20 de noviembre: Día de la Soberanía
¡Qué los parió los gringos / hijuna gran siete / navegar tantos mares / venirse al cuete!
-¡Qué bueno, don Singulario eso que está cantando Zitarrosa! *
-Es un triunfo dedicado a la batalla de la Vuelta de Obligado, que el oriental entonaba allá por los ‘60 con un fervor nacional que nos ponía del bocho. (También la disfrutamos con Alberto Merlo). Habíamos leído al historiador revisionista Pepe Rosa contándonos de los heroicos gauchos que le habían puesto el pecho a las dos flotas marítimas imperiales más poderosas del mundo haciéndoles morder el polvo.
-¿Es a ese asunto que se refiere la canción y por el que han decretado feriado nacional? Ud. sabe don que siempre creí que era una fecha más de las tantas que ciertos grupos usan para cantar consignas, y juntarse para comer un asado; casi como esas fiestas del turismo de carretera.
-Era parecido. La reivindicaban algunos agrupados en cenáculos exclusivos con profesores que dictaban añejas cátedras de nacionalismo, hispanismo y catolicismo mientras se repartían medallas y diplomas. Para otros, más bullangueros que en aquella época estábamos resistiendo, ir a San Pedro era una aventura que podría significar palos, gases lacrimógenos y hasta la cana
-¡Epa! No me diga que un hecho histórico servía para dar leña…
-Esa batalla, minimizada y hasta ninguneada por la historia oficial, significó el fin de los intentos de segregar la Mesopotamia del territorio argentino y fundamentalmente el reconocimiento de nuestra Nación como soberana en el concierto internacional. Un año después terminaría el bloqueo anglo francés del puerto de Buenos Aires con un tratado de paz. Veamos como lo cuenta José María Rosa
«Bizarro hecho de armas, –lo califica Inglefield (comandante de la flota británica) en su parte– desgraciadamente acompañado por mucha pérdida de vidas de nuestros marinos y desperfectos irreparables en los navíos. Tantas pérdidas han sido debidas "a la obstinación del enemigo", dice el bravo almirante. ¿Se ha triunfado? La escuadra, diezmada y en malas condiciones, llega a Corrientes, y de allí intenta el regreso. En el Quebracho, cerca de San Lorenzo, vuelve a esperarla Mansilla con nuevas baterías aportadas por Rosas. Otra vez un combate, otra vez "una victoria" –el paso fue forzado– con ingentes pérdidas. Desde allí los almirantes resuelven encerrarse en Montevideo; transitar el Paraná es muy peligroso y muy costoso. Se deshace el proyecto de independizar la Mesopotamia (gestionado por los interventores en el tratado de Alcaraz porque Urquiza ya no se sintió seguro). Se deshace la intervención. Poco después –13 de julio de 1846– Samuel Tomás Hood, con plenos poderes de Inglaterra y Francia, presenta humildemente ante Rosas el "más honorable retiro posible de la intervención conjunta". Que Rosas lo haría pagar en jugoso precio de laureles [...]»
-Nunca supe que también la Mesopotamia estuvo en juego, don. ¿Sabe una cosa? Me parece que de historia no conozco un pepino, en la escuela nos llenaron de datos de batallas de la independencia y guerras civiles con un matete de fechas y nombres, ¡pero cada vez que escarbamos un poquito sale a relucir cada cosa!...
-Es que la enseñanza de la historia siempre está en manos de los que ostentan los poderes de turno y en nuestro país, por desgracia, esos poderes siempre fueron coloniales, no en vano la Revolución de Mayo no fue independentista; la declaración de la Independencia no concluyó la guerra civil, y el tiempo dejó un montón de países, desmembrando la Patria Grande que naturalmente eran los pueblos hermanos. Fíjese que los “héroes y próceres” en general son militares de guerras fratricidas, Roca contra los indios, Mitre contra el Paraguay. O civiles que negociaron la soberanía como Rivadavia..., no sigo por falta de espacio….
-Don, en un libro de 1925 que mi viejo nos leía en la cama, “Lecciones de Historia Argentina” de Ricardo Levene encontré perdido, en la página 382, sólo este pedacito, incluso con otra fecha:
«[...] Como los buques extranjeros intentaron hacer la navegación de los ríos, Rosas mandó artillar el paso del Tonelero en el lugar de la “Vuelta de Obligado”. En este punto se trabó un reñido combate el 18 de noviembre de 1845. En el deseo de terminar con las cuestiones pendientes, el conde Walesky, enviado de Francia, y lord Howden, enviado de Inglaterra, iniciaron conversaciones con Rosas, pero éstas fracasaron. [...]»
-¡Y ese ñato fue 25 años presidente de la Academia Argentina de la Historia! Mejor, en cambio, leamos al Pepe Rosa que escribe:
[...] Aunque resistir una agresión de la escuadra anglo-francesa formadas por acorazados de vapor, cañones Peissar, obuses Paixhans, etc., parecía una locura, Rosas lo hizo. No pretendía con su fuerza diminuta –cañoncitos de bronce, fusiles anticuados, buques de madera– imponerse a la fuerza grande, sino presentar una resistencia para que “no se la llevasen de arriba los gringos”. Artilló la Vuelta de Obligado y allí se dio una bella lección de coraje criollo el 20 de noviembre de 1845. No ganó, ni pretendió ganar, ni le era posible. Simplemente enseñó –como diría San Martín– que “los argentinos no somos empanadas que sólo se comen con abrir la boca”, al comentar, precisamente, la acción de Obligado. Cuando los interventores comprendieron que la intervención era un fracaso; que fuera de las ocho cuadras fortificadas –y subvencionadas– de su base militar en Montevideo, no podían tener nada más; cuando los vientos sembrados por los diplomáticos de Rosas en París y Londres maduraron en tempestades; cuando el mundo entero supo que los países pequeños y subdesarrollados pueden ser invencibles si una voluntad firme e inteligente los guía, ingleses y franceses se apresuraron a pedir la paz. En 1847, vinieron Howden y Waleski para envolver a ese “gaucho” en una urdimbre diplomática. Se fueron corridos, porque Rosas resultó mejor diplomático que ellos. En 1848 llegaron Gore y Gross; ocurrió lo mismo. Más tarde, en 1849 Southern por Inglaterra y en 1850 Lepredour por Francia, aceptaron las condiciones de Rosas para terminar el conflicto. Hasta la cláusula tremenda de humillar los cañones de Trafalgar y Navarino ante la bandera azul y blanca –que de esta manera se presentó al mundo asombrado–, reconocieron haber perdido la guerra. “Debemos aceptar la paz que quiere Rosas, porque seguir la guerra nos resulta un mal negocio”, dijo Palmerston en el Parlamento pidiendo la aprobación del tratado Southern. Y el Reino Unido no se estremeció por ello. Algo distinto pasaría en la patriotera Francia, pero finalmente Napoleón III debió resignarse a la derrota. Así Rosas dio al mundo la lección de cómo los pequeños pueden vencer a los grandes, siempre que consiga eliminar los elementos internos extranjerizantes y atinen a manejar con habilidad y coraje sus posibilidades [...]»
-Don Singulario, ahora lo comprendo más claramente a Lito Nebia cuando canta:
«Son esas mismas cosas que nos marginan, / nos matan la memoria, / nos queman las ideas, / nos quitan las palabras / Si la historia la escriben los que ganan, / eso quiere decir que hay otra historia [...]»
* Vuelta de Obligado, triunfo de Miguel Brascó:
Noventa buques mercantes, / veinte de guerra, / vienen topando arriba / las aguas nuestras. Veinte de guerra vienen / con sus banderas. / La pucha con los ingleses, / quién los pudiera. Qué los parió los gringos / una gran siete; / navegar tantos mares, / venirse al cuete, qué digo venirse al cuete. A ver, che Pascual Echagüe, / gobernadores, que no pasen los franceses / Paraná al norte. Angostura del Quebracho, / de aquí no pasan. / Pascual Echagüe los mide, / Mansilla los mata.
Para verlo y escucharlo en el video: http://www.youtube.com/watch?v=L4TAOwNNmmI
PUBLICADO EN INFORMACIONES SEMANALES DE SAN MARTÍN EL 13 DE NOVIEMBRE DE 2010
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