un gobierno
conservar el crédito público, manantial de fuerza y seguridad. Uno de los
medios para conseguirlo es usar de él lo menos posible y eludir gastos
innecesarios, procurando mantener la paz, pero sin olvidarse de que haciendo
algunos desembolsos para conjurar el peligro, se ahorran luego mayores gastos
para repelerlo; también evitar que se acumulen deudas, no sólo huyendo de las
ocasiones de gastar, sino haciendo vigorosos esfuerzos en tiempo de paz para
pagar las deudas que hayan ocasionado las guerras inevitables, y no cargar a la
prosperidad, de un modo poco generoso, con un peso que nosotros debemos
soportar. Si bien la ejecución de estos principios corresponde a vuestros
representantes debe sin embargo cooperar a ello la opinión pública. Para que
puedan estos cumplir con sus obligaciones con más facilidad es indispensable
que tengáis presente siempre, que para pagar deudas se necesitan rentas, que
para tener estas son necesarios impuestos; que no hay impuesto que no sea más o
menos incómodo o desagradable; que la dificultad intrínseca que acompaña la
elección de los objetos que se han de gravar (elección siempre difícil), debe
servir de un motivo decisivo para juzgar con prudencia de las intenciones del
gobierno que la hace, e igualmente para reposar en ella y soportar los medios
que las necesidades públicas pueden exigir en cualquier tiempo, a fin de
obtener rentas para obtenerlas.
Observad con todas las naciones buena fé, y
de la justicia; cultivar la paz, y la armonía con todas, es la conducta que
ordena la religión, y la moral; ¿y sería posible que no la ordenase igualmente
la buena política? Será digno de una
nacion libre, é ilustrada, y que no está muy distante de la época en que será
grande, dar al género humano el exemplo magnánimo, y demasiado nuevo, de un
pueblo constantemente guiado por la justicia, y benevolencia mas elevada.
¿Quién puede dudar, que, con el curso del tiempo y las cosas, no compensasen
los frutos de un plan semejante los perjuicios pasageros que resultasen de su
adopción? ¿Será posible, que la providencia no haya vinculado la felicidad
permanente de una nación a su virtud? Los sentimientos, que ennoblecen la
naturaleza humana, aconsejan al menos que se haga la experiencia. ¡Ah! ¿La
harán, tal vez, nuestros vicios, impracticable?
Observad con todas las naciones los principios de la buena fe y de la
justicia. Cultivad la paz y armonía con todas ellas. Es la conducta que ordena
la religión y la mora; ¿y sería posible que no la ordenase igualmente la buena
política? Digna será esta conducta de un país ilustrado y libre, que no está
muy distante del momento en que ha de ser grande, y que debe dar al género
humano el ejemplo magnífico de guiarse constantemente por la justicia y la
benevolencia más elevadas. ¿Quién puede dudar de que, con e curso del tiempo y
las cosas, no compensasen los frutos de un plan semejante los perjuicios
pasajeros que resultasen se su adopción? ¿Será posible que la Providencia no
haya vinculado la felicidad de una nación a su virtud? Los sentimientos que más
ennoblecen a la naturaleza humana nos aconsejan al menos hacer la experiencia.
¡Ah! ¿La hará tal vez nuestros vicios impracticable?
Nada sería tan esencial para la execución de
semejante plan como cultivar unos sentimientos justos y amigables hacia todas las
naciones, excluyendo las antipatías inveteradas, y permanentes, contra unas, y
las pasiones ciegas en favor de otras. La nación, que quiere, ó que aborrece
habitualmentemente à otra es de algún modo esclava. Esclava de su odio, ó de su
afecto, y basta qualquiera de ellos para
desviarla de su obligacion y de su interés.
La antipatía entre dos naciones las dispone con mayor facilidad à
insultar y agraviar, à ofender por causas de poca entidad, y à ser altivas e
intratables cuando sobreviene algun motivo accidental y frívolo de disputa. De
aquí resultan choques freqüentes y guerras obstinadas envenenadas y
sangrientas. Una nación dominada por el odio, ó resentimiento, obliga, á las
veces, al gobierno á entrar en una guerra opuesta á los mejores cálculos de la
política. El gobierno participa unas veces de esta propensión nacional, y
adopta por la pasión lo que la razón repugnaría; otras veces instigado por el
orgullo, la ambición ú otros motivos siniestros y perniciosos hacer servir la
animosidad nacional á los proyectos hostíles. Por esta causa muchas veces la
paz de las naciones se ha sacrificado, y acaso también, en algunas ocasiones su
libertad.
Nada sería tan esencial para la ejecución de semejante plan como cultivar
unos sentimientos justos y amistosos hacia todas las naciones extranjeras,
excluyendo toda clase de antipatías y ciegas pasiones. La nación que quiere o
que aborrece sistemáticamente a otra es de algún modo esclava de ella. Es
esclava de su odio o de su afecto, lo cual basta para desviarla de su interés y
de sus obligaciones. La antipatía entre dos naciones las predispone con mayor
facilidad a insultar y agraviar, a ser altivas e intratables cuando sobreviene
alguna disputa, por leve que sea. De aquí resultan choques frecuentes y feroces
guerras, envenenadas y sangrientas. Una nación dominada por el odio o
resentimiento, obliga a la vez al gobierno a entrar en una guerra opuesta a los
mejores cálculos de la política. El gobierno participa unas veces de esta
propensión nacional, y adopta por la pasión lo que la razón repugnaría; otras
veces instigado por el orgullo, la ambición u otros motivos siniestros y
perniciosos hacer servir la animosidad nacional a los proyectos hostiles. Por
esta causa muchas veces la paz de las naciones se ha sacrificado, y acaso
también, en algunas ocasiones su libertad.
La pasión excesiva de una nación à otra
produce una variedad de males. El afecto à la nación favorita facilita la
ilusión de un interés común imaginario donde verdaderamente no exîste, e
infunde en la una las enemistades de la otra y la hace entrar en sus guerras
sin justicia ni motivo. Impele, también, à conceder à la nación favorita
privilegios que se niegan à otras, lo qual es capaz de perjudicar de dos modos
à la nación, que hace las concesiones; à saber, desprendiendose sin necesidad
de los que debe conservar, y excitando zelos, mala voluntad, y disposición de
vengarse en aquellas a quienes rehusa este privilegio. Dà también à los
ciudadanos ambiciosos, corrompidos, ó engañados (que se ponen à la devoción de
la nación favorita,) la facilidad de
entregar ó sacrificar los intereses de su patria sin odio y aun, algunas veces
con popularidad, dorando una condescendencia baxa o ridícula de ambición,
corrupción o infatuación con las apariencias de un sentimiento virtuoso de
obligacion, de un respeto recomendable à la opinión pública o un zelo laudable
por el bien general.
La pasión excesiva de una nación a otra produce una variedad de males. El
afecto a la nación favorita facilita la ilusión de un interés común imaginario
donde verdaderamente no existe, e infunde en la una las enemistades de la otra
y la hace entrar en sus guerras sin justicia ni motivo. Impele, también, a
conceder a la nación favorita privilegios que se niegan a otras, lo cual es
capaz de perjudicar de dos modos a la nación que hace las concesiones; a saber,
desprendiéndose sin necesidad de los que debe conservar y excitando celos, mala
voluntad y disposición de vengarse en aquellas a quienes rehúsa este
privilegio. Da también a los ciudadanos ambiciosos, corrompidos o engañados
(que se ponen a la devoción de la nación favorita), la facilidad de entregar o
sacrificar los intereses de su patria sin odio y aún algunas veces con
popularidad, dorando una condescendencia baja o ridícula de ambición,
corrupción o infatuación con las apariencias de un sentimiento virtuoso de
obligación, de un respeto recomendable a la opinión pública o un celo laudable
por el bien general.
Tales pasiones son temibles particularmente
al patriota ilustrado é independiente, que vé en ellas innumerables entradas al
influxo extrangero. ¡Quantos medios no proporcionan para mezclarse entre las
facciones domésticas, para exercitar las artes de la seduccion, para desviar la
opinión pública, y para influir y dominar los consejos! Un afecto de esta clase
de nación pequeña, ó débil, a otra grande y poderosa irremediablemente la constituye su satélite.
Tales pasiones son temibles particularmente al patriota ilustrado e
independiente, que ve en ellas innumerables entradas al influjo extranjero.
¡Cuántos medios no proporcionan para mezclarse entre las facciones domésticas,
para ejercitar las artes de la seducción, para desviar la opinión pública y
para influir y dominar los consejos!
Un afecto de esta clase de nación pequeña, o débil, a otra grande y
poderosa irremediablemente la constituye su satélite.
Conciudadanos míos: Suplicoos, que me
creais: la vigilancia de una nación libre debe estar siempre dispierta contra
las artes insidiosas del influxo extranjero; pues la historia, y la experiencia
prueban, que este es uno de los enemigos más mortales del gobierno republicano.
Mas esta vigilancia debe ser imparcial para que sea útil, pues de otro modo
viene à ser el instrumento de aquel mismo influxo que intenta evitar. El afecto
excesivo à una nación, así como el odio excesivo contra otra, no dexan ver el
peligro sino por un lado à los que predominan, y sirven de capa y aun ayudan a
las artes del influxo de una ú otra. Los verdaderos patriotas, que resisten las
intrigas de la nación favorita, están expuestos a hacerse sospechosos y
odiosos, mientras sus instrumentos, y aquellos à quienes alucina, usurpan el
aplauso y confianza del pueblo quando venden sus interéses.
Conciudadanos míos: Les suplico que me creáis; la vigilancia de una nación
libre debe estar siempre despierta contra las artes insidiosas del influjo
extranjero, pues la historia y la experiencia prueban que este es uno de los
enemigos más mortales del gobierno republicano. Mas esta vigilancia debe ser
imparcial para que sea útil, pues de otro modo viene a ser el instrumento de
aquel mismo influjo que intenta evitar. El afecto excesivo a una nación, así
como el odio excesivo contra otra, no dejan ver el peligro sino por un lado a
los que predominan, y sirven de capa y aun ayudan a las artes del influjo de
una u otra. Los verdaderos patriotas que resisten las intrigas de la nación
favorita, están expuestos a hacerse sospechosos y odiosos, mientras sus
instrumentos y aquellos a quienes alucinan, usurpan el aplauso y confianza del
pueblo cuando venden sus intereses.
La gran regla de nuestra conducta respecto
á las naciones extrangeras, debe reducirse à tener con ellas la menor conexîón
política, que sea posible, mientras extendemos nuestras relaciones
mercantiles. Que los tratos que hemos hechos hasta ahora, se cumplan con la
buena fé mas perfecta.– Aquí debemos parar.
La gran regla de nuestra conducta respecto a las naciones extranjeras,
debe reducirse a tener con ellas la menor conexión política que sea posible,
mientras extendemos nuestras relaciones comerciales. Que los tratos que hemos
hechos hasta ahora, se cumplan con la más perfecta buena fe. Pero no pasemos de
aquí.
La Europa tiene un número de interéses
primarios, que no tienen relacion alguna con nosotros, ó si la tienen es muy
remota. De aquí resulta, que debe
hallarse envuelta en disputas freqüentes, que son esencialmente agenas a nuestros negocios. Sería por
consiguiente una imprudencia que nos implicasemos, sin tener un interés, en las
vicisitudes comunes de su política, ó en las combinaciones, y choques se sus
amistades ó enemistades.
La Europa tiene particulares intereses que no nos conciernen en manera
alguna o que nos tocan muy de lejos. De ahí el que se vea envuelta en disputas
frecuentes que son esencialmente ajenas a nosotros. Sería, pues, imprudente
mezclarnos a las vicisitudes de su política o entrar en las alternativas y
choques inherentes a su amistad o enemistad sin tener nosotros un interés
directo.
Nuestra localidad nos convida y pone su
estado de tomar un rumbo diferente. No está distante la época en que podamos
vengar los ataques anteriores, si permanecemos baxo un gobierno activo; en que
podamos tomar una atpitud que haga respetar escrupulosamente la neutralidad à
que nos hubiésemos determinado; en que las potencias beligerantes,
imposibilitadas de hacer conquistas sobre nosotros, no se arriesgaràn con
ligereza à provocarnos; en que podemos elegir la guerra ó la paz, según lo
aconsejare nuestro interés dirigido a la justicia.
Nuestra situación geográfica nos aconseja y permite seguir un rumbo
diferente. No está distante la época en que podamos vengar los ataques
anteriores, si permanecemos bajo un gobierno activo en que podamos tomar una
actitud que haga respetar escrupulosamente la neutralidad a que nos hubiésemos
determinado; en que las potencias beligerantes, imposibilitadas de hacer
conquistas sobre nosotros, no se arriesgarán con ligereza a provocarnos; en que
podemos elegir la guerra o la paz, según lo aconsejare nuestro interés dirigido
a la justicia.
¿Por que hemos de perder las ventajas que
nos dá nuestra especial situación en el globo? ¿Por qué hemos de abandonar
nuestra posicion, para permanecer en un terreno extranjero? ¿Po qué hemos de
enredar nuestra paz y prosperidad en las redes de la ambicion, de la rivalidad,
del intéres, y del capricho europeo, entrelazando nuestros destinos con los de
qualquiera parte de Europa? Nuestra verdadera política es huir de tener
alianzas permanentes con qualesquiera parte del mundo extranjero; en quanto,
según entiendo, nos es libre de hacerlo actualmente, sin que se crea por esto
que yo sea capaz de patrocinar la infidelidad á los tratados exîstentes. Para
mi concepto la máxima, de que la rectitud es la mejor politica, es tan
aplicable à los negocios publicos como à los privados. Repito por tantom que se
deben cumplir los tratados en su verdadero sentido. Pero en mi concepto no es
necesario, y sería poco prudente el extenderlos. Si tenemos siempre el cuidado
de mantenernos en una aptitud respetable para nuestra defensa con establecimientos
adqüados à élla, podremos descansar con seguridad en alianzas momentaneas para
qüalesquiera apuro extraordinario
¿Por qué perder las ventajas nacidas de nuestra especial situación en el
globo? ¿Por qué unir nuestros destinos a los de cualquiera parte de Europa,
comprometiendo nuestra paz y prosperidad en las redes de las rivalidades,
intereses y caprichos europeos? Nuestra política debe consistir en retraernos
de alianzas permanentes hasta donde seamos libres de hacerlo, sin que por esto
patrocine yo la infidelidad a los tratados existentes. Tengo por máxima,
igualmente aplicable a todos los asuntos públicos o privados, que la honradez
es siempre la mejor política. Teniendo cuidado de impulsar las medidas y los
establecimientos adecuados a fin de mantenernos en estado de defensa, podremos
luego apelar a momentáneas alianzas en los casos de apuro extraordinario.
La
política, la humanidad y el interés recomiendan la buena armonía, y
comunicación liberal con todas las naciones. Pero tambien uestra política
mercantil debe apoyarse en la igualdad, é imparcialidad, sin solicitar ni
conceder gracias exclusivas, ni preferencias: consultando el orden natural de
las cosas; difundiendo, y diversificando por medios suaves los manantiales del
comercio, sin forzar cosa alguna; estableciendo para dar al comercio una
dirección estable, definir los derechos de nuestros comerciantes y proporcionar
al gobierno los medios de sostenerlos, reglas convencionales de comunicación,
las mejores que permitan las actuales circunstancias y la opinión mutua, pero
momentáneas y susceptibles de variarse y abandonarse según lo exigîesen las
circunstancias; teniendo siempre presente, que es locura, que una nacion espere
de otra favores desinteresados; que lo que acepte baxo este concepto será
preciso que lo pague con una parte de su independencia; que admitiendolos se
ponen en precisión de corresponder con valores reales por favores nominales, y
aun à que se les trate de ingratos porque no dán más. No puede haber error
mayor que esperar o contar con favores verdaderos de nación à nación. Es una
ilusion que la experiencia debe curar, que un justo orgullo debe arrojar.
La política, la humanidad y el interés común recomiendan la buena armonía y
amistosas relaciones con todos los países. Nuestra política mercantil se debe
apoyar en la igualdad e imparcialidad, sin solicitar ni conceder beneficios
especiales ni preferencias: consultando el orden natural de las cosas
difundiendo y diversificando por medios suaves los manantiales del comercio,
sin forzar cosa alguna; estableciendo para dar al comercio una dirección
estable, definir los derechos de nuestros comerciantes y proporcionar al
gobierno los medios de sostenerlos, reglas convencionales de comunicación, las
mejores que permitan las actuales circunstancias y la opinión mutua, pero
momentáneas y susceptibles de variarse y abandonarse según lo exigiesen las
circunstancias; teniendo siempre presente que es una locura esperar de otra
nación favores desinteresados; que lo que acepte bajo este concepto será
preciso que lo pague con una parte de su independencia; que admitiéndolos se
ponen en precisión de corresponder con valores reales por favores nominales, y
aun a que se les trate de ingratos porque no dan más. No puede haber error
mayor que esperar o contar con favores verdaderos de nación a nación. Es una
ilusión que la experiencia debe curar, que un justo orgullo debe arrojar.
Quando os ofrezco, paisanos míos, estos
consejos de un viejo y apasionado amigo, no me atrevo à esperar que hagan una
impresión tan duradera como quisiera, ni que contengan el curso común de las
pasiones ó impidan que nuestra nación experimente el destino que han tenido
hasta aquí las demás naciones: pero, si, puedo solamente lisonjearme que
produzcan alguna utilidad parcial, algún bien momentaneo, que alguna vez
contribuyan à moderar la furia del espíritu de partido, à cautelaros contra los
males de la intriga extrangera, y preservaros de las imposturas del patriotismo
fingido; esta esperanza compensará suficientemente mi anhelo de vuestra
felicidad, unico móvil que me ha estimulado à dictarlos.
Cuando os ofrezco, paisanos míos, estos consejos de un viejo y apasionado
amigo, no me atrevo a esperar que hagan una impresión tan duradera como quisiera,
ni que contengan el curso común de las pasiones o impidan que nuestra nación
experimente el destino que han tenido hasta aquí las demás naciones; pero si
puedo solamente lisonjearme que produzcan alguna utilidad parcial, algún bien
momentáneo, que alguna vez contribuyan a moderar la furia del espíritu de
partido, a cautelaros contra los males de la intriga extranjera y preservaros
de las imposturas del patriotismo fingido; esta esperanza compensará
suficientemente mi anhelo de vuestra felicidad, único móvil que me ha
estimulado a dictarlos.
Los archivos públicos y otras pruebas de mi conducta os manifestaràn, y à
todo el mundo, hasta qué punto ma han guiado los principios, que acabo de
delinear en el desempeño de mis obligaciones oficiales. Por lo que à mí me toca
mi conciencia me asegura que por lo menos he creído haberme dirigido por ellos.
Los archivos públicos y otras pruebas de mi conducta acreditan hasta qué
punto los principios que acabo de recordaros me guiaron en el desempeño de mi
cargo. Por lo que a mí me toca mi conciencia me asegura que por lo menos he
creído haberme dirigido por ellos.
Con respecto à la guerra, que todavía
subsiste en Europa, mi proclama del 22 de abril de 1793 és el índice de mi
plan. El espíritu de esta medida sancionada por vuestra aprobación y por la de
vuestros representantes en ambas salas del congreso continuamente me ha
gobernado, sin que haya influido cosa alguna para obligarme à persuadirme á
abandonarlo.
Con respecto a la guerra, que todavía subsiste en Europa, mi proclama del
22 de abril de 1793 es el índice de mi plan. El espíritu de esta medida
sancionada por vuestra aprobación y por la de vuestros representantes en ambas
salas del congreso continuamente me ha gobernado, sin que haya influido cosa
alguna para obligarme a abandonarlo.
Después de un maduro exàmen auxiliado de los
mejores conocimientos que pude adquirir, me persuadí de que en todas las
circunstancias del caso, nuestro pais tenía derecho y estaba precisado por la
obligación y el interés á tomar una posición neutral. Habiendola tomado resolví
mantenerla con moderación, constancia y firmeza.
Después de un maduro examen auxiliado de
los mejores conocimientos que pude adquirir, me persuadí de que en todas las
circunstancias del caso, nuestro país tenía derecho y estaba precisado por la
obligación y el interés a tomar una posición neutral. Habiéndola tomado resolví
mantenerla con moderación, constancia y firmeza
No hay necesidad de exponer por menor,
aquí, las consideraciones relativas al
derecho de guardar esta conducta. Solo diré
que, segun mi modo de entender en la materia, lejos de habersenos negado
este derecho por algunas de las potencias beligerantes, há sido reconocido
virtualmente por todas.
No hay necesidad de exponer aquí los pormenores y consideraciones relativas
al derecho de guardar esta conducta. Sólo diré, que, según mi modo de entender
en la materia, lejos de habérsenos negado este derecho por algunas de las
potencias beligerantes, ha sido reconocido virtualmente por todas.
La obligación de tener una conducta neutral,
se deduce, sin buscar otras razones, de la obligación que la justicia y la
humanidad imponen à toda nacion que se halla en libertad de determinar, y de
mantener inviolables las relaciones de paz y amistad con otras naciones.
La obligación de tener una conducta neutral, se deduce sin buscar otras
razones, de la obligación que la justicia y la humanidad imponen a toda nación
que se halla en libertad de determinar y de mantener inviolables las relaciones
de paz y amistad con otras naciones.
Los motivos de interés, que tenemos para
esta conducta, serà mejor dexarlos à vuestra propia reflexîon y experiencia.
Una razón dominante para mí hà sido el ganar tiempo, á fin de que se consoliden
en nuestro país sus instituciones, todavía nuevas, y que progrese, sin
interrupcíon, el grado de fuerza y consistencia necesarias para que disponga,
hablando humanamente, de su propia suerte.
Los motivos de interés que tenemos para esta conducta será mejor dejarlos a
vuestra propia reflexión y experiencia. Una razón dominante para mí ha sido el
ganar tiempo, a fin de que se consoliden en nuestro país sus instituciones
todavía nuevas, y que progrese, sin interrupción, el grado de fuerza y
consistencia necesarias para que disponga, hablando humanamente, de su propia
suerte.
Aunque revisando los acontecimientos de mi
administracion, no me acusa mi conciencia de haber cometido error alguno con
intencion, sin embargo, conozco demasiado mi insufuciencia, para creer que
probablemente habré cometido muchos yerros. Sean los que fuesen: ruego al
Todo-poderoso que se sirva apartar ó mitigar los males que puedan ocasionar.
Llevaré tambien conmigo la esperanza de que mi patria los mirarà siempre con
indulgencia. Y que despues de 45 años de mi vida empleados en su servicio con
un zelo recto, entregarà al olvido las faltas de mi talento, como en breve lo
deberà ser mi persona à los lugares de descanso.
Aunque revisando los actos de mi administración, no me parece haber
cometido ningún error voluntario, sin embargo, por conocer bastante bien mis
defectos, reconozco que acaso incurrí en muchos yerros. Cualesquiera que
fuesen, ruego al Todopoderoso que mitigue los males a que puedan haber dado
lugar, y aun abrigo la esperanza de que mi país se mostrará en esta parte
indulgente conmigo. Los servicios que por espacio de cuarenta y cinco años le
he prestado con el mayor celo y rectas intenciones, me inducen a creer que se
legarán al olvido mis involuntarias culpas, al retirarme de la vida pública.
Confiando en su bondad, en este particular,
como en todos, y movido de aquel amor fervoroso, tan natural en uno, que vé en
ella su pais nativo, y el de sus antepasados por muchas generaciones, miro con
gustosa anticipacion el retiro donde me prometo realizar, sin mezcla, el dulce
placer de participar, en medio de mis conciudadanos, del influxo benigno de las
buenas leyes baxo un gobierno libre: objeto siempre favorito de mi corazon, y
la feliz recompensa, como lo espero, de nuestros cuidados, trabajos, y peligros
comunes
Jorge Washington .
Estados-Unidos 17 de setiembre de 1796
Confiando en esa bondad de mi país, y poseído de un ardiente amor hacia
él, tan natural en el hombre que en esta tierra tuvo su cuna y la de sus
padres por muchas generaciones, me regocijo anticipadamente al pensar en el
tranquilo retiro donde pienso entregarme al reposo, a fin de disfrutar, entre
mis queridos conciudadanos, de la benéfica influencia de sabias leyes, bajo un
gobierno libre, objeto favorito de mis constantes deseos y la más dulce
recompensa que puedan alcanzar nuestros mutuos afanes y peligros.
GEORGE WASHINGTON
(*) Copia realizada por don Singulario del facsimilar que se encuentra en el libro “LA REVOLUCIÓN DE MAYO A TRAVÉS DE LOS IMPRESOS DE LA ÉPOCA” Tomo V 1812-1814 Compilados y concordados por Augusto E. Maillé, Buenos Aires 1966 pág 157-195
(**) Copia tomada del blog Constitución Web de los doctores Juan O. Pons y N. Florencia Pons Belmonte
http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2010/04/discurso-de-despedida-de-washington-al.html
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